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PRECRÍTICA

'Resacón en Las vegas', un Gilliam para todos los públicos

El éxito de la película de Todd Phillips no reside en ser una buena comedia, si no más bien en no ser una mala comedia. Y es que tampoco pedimos tanto.

Por Óscar Martínez 13 de Agosto 2009 | 10:45

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Dirigida por Todd Phillips y protagonizada por Bradley Cooper, Ed Helms, Zach Galifianakis, Justin Bartha, Heather Graham, Sasha Barrese, Jeffrey Tambor, Ken Jeong, Rachael Harris y con el cameo de Mike Tyson incluido, 'Resacón en Las Vegas' se ha convertido en el éxito de taquilla más sonado este verano en Estados Unidos.

La película cuenta la historia de una desmadrada despedida de soltero en la que el futuro novio y sus tres amigos, dos días antes de la boda, se montan la juerga padre en Las Vegas. Doug viaja a la ciudad del juego con sus mejores amigos Phil y Stu, así como su futuro cuñado Alan. La juerga es de campeonato y, como era de esperar, a la mañana siguiente tienen una resaca monumental. El problema es que, siendo incapaces de recordar nada de lo ocurrido durante la noche anterior, se encuentran con que el prometido ha desaparecido, topándose en su lugar con otras dos sorpresas en la suite del hotel: un tigre y un bebé.

La Ciudad del Pecado

Sin duda alguna, Las Vegas es el paraíso yankee de los excesos, o al menos, eso es lo que los norteamericanos siempre han pretendido vendernos. Quizá por ello la filmografía en torno a esa ciudad perdida en mitad del desierto de Nevada resulta notablemente amplia, con títulos que ahondan por igual en las luces y sombras de la ciudad del pecado. Desde el 'Casino' de Scorsese al 'Leaving Las Vegas' de Figgis, pasando por el 'Bugsy' de Barry Levinson o la notable 'The cooler', el juego y la corrupción (sea ésta del individuo o de la propia ciudad) han monopolizado la vertiente más dramática de su filmografía, mientras que, como no podía ser de otro modo, las juergas y la picaresca ('Ocean's eleven', 'Algo pasa en las Vegas') han hecho lo mismo con la comedia gamberra.

'Resacón en Las vegas', un Gilliam para todos los públicos

Por si alguien albergaba duda alguna, 'Resacón en Las Vegas' se encuentra en este último sector, siguiendo muy de cerca la pista de títulos como 'Very Bad Things' o la deliciosamente trasnochada 'Miedo y asco en Las Vegas' del ex-Monty Python Terry Gilliam, si bien la película de Todd Philips se halla en una frontera mucho más próxima a lo políticamente correcto que las anteriores.

'Resacón en Las Vegas' parte de una premisa bastante recurrida, esto es, una despedida de soltero en la ciudad de neón que se convertirá en una verdadera pesadilla para unos protagonistas que apenas recuerdan nada de la noche anterior, algo así como un 'Memento' etílico en clave gamberra. Por ello, la reconstrucción de las diversas piezas del puzzle que conforma la memoria colectiva de sus protagonistas ejercerá a modo de déjà-vu para los espectadores, que a medida que transcurra el film irán descubriendo el cómo, el dónde y el por qué de las diversas preguntas que se le plantean.

Pero no nos engañemos, 'Resacón en las Vegas' no es un thriller ni pretende serlo. Se trata de una comedia gamberra prototípica con inevitable final feliz, por lo que la atracción principal del film de Todd Phillips recae en descubrir, precisamente, los excesos que han llevado a sus protagonistas a dónde se encuentran, y no el desenlace propiamente dicho. Es en este aspecto, precisamente, donde recae el sorprendente éxito en taquilla de la película, en unos protagonistas alejados del habitual frikismo de este tipo de producciones (a excepción, por supuesto, de Zach Galifianakis), y en un guión consistente (dentro de lo que cabe), ingenioso (dentro de lo que cabe) y constante (dentro de lo que cabe).

'Resacón en Las vegas', un Gilliam para todos los públicos

Así pues, más que una buena comedia, 'Resacón en Las Vegas' no es una mala comedia, cosa que el público norteamericano ha agradecido con una asistencia masiva a las salas nacida del boca a boca. Apenas sí hay grandes carcajadas en ellas, ni gags rompedores. Tan sólo entreteniene, nos hace reir de manera eventual, y no perdemos el interés a lo largo de sus 100 minutos de metraje.

Y es que los espectadores, en realidad, tampoco pedimos tanto.