å

CRÍTICA

'En un lugar sin ley': El anhelo epistolar

'En un lugar sin ley' es la desdichada lovestory que Sam Peckinpah hubiera rodado de haber hecho cine en el s. XXI y tener una steadycam a mano. El ocaso de una pareja que anhela reencontrarse.

Por Adrián Peña 8 de Mayo 2014 | 10:00

Comparte:

Ver comentarios (1)

El anhelo. Esa sensación incontrolable e impetuosa de deseo es el Todo de 'En un lugar sin ley (Ain't THem Bodies Saints)'. "Todos los días me levanto pensando que hoy es el día que voy a verte, y uno de estos días, así será" le dice Bob a su amada Ruth en las cartas que le envía desde la cárcel y que ella recibe con desasosiego en el porche de su casa de madera y en su maizal. Él ha sido encarcelado por una serie de crímenes que la pareja ha ido dejando atrás y ella deberá cuidar del bebé que juntos iban a tener de no haberse cruzado con la Ley.

En un lugar sin ley

El filme de David Lowery, uno de los nuevos directores surgidos del cine indie USA a tener en cuenta, se trata de un neo-western crepuscular en el Texas de los 70' interpretado por Casey Affleck y Rooney Mara en el papel de esa pareja unida por el Amor y separada por la Justicia. Una de esas películas únicas que zarandean sin reparos tus sentidos y que interpretan el Cine como arrebato, como pulsión incontestable de las entrañas y no la razón. El tipo de filme que te abraza con sus imágenes y te zambulle de lleno en su torrente de encuadres, movimientos melódicos de cámara y amalgama de colores pictóricos.

Con un fuerte regusto al whiskey que se servía en las tabernas de los western de los 60' y el peso de toda esa tradición de parejas fugitivas del cine negro condenadas a la tragedia, el filme, por su tratamiento visual y temático, evoca claramente a 'Malas tierras' de Terrence Malick, pero a mí me gusta más pensar que sería la desdichada lovestory que Sam Peckinpah hubiera rodado de haber hecho cine en el s. XXI y tener una steadycam a mano. Con el cineasta de 'El árbol de la vida' comparte esa épica intimista que trasciende la pantalla y llega a nuestro estómago, a nuestras vísceras, a nuestros oídos, a nuestro tacto. Esas imágenes que nos sumergen en su narrativa etérea que se centra en captar momentos y sensaciones. El cosquilleo de una caricia, la melancolía de un atardecer, la pasión de un beso o las palpitaciones al abrir el sobre de una carta esperada. "Algún día recibirás una carta mía, mirarás hacia arriba y seré yo quien te la entregue" le promete Bob.

En un lugar sin ley

Amantes condenados

Con el cineasta de 'Grupo salvaje' comparte esa anti-épica idiosincrásica de unos personajes esposados a un funesto destino que figura escrito en sus frentes. Unos personajes que conviven con una permanente violencia latente que conducen a una irremediable y aciaga conclusión. Unos personajes como Bob y Ruth. Él es una versión apocada y serena del McQueen de 'La huída' o el Warren Beatty de 'Bonnie & Clyde', condenado por sus pecados a vagar por Texas en busca de su amor perdido. Ella, por el contrario, es como una mustia y frágil versión de Faye Dunaway a la espera de su amado. Ambos son el resultado de lo que hubiera pasado si Bonnie y Clyde hubieran sido separados por el destino y eso es lo que hace de 'En un lugar sin ley' una película singular porque empieza justamente donde las demás películas acaban.

El filme empieza con la plenitud sentimental de los amantes. Están juntos, son felices y van a tener un bebé. Cuando la desventura les separa, son sentenciados a amarse en la distancia. A ver a su hijo crecer sin padre. A desearse y no tenerse y es que, al fin y al cabo, todo el filme gira en torno a esa sensación. El ocaso de una pareja que anhela reencontrarse.

Películas