Eloy de la Iglesia, adicto al cine

Un director de cine valiente y provocador, considerado un “enfant terrible” en sus inicios, se ganó pronto la fama por su estilo irreverente y su postura combativa frente a la censura. Desde sus primeros trabajos, buscó constantemente los límites de la libertad de expresión, desafiando las normas establecidas y retratando sin filtros la realidad más cruda y oscura de la sociedad. 

Durante la transición, se convirtió en cronista de los excesos, contradicciones y miserias de una época convulsa, dejando un testimonio cinematográfico tan valiente como polémico. Sin embargo, su vida personal comenzó a desmoronarse: la drogadicción se convirtió en un abismo que arrastró su carrera y su reputación, sumiéndolo en un largo período de ostracismo. En más de una década, sus películas fueron olvidadas, criticadas o incluso repudiadas, y el hombre que había desafiado a todos se vio atrapado en sus propios demonios. A pesar de ello, nunca abandonó del todo su pasión por el cine, su verdadero refugio y obsesión. 

Con un esfuerzo titánico, logrará superar los peores años de su adicción, reconstruir su vida y regresar a la gran pantalla, demostrando que la creación artística y la búsqueda de la verdad no pueden ser derrotadas, ni siquiera por los infiernos personales más oscuros. Su historia es la de un genio incomprendido, un rebelde imprescindible, un hombre que pagó un alto precio por su libertad y, finalmente, recuperó su voz única en el cine que siempre lo había definido.