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CRÍTICA

'No te preocupes, no llegará lejos a pie': El arte del biopic

Gus Van Sant regresa con un biopic del dibujante norteamericano John Callahan, al que interpreta Joaquin Phoenix.

Por Antonio Miguel Arenas Gamarra 6 de Julio 2018 | 14:10

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El arte de la tira cómica es uno de los más apreciados en la cultura popular por su inmediatez y espíritu crítico, pero además es uno de gran sofisticación por su capacidad de síntesis. En una o pocas viñetas el dibujante cuenta una historia o construye un discurso que apela a la inteligencia del lector, pero también en unos pocos trazos manifiesta un estilo sumamente reconocible. Aunar ambas facetas es el reto de Gus Van Sant afrontando el biopic de John Callahan, abordar su vida en apenas dos horas sin renunciar a una visión artística personal que integre su particular manera de ver el mundo.

No te preocupes, no llegará lejos a pie

Gus Van Sant es un cineasta que siempre ha sabido esquivar las etiquetas y rehusar los grandes temas, evitando que cualquier reivindicación política o social pudiera absorber o condicionar la lectura de su obra, pese a no dejar de estar muy presentes. El director de 'Mala noche' demostró su compromiso por los abandonados de la sociedad norteamericana con la trilogía de Portland, pero continuó posicionándose al abordar sin psicologismo alguno la matanza de Columbine con 'Elephant' o ahondando en iconos contraculturales por los que se siente representando, como Kurt Cobain en 'Last Days' y Harvey Milk.

'No te preocupes, no llegará lejos a pie' se encuentra más próxima a esta última en fondo y forma, poco queda del autor radical de 'Gerry'. Con 'Mi nombre es Harvey Milk' comparte luminosa paleta de colores y una ambientación minimalista, en lugar de la suntuosa grandilocuencia de los ejercicios de época. Virtud también de su puesta en escena y del guion, porque como aquella, está repleta de fugas estéticas y narrativas que la distinguen del biopic al uso. Para ello despliega una narrativa no-lineal que vuelve en círculos sobre la adicción al alcohol de John Callahan, su fatídico accidente y posterior recuperación, presa de un sentimiento de orfandad que nunca le terminó de abandonar y que tampoco reparó el éxito.

Esa mirada tan humana, repleta de claroscuros, no sería posible sin un actor repleto de ellos. Joaquin Phoenix interpreta a este loco del pelo rojo entregado a sus limitaciones físicas y emocionales, sin convertir su actuación en un sucesión de muecas y mohines recurrentes en este tipo de premiables transformaciones, ni renunciar por ello a adentrarse en sus abismos. Que la primera secuencia nos sitúe en el grupo de rehabilitación contra la adicción al alcohol que dirige un excéntrico Jonah Hill (su interpretación es uno de las sorpresas del metraje) determina hacia donde se dirigen el tono y las claves de la propuesta. Hablamos de una película sobre la redención en lugar de sobre el camino al éxito, acerca de las limitaciones en vez del talento.

Joaquin Phoenix en 'No te preocupes, no llegará lejos a pie'

Un vecino de Portland

¿Cómo no contar la historia de John Callahan con sus viñetas? A través de ellas volcó su frustración y superó un accidente de tráfico que le dejó tetrapléjico, en su sencillez y trazo grueso transmiten verdad, son la vía de escape y la forma de adentrarse en su manera de ver el mundo. Pero a Van Sant le interesa menos engrandecer su figura como revelar el dolor y la frustración más íntimas que su humor negro escondía. En ese sentido, cobran de nuevo valor su narrativa-no lineal y la animación de las propias tiras cómicas de Callahan en el interior del metraje. Un recurso desde el que plasmar que, detrás de su ingenio y humor ofensivo, había un ser humano que sufría. Un vecino de Portland.

Por tanto, la cuestión no reside en si Van Sant consigue esquivar las convenciones de todo biopic, algunas de ellas inevitables, sino en lo que deja entrever de sí mismo y de su estilo, en cada evocador zoom o inadvertido movimiento de cámara, en su aproximación ligera y repleta de luz al relato. La secuencia colindante con el fantástico en la que John Callahan conversa con su madre, o aquella en la que el personaje de Jonah Hill desvela lo inconfensable, nos reconcilian con un director de enorme sensibilidad, que empatiza con el dolor de sus criaturas dando sentido a los banales mensajes de auto-ayuda y los discursos de superación con un final que, pudiendo recordarnos al cineasta motivacional de 'El indomable Will Hunting', nos lo muestra todavía atrapado en su propio 'Paranoid Park'.

Nota: 7

Lo mejor: La dulzura con la que Van Sant observa a sus actores y llena el reparto de caras amigas con las que sentirse cómodo.

Lo peor: Los prejuicios hacia los biopics.