Se descubre la tumba de Espinete, pero su cadáver sigue en paradero desconocido

¿Dónde anda Espinete? El emblema de la televisión española infantil que invadía los hogares en los años ochenta desapareció como por arte de magia y nunca volvimos a saber de él. Tal y como ha publicado el diario El Mundo, no existen pistas fiables sobre el paradero del entrañable erizo, aunque sí se tienen certezas: se le da por muerto y su tumba (con o sin cadáver) se ubica en San Fernando de Henares.

El cuerpo del personaje de 'Barrio Sésamo' descansaba en los Estudios de Color de RTVE junto a miles de objetos de vestuario y atrezzo que almacenaba el canal público. Sin embargo, el amianto, una sustancia cancerígena, se extendió por los platós 10 y 11 de Prado del Rey, lo que obligó la demolición de dichas instalaciones.

Tal y como denuncian trabajadores de la televisión, el día que se cerraron los estudios, el equipo de vestuario que trabajaba allí "recibió la orden de recoger cuanto pudiera en sólo dos horas, para no volver al edificio nunca más". De entre las 50.000 prendas y objetos que se almacenaban, Espinete se quedó fuera de los escogidos. El vestuario echado a perder se destinó a San Fernando de Henares en algún momento entre el otoño y la primavera anteriores.

Según ha comprobado el diario, la empresa supervisora SGS certifica "la imposibilidad de asegurar el desamiantado" de los elementos textiles "debido a la rigurosidad y porosidad de los materiales". El lavado no libraría a las prendas del material cancerígeno, por lo tanto, las prendas pasaron a considerarse "materiales contaminados no recuperables".

Se desconoce su ubicación

Fuentes del consejo saliente explican que "ha quedado abierta y sin cerrar una investigación tanto en el consejo de administración como en el comité de auditoría" formado este último por alguno de los consejeros. "No hay nada concluyente", sentencian.

La tumba del erizo, que más bien podría considerarse como una fosa común, está ubicada en un vertedero propiedad de la Comunidad de Madrid, gestionado por la empresa Sertego, donde no existe constancia de este particular enterramiento. Un disfraz que costó 3.150 pesetas (18,93 euros actuales), pero cuyo valor emocional sigue siendo incalculable.