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PRECRÍTICA

'El retrato de Dorian Gray', censurando a Oscar Wilde

Una pasable primera toma de contacto para los desconocedores de la obra original, así como un flaco favor para los que hemos disfrutado en letra impresa al personaje creado por Wilde.

Por Óscar Martínez 7 de Junio 2010 | 12:22

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Resulta curioso que un personaje tan icónico y popular como el Dorian Gray de Oscar Wilde apenas sí haya tenido adaptaciones a la gran pantalla. Como principales referentes, podríamos citar al film homónimo de 1945 dirigido por Albert Lewin y la casi desconocida adaptación en clave de terror de serie B de Massimo Dallamano, además de puntuales referencias como en la versión cinematográfica de 'La liga de los hombres extraordinarios' o incluso 'El fantasma del paraíso'.

'El retrato de Dorian Gray', censurando a Oscar Wilde

Este fin de semana, y tras haber pasado hace ya varios meses por el Festival de Sitges, llega a nuestras salas una nueva revisitación de la obra del escritor británico, en esta ocasión dirigida por Oliver Parker, cineasta que ya adaptado en dos ocasiones ('La importancia de llamarse Ernesto', 'Un marido ideal') la obra de Wilde con diferentes resultados.

Por desgracia, la mescolanza entre aproximamiento y reinvención que pretende Parker queda en poco más que una pasable primera toma de contacto para los desconocedores de la obra original, así como un flaco favor para los que hemos disfrutado en letra impresa del soberbio personaje creado por Wilde. Las disquisiciones morales entre el trío protagónico, la crítica a la vacuidad de la sociedad del momento, las angustias existenciales de su protagonista, así como la perversión de la pureza individual en manos de la sociedad, quedan desdibujadas en un film harto superficial que por momentos parece más predispuesto a actualizar el cine de época que a ser fiel a la obra original.

'El retrato de Dorian Gray', censurando a Oscar Wilde

Por tanto, esta nueva adaptación de 'El retrato de Dorian Gray', a pesar de seguir -al menos sobre el papel, y dejando a un lado el desenlace final- las pautas marcadas por la novela de Wilde, resulta desangelada y carente tanto de apasionamiento como de capacidad de provocación. La espiral de degradación moral del Gray literario queda desdibujada en el celuloide por el afán de reconducir al personaje por derroteros teen -con ese 'descenso a los infiernos' en clave de video-clip- mediante un Ben Barnes incapaz de transmitir sensación alguna al espectador, mientras que los personajes interpretados por Ben Chaplin y, sobretodo, Colin Firth, parecen funcionar en un ausente piloto automático.

Así y todo, el film de Oliver Parker se deja ver si uno no se pone demasiado exigente, pero no deja de resultar curioso el hecho de que, en pleno siglo XXI, un film no logre -o no quiera- transgredir del mismo modo que una novela del siglo XIX, cosa que, sea como sea, da qué pensar.

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