å

CRÍTICA

'Isla de perros': Wes Anderson deja huella con una distopía política

Wes Anderson vuelve a la animación tras 'Fantastic Mr. Fox' con su película más política hasta la fecha, una distopía ambientada en un Japón retrofuturista.

Por Luisa Nicolás 20 de Abril 2018 | 17:30

Comparte:

Ver comentarios (1)

"Who let the dogs out?"

Todos podemos reconocer el sello de identidad de Wes Anderson, un autor que endulza la realidad con colores pastel y mundos perfectamente ordenados. Dentro de una película de Anderson la vida es más interesante, encantadora y fantástica. En 'Isla de perros', sin embargo, el director de 'Moonrise Kingdom' nos plantea un distópico futuro donde todo es suciedad y los perros han dejado de ser el mejor amigo del hombre (y la mujer); una sátira política que nos ladra en la cara sobre la corrupción política y de los medios de comunicación para que, con suerte, no acabe mordiéndonos el culo.

'Isla de perros'

La mitología de 'Isla de perros' nos transporta hasta la ficticia Magasaki, una retrofuturista ciudad japonesa con fuerte influencias del cine de Akira Kurosawa. En ella, el alcalde Kobayashi, miembro de una poderosa y malvada dinastía de amantes de los gatos, aprovecha un misterioso brote de fiebre canina para desterrar a todos los perros a un basurero flotante. A esta Isla Basura llega Atari Kobayashi, un niño que no está dispuesto a abandonar a su mascota Spots. Una manada de 5 perros le ayudarán en su misión de rescate mientras en tierra firme se empieza a fraguar una rebelión contra las absurdas medidas del alcalde liderada por otra niña: Tracy Walker.

El realidad, es la historia clásica del viaje de héroe en la que Anderson te atrapa a través de un discurso narrativo cargado de ingenuidad e ironía, donde la belleza de un idilio se mezcla con la amargura de la nostalgia y la obstinación del amor. Chief (Bryan Cranston) representa al marginado entre los marginados, un perro callejero que no pertenece a ningún sitio y cuestiona sus propios instintos así como el concepto idealizado de la lealtad incondicional. Un animal que se niega a aceptar a subordinación caprichosa.

'Isla de perros'

Un patrón que se repite en todas las historias de Anderson es la preocupación por (re)definir y explorar el concepto de familia. La relación entre 'Los Tenenbaums', los hermanos en busca de su madre en 'Viaje a Darjeeling' o el huérfano incomprendido de 'Moonrise Kingdom' son solo algunos ejemplos. En 'Isla de perros', cuatro canes abandonados (Rex, Boss, Duke y King) liderados por el callejero Chief, se han convertido en una jauría, una familia sin lazos de sangre.

La falta de un lenguaje común (Atari solo habla japonés y los perros ladran en ingles), no es impedimento para que ambas especies se comprendan y el niño se una a la banda de perros. La diferencia idiomática se utiliza de forma cómica creando gags y malentendidos, pero además pone de manifiesto que hay un nivel de comunicación, sentimientos y emociones tan universales que no necesitan palabras. De hecho, en ningún momento de la película se subtitulan los diálogos en japonés, son personajes diegéticos, como el de Frances McDormand, los que se encargan de la traducción.

Para contarnos esta historia de amistad y compañerismo Wes Anderson, se ha rodeado también de su "familia". El guión lo ha escrito a 8 manos con la ayuda de Jason Schwartzman, Kunichi Nomura y Roman Coppola; y para las voces principales ha contado con algunos habituales de su cine como Edward Norton, Bill Murray o Jeff Goldblum.

'Isla de perros'

Como parábola política de la actualidad, los perros representan a los oprimidos del sistema, los olvidados. Es interesante comprobar como siendo una película en stop-motion con animales que hablan, es probablemente el trabajo más humano de Anderson. O al menos humanista, porque por primera vez aborda tanto la relación del individuo con su entorno y su familia, como la responsabilidad de la sociedad hacia los ciudadanos y el poder. Aunque en Magasaki la corrupción política y la manipulación mediática han engañado a la población para esparcir el miedo y perseguir a las minorías, aún hay esperanza en la ciencia y los estudiantes, dos grupos inconformistas que se vuelven contra el sistema opresor. Anderson manda un mensaje político muy oportuno: si los adultos se han cargado el mundo, los niños tendrán que arreglarlo construyendo algo mejor a partir de los desechos.

Perderse en el exquisito detalle del mundo de Anderson

La animación da al director la libertad de llevar su obsesión por una minuciosa composición visual a un nuevo nivel, donde las peleas se dan en medio de una nube de algodón, ver cómo se prepara un nigiri envenenado es una experiencia hipnótica y las escenas de transición entre escombros se convierten en poesía. El Stop-motion se mezcla con la animación tradicional en 2D en los telediarios y las imágenes de las cámaras de seguridad mientras que las marionetas tienen un nivel de detalle y delicadeza excepcionales, un diseño de producción muy ambicioso gracias al trabajo de Paul Harrod y Adam Stockhausen.

'Isla de perros'

Ambientada en la isla nipona, Wes Anderson se apropia de los clichés de la cultura japonesa desde la mirada de alguien fascinado con su historia y sus tradiciones. No es una expropiación, sino un tributo que se manifiesta también a través de su banda sonora. En 'Isla de perros' en lugar de la característica sucesión de temas pop a la que nos habíamos acostumbrado desde 'Academia Rushmore', la conmovedora banda sonora original compuesta por Alexandre Desplat recrea los sonidos de Asia con intensos temas de percusión que se mezclan con silbidos y delicados sonidos de viento.

'Isla de perros' es un cuento salvaje y cautivador, con un mensaje social de triste actualidad narrado a través de imágenes vibrantes que nos invita a rebelarnos, a dejar de mirar para otro lado y actuar, a encontrar nuestro propio valor sin dejar que ni nuestro origen ni los prejuicios nos definan. Y todo con una ternura e imaginación que pocos saben transmitir como el gran Wes Anderson. Una joya.

Nota: 9

Lo mejor: Su sentido del humor, su crítica social y el respeto absoluto con el que trata la cultura japonesa.

Lo peor: Quizá está todo demasiado mascadito.

Películas