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CRÍTICA

'Europa': La última fiesta del siglo

El debut en el largometraje de Miguel Ángel Pérez Blanco es una apuesta inclasificable que sitúa a dos amantes entre la nochevieja del año 2000 y de 2018.

Por Antonio Miguel Arenas Gamarra 19 de Enero 2018 | 10:04

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Cada vez resulta más difícil encontrar óperas primas sin coartadas ni prebendas, que no parezcan condimentadas para gustar a un determinado público de festivales o centros comerciales, que se muestren tal como son, crudas, imperfectas y caprichosas creaciones artísticas. El salto al largometraje del cineasta zamorano Miguel Ángel Pérez Blanco es de esa clase de películas indómitas sobre las que merece la pena detenerse.

Europa

El proyecto parte de un evocador título como declaración de intenciones. Un punto de partida del que, irónicamente, a continuación la propia película pretenderá escapar. Porque como toda película que se titule 'Europa', guarda un arrebato o un malestar político en su interior, aunque en esta ocasión nunca lo verbalicen sus personajes ni lo hagan explícito sus imágenes. Tampoco su visionado permite desentrañar ningún trasfondo concreto ni ayuda a hacer comprensibles sus elipsis y saltos narrativos, lo que nunca sucedió no pudo ser explicado, sino que invita a dejarnos arrastrar por su atmósfera en el encuentro de dos amantes que se desdoblan, cruzando el tiempo a través de la nochevieja del año 2000 y de 2018.

Aunque cuenta con la participación de la ECAM, no se trata precisamente de una obra académica, propia de una escuela de cine, pero sí de una que trata de sacar el máximo partido a su escaso presupuesto y posibilidades técnicas, planteando una constante búsqueda estética que al fin y al cabo es el mejor aprendizaje. Tanto la cuidada banda sonora como el trabajo de iluminación, sonido y fotografía se funden sin dejar rastro de un posible relato, de escasos y solipsistas diálogos, hasta el punto de que Miguel Ángel Pérez Blanco renuncia a intelectualizar la película, desprecia cualquier tipo de discurso o de explicación que sustente sus imágenes más allá del escueto devenir de su planteamiento. Una decisión que puede resultar caprichosa y que en ocasiones cuestiona la validez de sus ideas visuales, al encadenar secuencias cada vez más arbitrarias.

Europa

¿Sabes dónde está la fiesta?

En ese sentido, sin conocer la influencia del cineasta francés Philippe Grandrieux sería difícil otorgar sentido a su puesta en escena. El director de 'La vie nouvelle' o 'Malgré la nuit' es una referencia directa y fundamental para comprender sus intenciones, no solo por compartir su exploración estética nocturna, seducido por las sombras y los cuerpos, sino por lograr que esta pulsión sexual de sus personajes, que se funden en abrazos y besos eternos que no cesan en repetir durante el metraje, sirva de vía de escape para una insatisfacción vital que no se puede poner en palabras. "¿Sabes dónde está la fiesta?" Se pregunta uno de sus personajes. "Te abres por dentro y todo lo exterior te invade". Tras esa ansia nocturna por el placer, la música y el delirio se mueve esta inclasificable madrugada.

Nota: 6

Lo mejor: Su fuerza expresiva merece ser disfrutada en pantalla grande.

Lo peor: Que su construcción sea tan deliberadamente caprichosa puede jugar en su contra.

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