La otra carrera espacial,en verso

Más que una película, «El cosmonauta» es una experiencia. «Una película hecha por más de 5.000 personas», reza la publicidad de esta obra distinta, financiada gracias al micromecenazgo (o crowdfunding, que dicen los entendidos).

En los cuatro años que ha durado la aventura, cualquiera podía convertirse en productor, desde muy pocos euros, y salir en los títulos de créditos, que duran cerca de veinte minutos. Afortunadamente, están al final. Como intento para torear la crisis solo caben elogios hacia este proyecto, que además no es nada conformista: plan de rodaje en Rusia, reparto internacional y un acabado formal brillante son sus cartas de presentación. Al estreno del largometraje, por tierra mar y aire, se suman 32 cortos que amplían, aclaran, prologan y ponen los puntos sobre toda clase de íes para saciar al espectador más sediento. El concepto de «extras» de los viejos DVD se queda completamente obsoleto.

El punto de partida, por otro lado, es apasionante. «El cosmonauta» observa la carrera especial desde la escotilla del bando perdedor, al menos si se considera que la meta estaba en la Luna. De los rusos apenas conocemos a la perrita Laika, a Gagarin y sus Sputniks. La película de Nicolás Alcalá es un poema en imágenes sobre la tardía y dramática llegada del segundo a nuestro amado satélite natural, una elegía sobre los héroes que llegaron y no volvieron o, simplemente, regresaron a una Tierra lunar, inexplicablemente vacía. Como ocurre a menudo con la poesía, es difícil que llegue al corazón de las masas. Incluso habrá quien prefiera, por la inteligente mezcla de ficción e imágenes reales, alguno de los cortos, pequeños documentales con un plus de amor por unos hechos guardados durante décadas en frascos de formol.