Tras diversos retrasos llega por fin a nuestras salas 'La nana', segundo largometraje del cineasta chileno Sebastián Silva tras 'La vida me mata', película nominada al Globo de Oro y a los Independent Spirit Awards, y ganadora del Gran Premio y del Premio Especial del Jurado en la pasada edición edición del Festival de Sundance.
Concebida como una reflexión a pequeña escala de las relaciones sociales entre amo y criado, 'La nana' nos traslada a un pequeño microcosmos doméstico de familia bién en el que su protagonista femenina, una sirvienta entrada ya en años y acomodada bajo la supuesta protección del poder, ve cómo se pone en peligro dicho estado de privilegio con la llegada de una nueva trabajadora del hogar.
A caballo entre el realismo documental, la tragicomedia y, por qué no, puntuales pasajes que por momentos nos hacen intuir falsamente un giro genérico hacia el thriller, 'La nana' se queda finalmente en poco más que una interesante aunque algo limitada radiografía de la relación entre clases sociales y la inevitable creación de dependencia, entre Síndrome de Estocolmo y angustia paternofilial, por parte del estrato oprimido.
Así pues, 'La nana' retrata, por un lado, la desesperada lucha de su protagonista por mantener un estatus que, a pesar de situarla en el último eslabón de un escala social de esencia piramidal, parece ofrecerle la seguridad y privilegios que ésta necesita y, por otro, un análisis de la evolución entre clases sociales -con cierto sabor a Turgenev- a través del marco generacional. De este modo, mientras la protagonista representaría esa mezcla de dependencia y sumisión del victimismo social propio de la viejas generaciones, la recién llegada y los hijos de los amos ejemplifican, por el contrario, la -estéril- renovación de ese mismo orden, en una clara ejemplificación de la lampedusiana máxima de que todo debe cambiar para que nada cambie.
