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CRÍTICA

'Los perros': El insoportable ruido de fondo

Galardonada con el premio a la mejor película de la sección Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián, 'Los perros' recoge las claves que caracterizan al cine iberoamericano actual.

Por Antonio Miguel Arenas Gamarra 29 de Junio 2018 | 12:46

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Galardonada el pasado año con el premio a la mejor película de la sección Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián, podríamos afirmar que 'Los perros' aglutina o recoge una serie de claves que caracterizan al cine iberoamericano contemporáneo, en particular el cine chileno. Pero lejos de llevarlo a nuevas direcciones, parece conformarse con repetir sus esquemas.

Los perros

Con la memoria histórica como telón de fondo y por medio de su singular personaje femenino protagonista, que en su actitud infantil, espíritu libre y desconcierto vital remite a la 'Gloria' de Sebastián Lelio, la película de Marcela Said se introduce paulatina y sutilmente en el microcosmos de la alta burguesía chilena con el afán de revelar sus miserias. Las de un pasado marcado por la sangre de la dictadura de Pinochet, tema recurrente en su filmografía documental.

Los simbólicos perros del título provocan el primer desencuentro del argumento. La mascota de Mariana entró de nuevo en una finca cercana y su vecino amenaza con matarlo si vuelve a suceder. Una súbita irrupción de violencia que sienta el tono amenazador de la película, en la que acompañamos a una mujer de cuarenta años que se siente despreciada por su padre, un gran empresario, e ignorada por su marido. "Siempre me voy a enamorar de quien de mi no se enamora", canta Mariana por Camilo Sesto, cuyas canciones son fundamentales en la descripción del personaje, reconociendo que se ha dejado llevar por la atracción hacia la misteriosa figura de su profesor de equitación, mayor que ella, un antiguo militar que está siendo investigado por la justicia.

Los perros

Simbólico ejercicio de memoria histórica

Lo más interesante de 'Los perros', rodada con elegantes planos secuencia que en la disposición de los elementos y los personajes en el cuadro no dejan de añadir información, es precisamente cómo se describe a la protagonista a través de los perros que la rodean. Es decir, a través de las relaciones afectivas con el resto de hombres de su vida, un marido que la desprecia y nunca la mira como un objeto de deseo, pese a estar en un proceso de fertilidad para quedarse embarazada, y un padre que la trata como si todavía fuera una niña pequeña y que considera irrelevante su opinión. Lo que contrasta con las relaciones sexuales que mantiene con el policía que investiga al militar, que prácticamente la viola al practicarle sexo anal (el poder sometiéndola a su autoridad), y con su profesor de equitación, del que se enamora y que le practica sexo oral, el único con el mantiene una conexión emocional auténtica.

En cualquier caso, no hay rastro de cariño en ninguna de las relaciones con el sexo opuesto, solo interés por mantener su estilo de vida, como no hay esperanza en el futuro de Mariana ni del país, por mucho que haya dejado atrás su pasado, presa de las llamas. Aunque elocuentes, quizá sea el abuso de simbolismos y sus excesos dramáticos los que encorsetan la película en un tipo de construcción narrativa que comienza a sonar a fórmula con la que abordar la memoria histórica sin mojarse del todo las manos.

Nota: 6

Lo mejor: La sugerente aproximación al Eros-Pathos de su protagonista.

Lo peor: El uso reiterativo de simbolismos resta ambigüedad a la propuesta.

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