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CRÍTICA

'Mr. Holmes': Los achaques de la edad'

El detective más famoso del mundo, Sherlock Holmes, se hace mayor en la nueva película de Bill Condon, adaptación de una novela de Mitch Cullin.

Por Daniel Lobato Fraile 21 de Agosto 2015 | 18:23

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Tras sus escarceos con el fenómeno fandom a través de los vampiros y hombres lobos de la saga Crepúsculo y de retratar, con escaso éxito, el caso de Julian Assange y Wikileaks en 'El quinto poder (Dentro de WikiLeaks)', Bill Condon ha decidido echar la vista atrás y refugiarse en pastos más verdes, a terrenos conocidos y que en el pasado le dieron sus mayores éxitos.

'Mr. Holmes': Los achaques de la edad'

Esta 'Mr. Holmes' pues, no deja de ser una actualización de aquella 'Dioses y monstruos' (1998), en la que también con Ian McKellen como protagonista exploraba el retiro de un hombre y las circunstancias que le atormentaban. En aquel caso la figura a retratar era James Whale, director de las dos películas del monstruo de Frankenstein que interpretara Boris Karloff. En este riza más el rizo, hablando del ocaso de un personaje tan icónico para la literatura universal que casi parece haber existido de verdad: Sherlock Holmes.

Basándose en una novela de Mitch Cullin, el cineasta aborda la vida del famoso detective, ya alejado de cualquier tipo de actividad profesional, aquejado de algunos problemas de salud (entre ellos lo que se presupone un incipiente Alzheimer), y obsesionado con un antiguo caso que nunca logró resolver (para ser exactos, no recuerda si lo resolvió o no, ni cómo, lo que en la práctica viene a ser lo mismo). Holmes vive en una casa de campo con su ama de llaves y el hijo de ésta, con quienes pasa el tiempo mientras no está divagando sobre su pasado.

McKellen y Laura Linney son los pilares fundamentales de una película cuyo único atractivo es, precisamente, el trabajo de sus actores. El caso que intenta dilucidar el otrora detective carece de cualquier tipo de interés o trascendencia. La exposición del mismo, a través de conversaciones o de flashbacks, sigue el ritmo pausado al que nos tiene acostumbrado Bill Condon, pero su resolución dista mucho de ser satisfactoria. Para que nos podamos hacer una idea de la tensión o complejidad del misterio, imaginemos que hemos perdido las llaves y no hacemos más que darle vueltas a la cabeza con la intención de recordar dónde pueden estar. ¿En serio alguien puede vivir atormentado durante años por eso? Pues exactamente eso lo que le sucede a este achacoso Sherlock Holmes. No hay un objetivo real que perseguir y no hay una conclusión que desprenda fuerza.

'Mr. Holmes': Los achaques de la edad'

'Mr. Holmes', en el fondo, trata de la relación entre un anciano y un niño. De cómo el primero supera su incapacidad de amar y su aislamiento social, y de cómo el segundo encuentra una figura paterna a la que idolatrar y de la que aprender. Son dos personajes con carencias emocionales que se "salvan" el uno al otro. Y el tema está muy bien, pero cabe preguntarse si para narrar una historia así es necesario tanto artificio novelesco.

Me llamo José García

El protagonista es Sherlock Holmes como podría ser un José García cualquiera. Da exactamente lo mismo. El que Holmes sea el protagonista sirve solo para que Ian McKellen engrose la lista de intérpretes que han encarnado al eterno detective, pero poco más. Si bien no faltan los guiños a la figura literaria, principalmente a través de la narración del caso que sirve como mcguffin y de la visión que John Watson ofrece al mundo de Holmes, Condon no logra ofrecer elementos que enriquezcan al mito. En este sentido el ejercicio se queda un tanto vacío. Por suerte, lejos del esperpento que supusieron los días madrileños de la pareja en 'Holmes & Watson, Madrid Days' de nuestro respetable José Luis Garci.

De 'Mr. Holmes' podemos rescatar detalles, algunos elementos y escenas sueltas. Pero en conjunto no funciona. Más grave aún, aburre. Al no haber un rumbo lo suficientemente claro, el ritmo se hace demasiado tedioso. El detective se va haciendo mayor a medida que avanza el metraje. Condon nos ofrece una de esas películas "de gente hablando sentada" que los actores suelen agradecer porque les da pie a lucirse y trabajar a conciencia sus interpretaciones, pero que si la historia narrada no tiene fuste, puede llevar al desastre. El caso que nos ocupa no es tan flagrante, pero sigue sin ser una opción recomendable salvo para auténticos fans del personaje o del director.

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