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CRÍTICA

'Western': Tierras lejanas

El nuevo largometraje de Valeska Grisebach propone una revisión de las claves del género a través del estudio sociológico de la Europa actual.

Por Antonio Miguel Arenas Gamarra 15 de Junio 2018 | 11:50

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La cineasta alemana Valeska Grisebach (Bremen, 1968) reconoce que su interés por el género que da título a su nuevo largometraje proviene de su infancia. Cuando era pequeña veía una y otra vez westerns junto a su padre, una fascinación que se quedó grabada en su cabeza. Pero el caso de 'Western' no puede considerarse estrictamente el de una película de género, sino el de un simulacro, una evocación de códigos reconocibles que en ningún momento aspira a replicar más que desde la distancia crítica y el estudio sociológico.

Western de Valeska Grisebach

En cierto modo, esta idea de simulacro, muy presente en algunos de sus pasajes, se puede extrapolar a la situación del protagonista, un obrero alemán que se desplaza a la frontera de Bulgaria con Grecia para trabajar en la construcción de un sistema de canalización hidráulica. Al contrario que sus compañeros, cuya actitud arrastra ciertos comportamientos colonialistas en su manera de intimidar y despreciar a la población local, intenta socializar con los lugareños y estrecha un vínculo con varios de ellos, pero en el fondo es consciente de que su integración es imposible. Por tanto, en las imágenes de la película no subyace únicamente la tensión del género, y aquí podríamos hablar del western tanto como de la propia masculinidad, sino también la incertidumbre de la convivencia con el otro, el extranjero, en permanente amenaza.

Al igual que 'Toni Erdmann', no en vano Maren Ade figura entre las productoras, 'Western' aspira a reflexionar sobre las desigualdades económicas y diferencias culturales entre los miembros de una Unión Europea tan globalizadora como deshumanizante, entregada al capitalismo más voraz. La apuesta por la convivencia de Meinhard, al que da vida Meinhard Neumann, un actor no-profesional que Valeska Grisebach descubrió en una feria de ganado, probablemente sea en vano, pero es auténtica. Aunque su figura rompa con los clichés del género y no tenga en apariencia las fuerza de John Wayne, el sentido de la justicia de James Stewart o la nobleza de Henry Fonda, su condición de anti-héroe revela progresivamente nuevas capas desde las que interpretar sus actos. La rudeza y parquedad en palabras que le caracterizan se tornan nostalgia, bonhomía y romanticismo a lomos de un caballo blanco, lo que contrasta con su experiencia como legionario destinado en Afganistán. Un oscuro y cruel pasado del que parece huir, pero del que no puede escapar, al que se asoma en fugaces instantes de violencia que nunca terminan de explotar.

Western de Valeska Grisebach

Cuestión de comunicación

"El mundo es de animales. O comes o te comen. El más fuerte siempre gana", afirma Meinhard en una de las escasas conversaciones que entabla durante el metraje. Y es que por encima incluso de la cuestión sociológica y de género, el lenguaje es una de las claves fundamentales de 'Western'. Las diferencias que trae consigo el asentamiento (que podríamos reducir al conflicto entre colonos y nativos) se miden por su dificultad para comprender el idioma del otro. Todas las escenas entre alemanes y búlgaros se encuentran condicionadas por esa barrera idiomática que la película insiste en dejar patente.

Para trasladar esa falta de comunicación a sus imágenes, Valeska Grisebach escribe un guion en el que desarrolla unas mínimas pautas en relación con el entorno, al que se aproxima con naturalismo mediante largas secuencias que trabaja posteriormente en el montaje. Esta decisión, la de priorizar el naturalismo frente a una noción expresiva de la puesta en escena, que debilita su rigor formal, remarca en cambio ese intento por alejarse estéticamente de las coordenadas del género y del academicismo más clásico. Pero también de cualquier posible comunicación en el interior del plano, que fragmenta espacial y temporalmente para transmitir la deslocalización como concepto, reflejada a la perfección en la actitud de su protagonista en la secuencia final, resistiéndose a abandonar una fiesta a la que no había sido invitado.

Nota: 8

Lo mejor: Que la evocadora deconstrucción de las claves del género revele paulatinamente un estudio sociológico de primer nivel.

Lo peor: Su logrado naturalismo no hace olvidar la escasez de ideas visuales de su puesta en escena.