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CRÍTICA

'Le Week-end': Los años y el amor son malos compañeros de viaje

Roger Michell dirige a Jim Broadbent y Lindsay Duncan en el agridulce viaje de un matrimonio que recorre las calles de París, mostrándonos que al amor también le salen arrugas.

Por Adrián Peña 8 de Diciembre 2013 | 12:10

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En 'Viaggio in Italia', Ingrid Bergman y George Sanders paseaban por Roma los restos de su amor. Una crisis que brotó del contacto de la pareja con un entorno extraño (Italia) y que alcanzaba su clímax en la recordada escena en la que Bergman rompe a llorar ante el resurgimiento de unos restos de esqueleto de una pareja que murieron abrazados y abrasados por la lava del volcán en las ruinas de la antigua Pompeya. La leyenda cuenta que la relación que Bergman mantenía con Rossellini (director de la película y su pareja por aquel entonces) estaba en las últimas y que aquellos restos, que surgieron de las profundidades de la tierra, fueron puestos ahí expresamente por Rossellini sin avisar a Bergman para que funcionase como acto revelador para ella al descubrir la certeza de que nunca iba a compartir con Rossellini el amor que aquel par de amantes compartieron en sus últimos segundos de vida.

Le Week-End

Esa rememorada escena es citada expresamente en la reciente 'Antes del anochecer', la última entrega de la memorable trilogía sobre el amor que Richard Linklater empezó en 1995. Julie Delpy-Celine le comenta a Ethan Hawke-Jesse mientras caminan por un pueblecito de Grecia que la situación le recuerda a la escena de la película de Rossellini. No la menciona directamente, porque no recuerda el nombre del filme, pero la describe perfectamente. De esta manera, Linklater conecta astutamente su película con la de Rossellini y, si lo miramos detenidamente, es un acertado lazo de unión porque ambas películas, en mayor o menor medida, hablan sobre la crisis del amor, aunque los más optimistas digan que no es una crisis, sino una adaptación/evolución del amor a una nueva situación como es el matrimonio y la paternidad...

Estos dos filmes nos transportan directamente al título que nos ocupa aquí, 'Le Week-End' de Roger Michell, y nos transportan porque, al fin y al cabo, también habla sobre la crisis del amor. La pareja protagonista de 'Le Week-end' (excelentes Lindsay Duncan y Jim Broadbent, ganador de la Concha de Plata al mejor actor del pasado Festival de San Sebastián) son una pareja de sexagenarios que viajan a París, donde celebraron su luna de miel, para conmemorar sus treinta años de casados y, mientras caminan y comen por los rincones más románticos de París, hablan y reflexionan sobre su relación y sobre el amor a esa edad como Julie Delpy y Ethan Hawke lo hacían en 'Antes del anochecer'. De hecho, 'Le Week-end' podría ser, perfectamente, la cuarta parte de la trilogía de Linklater pero centrifugada por el humor negro e incisivo típicamente británico.

Le Week-End

Las grietas del amor

Lo que empieza como una amable comedia sexagenaria tipo 'El exótico hotel Marigold', poco a poco se va descubriendo como una película agridulce, punzante y dolorosamente reflexiva sobre lo que supone llegar a los sesenta años al lado de una persona a la que llevas queriendo durante treinta. Pese a que Michell y su guionista Hanif Kureishi son bastante más autoindulgentes que Linklater o Rossellini, ambos tienen claro que el amor es algo que se resquebraja con el paso del tiempo y que si no se cuida puede llegarse a romper por completo. Como buenos ingleses, Kureishi y Michell han sabido maquillar de comedia ingeniosa (las réplicas y contrarréplicas que se dan ambos protagonistas llegan a unas cotas de lucidez sensacionales) un crudo drama sobre lo complicado que es para una pareja llegar a los sesenta años amándose como la primera vez.

Así, 'Le Week-end' se viste de comedia dramática y, asentada en la palabra, reflexiona sobre temas tan complicados como el sexo, la infidelidad y la crisis sentimental en los inicios de la tercera edad para concluir en que, en el matrimonio, o te acabas aguantando el uno al otro o lo tienes crudo.

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