å

CRÍTICA

'Fast & Furious 7': ¿Quién dijo que los coches no pueden volar?

Con la sensación de que en esta saga ya está todo permitido, entramos en el último viaje de Paul Walker en la saga en la que creció y que en esta entrega homenajea su memoria.

Por Carlos Manuel Hernández Fernández 2 de Abril 2015 | 09:30

Comparte:

Ver comentarios (3)

Hay una escena en 'Fast & Furious 7' en la que el hijo del personaje interpretado por Paul Walker arroja un coche como si fuera un avión, y su padre lo recoge y le dice al chaval que los coches no vuelan. Toda esta cinta desprende este espíritu. La de un niño pequeño e inocente que juega a los cochecitos del modo que le da la gana, y si tienen que volar, vuelan. Aquí reside el mayor divertimiento de la séptima entrega de la saga, cuyas exageraciones en virtud de la acción siguen siendo su plato fuerte, hasta el punto en que uno ya no sabe que será lo próximo.

'Fast & Furious 7': ¿Quién dijo que los coches no pueden volar?

Bajo la dirección de James Wan, el metraje ha ganado algunos recursos estilísticos interesantes sobe todo en los combates, como esa cámara que gira sobre si misma para mostrarnos la caída con el personaje en la misma posición mientras todo lo demás gira, interesante. Aún con ello, la cinta peca en muchos de sus fragmentos en caer en la estética de videoclip para contextualizarnos en la acción, y si en un primer momento puede soportarse como algo anecdótico, comienza a perder su sentido cuando cada vez que los personajes entran a una sala con música, todos los planos son sacados de un video de música club.

La acción es el plato fuerte del largometraje, y la hay en sus tres vertientes más clásicas: coches, combates y tiroteos. Estos tres elementos se entre mezclan entre si para ofrecernos todo un espectáculo visual y pirotécnico a la altura de su presupuesto: unos 250 millones de dólares que justifican con la destrucción de vehículos, casas, oficinas, edificios... todo aquello que sea propenso a explotar, créanme, va a explotar.

Eso sí, la cinta despliega todo su potencial cuando son los coches los protagonistas de la acción, y es aquí donde entra en escena ese niño pequeño que todos tenemos dentro y que jugaba con los coches de juguete como le apetecía. Es por ello que veremos una serie de impagables momentos con los automóviles como protagonistas que simplemente, hacen que no nos quede otra que gritar un "yeah!" en medio del cine debido a la sobrada que estamos observando. Aquí reside parte del encanto de esta saga y sobre todo este filme en particular: es una diversión de la que hasta el amante del gran cine puede sentirse gustosamente culpable. Por cierto, quien haya jugado a 'Uncharted 2' verá un claro homenaje en una de sus escenas, todo un punto.

La elección de Jason Statham como antagonista es un gran acierto, pero echo de menos que no se la haya sacado más provecho a su personaje, que por momentos desaparece del metraje y queda en segundo plato, cuando en un comienzo era su puesta en escena lo más sorprendente que ofrecía el final de la anterior entrega.

Pese a toda esta adrenalina, es complicado mantener el tono y ritmo con un metraje que supera las dos hora de duración y peca de repetitivo en alguno de sus tramos. Aún con ello, la película hace honores para mantenernos atentos a lo que pasa en pantalla gracias a la socarronería de sus personajes, los caracteres marcados de cada uno de ellos y el espíritu de equipo que han creado con el paso de los años. Sin duda, un entretenimiento sobrepasado y sobreproducido, pero satisfactorio.

'Fast & Furious 7': ¿Quién dijo que los coches no pueden volar?

Para ti, Paul

No sé hasta que punto puede o no puede ser la mejor entrega de la saga, ese tema que sea de discusión para los más fans de la franquicia, pero si por algo será recordada esta cinta es por ser la despedida de Paul Walker del mundo 'Fast & Furious 7', del Mundo. Quizás fue mi impresión, pero se respira una nostalgia en los planos donde aparece este hombre, más sabiendo su trágico final. Puede que el ojo mas crítico intente buscar dónde están esas escenas generadas por ordenador para completar el metraje que dejó huérfano el intérprete, pero que no es más que un espíritu de justificación de que estamos viendo la pronta despedida de un hombre que dudo mucho que quisiera irse.

Es por ello que esta séptima entrega es también un emotivo homenaje al actor, que deja al espectador con una extraña sensación al salir del cine por los últimos minutos que regala el filme a su memoria. En mi caso, en lugar de salir aplaudiendo, salí algo tocado. Entonces pensé en que esta saga y esta entrega en particular, por encima de toda la pirotecnia, está cimentada en la camaradería, la amistad. Y esto es lo que estamos viendo: una pandilla de amigos pasándolo bien a lo grande, como cuando éramos pequeños y jugamos con los coches saltando de azotea a azotea, así está planteado el filme, porque ¿quién dijo que los coches no pueden volar?.