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CLUB DE CINE

'Grupo salvaje', la desesperanzadora obra maestra de Peckinpah

Este western de 1969, firmado por el director de la también excelente 'Perros de paja', nos pone en la piel de un grupo de forajidos a punto de cometer su último golpe antes de retirarse.

Por Jesús Márquez 28 de Febrero 2012 | 09:15

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'Grupo salvaje' es una obra maestra. La más sobresaliente película de uno de los mejores directores que ha dado el cine, o por lo menos uno de los más queridos por un servidor. Una historia, que más allá de su lírico uso de la violencia y su innovador montaje, llega al corazón con una verdadera demostración de lo que es la amistad y de un pesimismo que se ve superado por la necesidad de demostrar que aún se conserva el honor. Una cinta con unos personajes perdedores, destrozados y rufianes, pero con ciertos valores que les diferencian de la peor de las calañas.

Sam Peckinpah firma su obra más influyente, aquella que marcó los canones del llamado western crepuscular y que consiguió que el cine de acción actual sea como es ahora. Tal como suena. Porque por un lado edificó todo un género al que más tarde pertenecieron 'Sin Perdón' o la española y más reciente 'Blackthorn. Sin destino'. Por el otro tenemos un film con una apabullante cantidad de cortes y un dinamismo casi epiléptico, aunque con un pulso tan prodigioso que no es difícil situarse en lo que está ocurriendo. No es descabellado afirmar que Peckinpah afianzó el uso de tomas muy cortas e incluso de la cámara lenta para las escenas de acción actuales, pese a que este director justificó su uso con más fuerza que cualquiera de los muchísimos directores hiperactivos de hoy día.

William Holden en 'Grupo salvaje'

Un reparto perfecto

William Holden encarna a Pike Bishop, personaje que ya se puede considerar todo un icono del western. Ernest Borgnine y Edmon O'Brien, entre otros, forman con él ese grupo salvaje que da nombre a la película: una panda de forajidos agotados ante la vida que les ha tocado vivir. Todos bordan su papel, desde Holden hasta el secundario más secundario. Incluso los cazarrecompensas que aparentan estar sobreactuando consiguen crear unos excéntricos y despreciables personajes.

Cada mirada de Holden es una puerta hacia el interior de Pike. Él y sus compañeros son personajes que añoran volver a ser niños - como se destaca en una de las más magistrales citas de la cinta -, con alejarse de sus actuales vidas lideradas por la violencia y redimirse de todo aquello por lo que han tenido que pasar. El honor y, sobre todo, ellos mismos son lo único que les queda. De hecho, hay una curiosa y natural progresión de amistad entre todo el grupo, que sí se muestra firme desde el principio entre Pike y su viejo amigo Dutch. Acostumbrados a fallar en todo lo que han intentado tienen una perspectiva de la vida tan "realista" como desgarradora. Les gustaría alejarse de la violencia con la que conviven, pero es lo único que conocen.

Este tipo de fracasados se repiten en toda la filmografía de Peckinpah. En 'Grupo salvaje' podemos encontranos con ciertos signos identificativos del director californiano. La violencia es uno de ellos, muy presente en la ejemplar secuencia inicial, en la que intercalando la presentación de los protagonistas aparecen unos niños que le dan de comer un escorpión a unas hormigas. Las siniestras risas de los muchachos son una de las representaciones más poderosas y dantescas de la filosofía de Peckinpah, una pesimista visión de un mundo en el que la violencia está presente en unos niños que juegan a ser adultos y unos adultos que desean volver a tener la inocencia que perdieron.

Ernest Borgnine en 'Grupo salvaje'

La peculiar forma de grabar la violencia de Peckinpah pretende que la veamos como algo repugnante, incómodo; lejos de hacer una apología de la misma como apuntan muchos de sus retractores. Pese a que a todo lo que la rodea es prácticamente poético y estéticamente no desagrada, el director resalta el sufrimiento de los que la soportan con la cámara lenta, al mismo tiempo que reproduce el caos con los cortes antes mencionados.

Una historia redonda

La trama gira en torno a unos forajidos que pretender dar su último golpe antes de retirarse, al mismo tiempo que un antiguo compañero de Pike se ve obligado a encabezar un grupo de cazarrecompensas que debe dar con ellos en menos de treinta días. La revolución mexicana también tiene su lugar en una historia que controla el ritmo de forma envidiable.

Más de 2 horas en las que hay tiempo para todo: asaltos, tiroteos, momentos enternecedores - hay que destacar de forma irremediable la salida del pueblo de Ángel al ritmo de "La Golondrina" -, tristes e incluso alguno humorístico. La película se encamina a dar sentido a su final, un increíble clímax que encumbra 'Grupo salvaje' hasta los cielos. Peckinpah comentó que el esqueleto de la historia se ideó pensando cómo hacer creíble un último acto así, ¿qué tipo de personas lo harían y bajo qué condiciones?

Warren Oates y Edmond O'Brien en 'Grupo salvaje'

Sus puntos fuertes lo son en proporciones gigantes: una más que correcta banda sonora, unas actuaciones alucinantes y una dirección de hierro. Se pueden destacar infinidad de cosas respecto a los valores que intenta expresar. El nihilismo de Peckinpah, ese pesimismo absoluto, el código moral del que pretenden hacer gala los protagonistas... pero cuando uno acaba de ver 'Grupo salvaje' hay algo que permanece por encima de todo: la amistad. Es donde todo lo anterior converge, lo que mantiene en pie a esos hombres, lo que los diferencia de las hormigas que atacaron al escorpión y por lo que realmente serían capaz de luchar.

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