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PRECRÍTICA

'El gran Vázquez', genio y figura

A pesar de las carencias de algunos de sus elementos y de su discutible fidelidad, el filme de Óscar Aibar termina dejando una buena sensación en su conjunto.

Por Óscar Martínez 24 de Septiembre 2010 | 17:11

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Este fin de semana llega a nuestras salas 'El gran Vázquez', biopic del popular creador de personajes como las hermanas Gilda o Anacleto, agente secreto. Protagonizada por Santiago Segura, la película de Óscar Aibar se sirve de la etapa en Bruguera del dibujante para retratar en una curiosa mezcla de condescendencia y cinismo la Barcelona de la postguerra.

'El gran Vázquez', genio y figura

Pícaro, vividor, bebedor y mujeriego, sin duda alguna la vida y miserias del irrepetible Manuel Vázquez ha resultado ser todo un filón para Santiago Segura, quien a pesar de no brindarnos una interpretación excesivamente inspirada, sí logra otorgar a su personaje las dosis necesarias de ternura y descaro como para que el espectador cierta una inmediata afinidad hacia él, del mismo modo que hacia el resto de protagonistas, especialmente los moradores de la editorial Bruguera, Ibáñéz incluído, quienes conforman todo un microcosmos.

A pesar de que la estética del filme no puede dejar de evocarnos en cierta manera al acartoonamiento propio del primer cine de Fesser, y que su director parece confiar más bien poco en recurso de la animación, lo cierto es que 'El gran Vázquez' termina por dejar su particular impronta en el espectador, vencido ante la incansable condescendencia de su director hacia sus personajes y su entorno, y si bien el análisis de sus diferentes elementos –interpretación, dirección, puesta en escena, animación...- bien puede no terminar de convencer a muchos, curiosamente la conjunción de los mismos sin duda obtendrá el beneplácito general del espectador.

'El gran Vázquez', genio y figura

La única pega que cabría reprocharle al filme de Aibar resulta ser, irónicamente, la parca fidelidad de su historia, pues así como 'El gran Vázquez' retrata a un personaje cuya principal nobleza recae en el apego hacia sus personajes, el verdadero Vázquez renegó de los mismos en no pocas ocasiones, asegurando que se trataban de creaciones surgidas de la castración de la censura franquista, e incluso llegando a afirmar, literalmente, que todas esas tonterías las hacía para los niños, que son tontos. Ahí es nada.