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CRÍTICA

'La doncella': El dulce alimento materno

El drama erótico de 'La doncella', dirigido por el cineasta coreano Park Chan-Wook, ofrece un relato de amor lésbico entre las protagonistas lleno de profundidad, delicadeza y entrega.

Por Sandra Sánchez Guerra 2 de Diciembre 2016 | 10:46

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Provocación e intimismo a partes iguales. Park Chan-Wook juega en el terreno que mejor domina en su último largometraje, 'La doncella', ofreciéndonos desde el principio un juego de "niñas" que a medida que avanza el metraje se torna en una relación de lo más profunda y hermosa, sirviéndose de la provocación y la sexualidad como principal elemento narrativo. Todo comienza cuando una aparente tierna y condescendiente doncella llamada Tamako aterriza en la gran casa de un japonés que adora coleccionar libros antiguos y realizar subastas entre los más selectos compradores.

Al menos eso es lo que creemos, pues la cinta ambientada en la década de los 60, cuando el país asiático se encontraba invadido por su vecina Corea, es toda una balanza de apariencias. Pronto descubrimos que Tamako se llama en realidad Nam Sookee y es una ladrona curtida en el engaño, y que ha llegado a la casa del señor Kouzuki con el fin de allanar el camino del Conde Fujiwara para seducir a Izumi Hideko, la sobrina del dueño de la mansión y una rica heredera con la que ambos personajes masculinos de 'La doncella' desean casarse a toda costa.

 Kim Min-hee y Ha Jung-woo en una escena de 'La Doncella'
 

Uno de los aspectos que más brillan de la cinta protagonizada por Kim Min-hee, Kim Tae-ri y Ha Jung-woo es la vuelta de tuerca que consigue dar a la historia a lo largo de las tres partes en las que se divide el relato. La sufrida premisa con la que arranca 'La doncella' da la vuelta en su segunda parte para devenir finalmente en un grácil relato de amor entre dos mujeres que van supliendo sus respectivas carencias afectivas en una delicada simbiosis que alterna momentos de fragilidad y descontrol emocional con puntos de enorme refuerzo vital entre las protagonistas. Pero lo que hace especial a esta relación no es que se trate de un amor lésbico, sino de la unión umbilical que va creciendo entre Tamako y la señorita Ideko a medida que se sirven de los aspectos cotidianos de la sobrina de Kouzuki para emprender un viaje introspectivo hacia la profundidad de los personajes.

En este sentido es especialmente destacable una de las primeras escenas eróticas entre las protagonistas, por su cuidada estética visual y por su carga seductora sin ser una escena explícitamente sexual entre Min-hee y Tae-ri. Es el punto justo en el que la misión de Tamako de conseguir que Izumi Hideko se case con el Conde Fujiwara para que éste la encierre en un manicomio y puedan repartirse su fortuna comienza a deshacerse cuando el ácido se convierte en dulce y este dulzor se traduce en sabroso.

Entonces el plan que tenía diseñado la doncella se diluye, deja de ser importante y empieza a dejarse llevar por un deseo, una pasión, un irrevocable sentimiento... ¿Cómo podría imaginarse Tamako que un caramelo tendría un sabor distinto en su boca?: la quebradiza y frágil señorita Hideko, la "niña" que no sabe lo que quieren los hombres y por la que acabará apartando el objetivo al que se ha aferrado durante toda su vida.

 Fotograma de 'La doncella'
 

'La doncella' tiene mucho de especial por esa infantil relación que se explota entre las protagonistas. "Ojalá mis pechos dieran leche para poder alimentarte", dice en un momento de la película Tamako. La entrega entre ambas llega hasta tal punto que en algunos de los planos la desnudez física de sus cuerpos se aparta de la picardía para dar paso a la esencia del personaje. Pero aún mejor que esto es el concepto de que todos los protagonistas son en algún punto de la historia un juguete, un simple elemento de paso con el que otro se sirve para llegar hasta su objetivo dramático particular.

No obstante, lo más importante es que por encima de todo estamos nosotros, los espectadores, para culminar el largometraje, ya que no nos libramos de formar parte del último juego de Park Chan-Wook, en el que se explota el punto de vista voyeur de cada uno de nosotros. Somos un engranaje más de la cadena, un juguete erótico más, sobre todo en la escena final de la película, más exhibicionista que otra cosa, que concluye entre las sábanas este drama erótico.

Nota: 9

Lo mejor: La íntima relación que se explota entre las protagonistas.

Lo peor: El final, que no termina de estar a la altura del resto de la narración.

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