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CRÍTICA

'La número uno': Contra el aparato de las altas esferas

Crítica de 'La número uno', drama político dirigido por Tonie Marshall y protagonizado por Emmanuelle Devos. Presentado en el Festival de Toronto y nominado al premio César a la mejor actriz.

Miguel Ángel Pizarro
Por Miguel Ángel Pizarro Más 6 de Julio 2018 | 14:11
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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Ya lo dijo Simone de Beauvoir: "El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres". La cineasta francesa Tonie Marshall llevaba un tiempo apartada de la cinematografía. Tres años después de la comedia feel-good '¿Quieres o no?', la realizadora cambia completamente de registro con 'La número uno', presentada en el Festival de Toronto y nominada a un premio Lumière y un César a la mejor actriz para Emmanuelle Devos, un drama político en el que Marshall nada en las aguas incómodas del feminismo dentro de las altas esferas del poder.

La número uno

Emmanuelle Blachey es una brillante ingeniera que está en el comité ejecutivo de una importante empresa dedicada a la energía eólica. Después de mucho trabajo y esfuerzo, ha logrado labrarse una carrera de importante prestigio. Durante una convención en Londres, la líder de una red de mujeres influyentes le propone ayudarle a lograr ser la directora de Anthéa, una importante empresa dedicada a la energía hidráulica y que también trabaja en la gestión del ciclo integral del agua en varias regiones de Francia. Se trata de un salto muy ambicioso, puesto que Anthéa es parte del CAC 40, el principal índice bursátil francés. En caso de ser elegida, se convertiría en la primera mujer en acceder a tal algo cargo dentro de las empresas del CAC 40. Sin embargo, en las altas esferas aún mandan los hombres, lo que provocará que su candidatura se enfrente a un perverso juego sucio en el que se mezclarán obstáculos profesionales y personales. Lo que parecía una victoria triunfal y un logro para la mujer, se convertirá en una auténtica guerra.

El juego del poder y de las influencias

Lo primero que se debe resaltar de 'La número uno' es que ha sido un proyecto dirigido, escrito, producido y protagonizado por mujeres, algo que no es extraño en el cine francés. De hecho, desde esa mirada, Marshal, junto con las guionistas Raphaëlle Bacqué y Marion Doussot, muestra el lado más incómodo de la lucha feminista dentro de las áreas de poder, tanto a nivel político como empresarial, sectores que siguen siendo liderados por hombres en la mayor parte de los casos.

La número uno

Sin embargo, lejos de mensajes aleccionadores, propagandísticos y manipuladores, 'La número uno' muestra un retrato sobre los lobbies y grupos de presión nada amable. Es más, el filme se mueve en una cuidada gama de grises, en la que el machismo muestra su rostro, pero en el que también se evidencia que la lucha feminista si quiere poder, debe enfangarse. Así pues, la película narra traiciones políticas, dosieres escondidos en cajones, puertas giratorias, tráfico de influencias. No hay maniqueísmos, tanto en lo que respecta al grupo de presión de hombres que, simplemente, quieren agarrarse al poder, como en lo concerniente al grupo de feministas que quiere el cambio, pero para acceder al poder. Y, claro está, en medio están los intrigantes, aquellos que son los que poseen información sensible y pueden provocar el hundimiento de una figura si llega a la prensa. Sin duda, temas que son muy de actualidad no solo en la realidad político-social española, sino a término europeo. Y ahí, lo que es más aplaudido, es la habilidad de las guionistas y la directora para mostrar que los golpes bajos y las cuchilladas carecen de sexo.

El maquiavélico ejercicio de acceder al poder

Ahí entra en escena una protagonista que está en medio del conflicto, una mujer que no tiene esa llamada "solidaridad femenina", que solo quiere que se le reconozca por sus méritos, no por su sexo. Sin embargo, pese a su entereza, profesionalidad y ambición, es tachada de frágil, ahí reside uno de los principales ataques al machismo imperante en las altas esferas. No obstante, el filme tampoco es condescendiente con el lobby feminista y justo el peso de su ambición lo refleja magníficamente Emmanuelle Devos, en uno de sus papeles más complejos. La actriz, gracias a su mirada profunda que puede transmitir multitud de interpretaciones, refleja magníficamente el precio que se llega a pagar por ambicionar lo mismo que sus compañeros masculinos, por ir contra el aparato más conservador que anhela que siga siendo un varón el líder. Resultan tremendamente llamativas las escenas en las que la protagonista se encuentra sola ante sus rivales o compañeros masculinos, que no la aceptan, sino la toleran.

La número uno

Filme con multitud de capas, quizás el único pero ha sido el cuadro más personal de su protagonista, con escenas en las que se hacen referencia a la madre desaparecida, al padre amargado, al marido infiel. Sin embargo, dentro de la imperfección del retrato personal de la protagonista, Marshall acierta a la hora de evidenciar que los sacrificios que hace una madre o una esposa por ambicionar lo mismo que un hombre siguen teniendo mayores consecuencias que si fuese a la inversa. Magnífico filme que muestra el lado más real del feminismo en las altas esferas, así como también una fuerte crítica a un sistema corrupto, de tratos de favor y juego sucio, en el que los lobbies empresariales ejercen más poder que la ciudadanía. Sin duda, una propuesta formidable.

Nota: 8

Lo mejor: El retrato de un sistema corrupto, en el que la lucha feminista se vuelve partícipe. La actuación de Emmanuelle Devos, que está magnífica.

Lo peor: Las escenas relacionadas con la madre de la protagonista deslucen el resultado final.