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CRÍTICA

'McQueen': Un documental plano para una figura transgresora

El documental que aborda la vida y trayectoria profesional del diseñador británico Alexander McQueen se estrena en cines este 8 de junio.

Por Mario Caridad Sánchez 8 de Junio 2018 | 09:56

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Como cuando fuimos testigos del ascenso de la aspirante a periodista Andy Sachs, que llegaba a convertirse en la primera ayudante de Miranda Priestly, la editora de la revista Runway en 'El diablo viste de Prada', en el documental 'McQueen' asistimos a un viaje similar: el proceso de transformación del joven Lee Alexander McQueen, procedente de una familia humilde de Londres, hasta convertirse en uno de los nombres más importantes dentro de la industria de la moda de los últimos tiempos, aún sin la célebre escena del azul cerúleo de por medio.

La película de Ian Bonhôte y Peter Ettedgui, quien se encarga además de firmar el guion, estructura este viaje alrededor de seis "cintas" que llevan el nombre de algunas de sus colecciones más icónicas, que desde el principio destacaron por su crudeza y transgresión. En cada una de sus partes se entremezclan vídeos personales y entrevistas del diseñador con testimonios de familiares, parejas, amigos y trabajadores que compartieron sus años de vida; además de las propias grabaciones de sus desfiles que nos permiten construir una idea de la persona detrás de la leyenda.

 'McQueen'

Es el propio McQueen quien narra que desde joven, y aún sin formación, se había dedicado a confeccionar vestidos para sus hermanas, para después conseguir una plaza como aprendiz de sastre en Savile Row y con su primera colección conocer a la que sería su mentora y amiga Isabella Glow, quien le permitiría con el tiempo dar el salto a la alta costura.

A medida que pasan los minutos somos más conscientes de la manera de trabajar de McQueen: con un sentido de la moda muy crudo y pasional, trasladaba sobre las telas ideas que llegaban de todas partes, tomando inspiración, por ejemplo, de la brutalidad contra las mujeres en 'The Rape of the Highlands', donde sus modelos salían a la pasarela como si las acabasen de violar. Asistimos también a sus altibajos, pues la fama que alcanzó vino acompañada de una vida de excesos. Con los billetes llegaron también las drogas, y con su trabajo como diseñador jefe de Givenchy (que compaginaba con la creación de su propia firma), incontables horas de trabajo, cambios de humor y una depresión que le acompañaría hasta el final de sus días.

Ritmo irregular sin innovación en el formato

Si bien somos capaces de distinguir una historia en orden cronológico, con las luces y sombras del diseñador, lo cierto es que la estructura, ritmo y recursos trabajados en el documental no ayudan a contar una historia cohesionada. La transgresión y peculiaridades de Alexander McQueen se aprecian en las imágenes y en los testimonios de quienes le conocieron, pero en los rasgos formales del documental no hay nada que resalte a la vista, ningún tipo de innovación más allá de los momentos en los que los planos de una calavera intentan adelantarnos motivos pictóricos que veremos en los minutos siguientes con un tono gótico.

Del mismo modo, sus casi dos horas de duración resultan tediosas, y llega un momento en que las imágenes personales se ofrecen de tal forma que, unidas a unas voces en off que se pisan constantemente, te transmiten la misma sensación de estar viendo las stories de Instagram de una persona que te interesa pero no lo suficiente como para prestarle atención durante más de quince vídeos. La historia resulta interesante, pero la forma de presentarla no es arriesgada y reduce su potencial.

Nota: 6

Lo mejor: Una historia interesante que nos permite construir una imagen de la persona detrás de la leyenda.

Lo peor: Un ritmo tedioso, unos rasgos formales poco innovadores que reducen el potencial de lo que se quiere contar.

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