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CRÍTICA

'La casa de las miniaturas': El jaque mate de Anya Taylor-Joy a una puritana Ámsterdam llena de confesiones

Filmin trae a España 'La casa de las miniaturas', una excitante miniserie protagonizada por Anya Taylor-Joy y dirigida por el español Guillem Morales.

Por Sandra Sánchez Guerra 22 de Febrero 2018 | 09:42

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Hay un momento en 'La casa de las miniaturas', la miniserie de la BBC que Filmin ha estrenado en España el pasado 13 de febrero, en el que el personaje de Anya Taylor-Joy rememora un recuerdo de la infancia, el rico olor que salía de la cocina cuando su madre elaboraba dulces de mazapán y cómo su corazón se desbocaba y se le aceleraban las pulsaciones. Ese rastro fugaz que persigue Petronella Brandt no sólo define bien los cambios, el dominio de su propio destino, que emprende la protagonista de la serie al casarse con Johannes, sino también sirve para describir lo que se siente como espectador al ver esta cuidada producción.

Dirigida por el español Guillem Morales ('Los ojos de Julia'), con 'La casa de las miniaturas' viajamos al Ámsterdam de finales del siglo XVII y nos introducimos en un mundo de apariencias y de rectas maneras, donde las tormentas personales se lidian en silencio y lo que se escapa del "recato" social es considerado pecado. Nella (Anya Taylor-Joy) se marcha de su pueblo después de que su madre haya entregado su mano a un rico comerciante a cambio de que salde las deudas de la familia. Así, la joven llega a la gran ciudad para hacer vida de casada, encontrándose con un silencio que inunda su nuevo hogar y unos secretos que le separan de su marido, así como una cuñada dictatorial, Marin (Romola Garai).

 'La casa de las miniaturas'

Cuando Johannes le regale una casa de muñecas, Nella empezará a recibir miniaturas que le servirán de guía para reunir las piezas que le faltan y cada detalle provocará una sacudida en el silencio establecido. Ese micromundo se convierte, a cada paso, en un ente vivo, un tormento y un aliciente para Nella, que le advierte, le conduce a adentrarse en los misterios de los Brandt y también, le ayuda a convertirse en la señora de la casa y capear el temporal. Lo que pasa desapercibido a la vista, esa mínima expresión sumada al misterio de quién se esconde detrás de esas miniaturas y cuáles son sus intenciones, aporta una inyección de sangre a unos personajes amargados por sus conflictos, los que se señalan en una época lastimera, puritana y donde todo se consideraba una herejía.

A lo largo de sus tres episodios, la miniserie sabe moverse muy bien en un ambiente enrarecido y de contención, dentro de un estilo de vida que ha de mantener el tipo en sociedad para que no se te suban a las barbas. De esta manera, talla también las relaciones de poder, un aspecto en el que los personajes femeninos protagonistas tendrán algo que decir.

 'La casa de las miniaturas'

Saber pujar, aprender a vivir en sociedad

'La casa de las miniaturas' va de saber mover las piezas bajo presión y de saber anticiparse a los movimientos del contrincante, algo que, en su final, abre las puertas a las estrategias que se esconden detrás de las acciones que se toman en el tablero. Así, la protagonista de 'Múltiple' plantea con la transición que vive su personaje un jaque mate al dedo acusador. Lo hace con una interpretación que sostiene los cimientos de esa casa y de la serie, provocando que las escenas que comparte con Garai supongan, en la mayoría de ocasiones, una subida de la presión arterial.

Filmin no hace otra cosa que dar un golpe en la mesa con la adaptación de este best-seller para enfrentarse e intentar posicionarse con respecto al resto de plataformas de contenidos bajo demanda. Consigue un buen resultado, ya que los tres capítulos de la miniserie terminan sabiendo a poco. Con un relato de época, un componente casi mágico y algunos giros de guión puede empezar a presentar batalla.