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CRÍTICA

'Sin amor': La más despiadada frialdad

Andréi Zviáguintsev dirige y escribe 'Sin amor', Premio del Jurado del 70º Festival de Cannes, nominada al Oscar a la mejor película de habla no inglesa.

Miguel Ángel Pizarro
Por Miguel Ángel Pizarro Más 26 de Enero 2018 | 12:00
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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Ya lo dijo el dramaturgo alemán Friedrich Schiller: "No es la carne y la sangre, sino el corazón, lo que nos hace padres e hijos". Tras 'Elena' y 'Leviatán', Andréi Zviáguintsev vuelve a mostrar el rostro más incómodo de la Rusia actual. Ya que 'Sin amor', ganadora del Premio del Jurado en el 70º Festival de Cannes, ganadora de dos galardones en los 30º Premios del Cine Europeo y nominada a la mejor película de habla no inglesa en los 90º Premios Oscar, es una nueva y amarga punzada en el corazón de una sociedad decadente.

Sin amor

Alexéi tiene 12 años y vive con su madre, Zhenia, en un barrio de las afueras de Moscú. Su madre y su padre, Boris, se están separando, teniendo como nexo en común un piso que desean vender y Alexéi. El niño está cansando de sentir los desprecios de una madre que no se preocupa por él y de un padre que lo trata con indiferencia. Una noche, el chico escucha una discusión que tienen sus padres, en las que está muy claro para ambos que él es una carga. Cansado ya de esa situación, Alexéi huye de casa. Esto obligará a Zhenia y Boris a unirse para encontrar al chaval, aunque no tanto por preocupación hacia niño, sino por sus propios intereses.

La inocencia impregnada de hiel

Zviáguintsev se vuelve más gélido con 'Sin amor', puesto que, en todo momento, el realizador hace honor al título en el largometraje, al crear una historia aséptica, en la que los sentimientos brillan por su ausencia y en la que el cineasta refleja una visión despiadada, inhumana y cruel de la propia sociedad rusa, aunque extrapolable a otras sociedades occidentales, ya que la principal crítica del filme radica en la falta de sentimiento de los progenitores ante la ausencia de su hijo, ya que están muy ocupados rehaciendo sus vidas egoístamente.

Sin amor

El largometraje emula a una autopsia, fría y calculada, en la que disecciona a una sociedad decadente, en la que sus protagonistas viven por y para disfrute propio. Él desea formar una familia aparte pero no por sentimientos, sino porque su empresa se lo ordena; ella, simplemente, quiere gozar de la vida con lujos, una bella casa a las afueras y un marido de buena posición. En medio, un niño que ve que se convierte en estorbo. En esa soledad y ese rechazo, Zviáguintsev lo lleva en una escenografía gélida e inhóspita, en la que la calidez de un falso hogar se va transformando en níveas escenas de fríos ríos y bosques y una ciudad en la que no hay lugar para los sentimientos.

El retrato más desesperanzador de la Rusia de Putin

Más allá de la fuerte crítica de unos padres entregados al pleno capitalismo individualista está la reprobación a un gobierno que mira a otro lado (mención especial a un Putin omnipresente en radio y televisión, como si de un zar imperial se tratase), a una policía holgazana que "no tiene" tiempo para encontrar a un niño que ha desaparecido (en un país en el que desaparecen 300 personas al día, según declaró Zviáguintsev en Cannes), a unas instituciones públicas que alardean de su inacción, sólo el apoyo de asociaciones de voluntarios son las que, realmente, buscan al niño y, de verdad, quieren encontrarlo.

Sin amor

Unos voluntarios que existen en la vida real, hecho que el realizador aprovecha para rendirles homenaje y dejar una leve exhalación en un filme que es semejante a un dolor agudo en el corazón, en el que el espectador mirará con impotencia la desaparición del muchacho y en el que la intriga hará acto de presencia. Zviáguintsev, que coescribió el guion con Oleg Negin, crea una turbia fábula social en la que no hay espacio para la infancia ni para la inocencia.

Asfixiante y agobiante pese a sus asombrosos paisajes, el cineasta firma una nueva obra maestra, turbia, cínica y llena de pesadumbre. Sin duda, el mejor reflejo de la Rusia actual, como lo fueron 'El regreso' y las citadas 'Elena' y 'Leviatán'. Un placer amargo, con sabor a hiel pero que deja un profundo sentimiento en el espectador, de imprescindible visionado.

Nota: 9

Lo mejor: Su gélida elegancia para narrar una grave crónica de indiferencia.

Lo peor: Puede verse como un alegato maniqueo, lo cual es un error tratándose de la Rusia de Putin.

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Sin amor 8,6 Sin amor