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CRÍTICA

'La modista': Kate Winslet brilla en un film mucho más bello, cruel y reflexivo de lo que aparenta

El orgullo, la cabeza alta, el talento y el fuego no le pueden caer mejor a esta intérprete que junto a Judy Davis representa uno de los inesperados regalos del film.

Berta F. Del Castillo
Por Berta F. Del Castillo Más 18 de Marzo 2016 | 14:45
Creadora de contenido digital y periodista especializada en cine y series. Fan de 'Star Wars'.

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Una carretera perdida y una historia de ayer. El cuento de una pequeña de mejillas polvorientas surcadas por lágrimas que terminaron dejando una huella mucho más dolorosa y duradera. Así arranca 'La modista' un film que resulta ser nada de lo que esperas y mucho más. Mucho más profundo, mucho más complicado, mucho más bello, cruel, acertado y reflexivo, una mezcla poco común de sensaciones y elementos de los que dejan un poso innegable y ciertamente difícil de describir.

Nada que ver con lo que aparenta. 'La Modista' no es la historia de amor de turno, no gira en torno a la relación que se establece entre los personajes de Kate Winslet y Liam Hemsworth, no tiene tanto que ver con la venganza, ni con el intenso, muchas veces complicado y siempre irrompible cordón que une a una madre y una hija... Tampoco se limita a explorar la jerarquía y la manera de vivir de un pueblo pequeño. 'La modista' es más bien una reflexión social.

 Kate Winslet y Liam Hemsworth en 'La Modista'

La historia, ambientada en los cincuenta, transcurre en la pequeña aldea australiana de Dungatar, un conjunto de casas con tanta memoria como ganas de juzgar, y con tanta crueldad como apego por un orden establecido imperturbable, inmortal y ciertamente molesto para una mujer que nada tiene que ver con eso, que está mucho más allá, cuyos colores desafían el tono anodino que rodea a todo lo demás.

Myrtle 'Tilly' Dunnage, personaje interpretado por Winslet, regresa a la aldea de la que fue repudiada con el objetivo de responder a todas esas preguntas que su memoria infante encierra, mientras pasa factura a todos aquellos que, o bien acarrean la responsabilidad directa de alejarla de su madre, o hicieron la vista gorda al respecto. "¿Soy una asesina?, ¿es eso por lo que estoy maldita?", estas dudas empujan a Tilly a volver a un lugar que claramente le viene pequeño, cuestiones que le afectan en lo más profundo, pero que pronto se convierten en un hilo conductor que nos sumerge en un viaje insospechado, de personajes secundarios, potentes y fascinantes que brillan, sí, pero que sobre todo hacen brillar a Winslet, actriz que se luce como pocas veces.

 Kate Winslet en 'La Modista'

El orgullo, la cabeza alta, el talento y el fuego no le pueden caer mejor a esta intérprete y a su personaje, le sientan como un guante de esos que se quita emulando a Gilda. Le favorecen casi tanto como el maravilloso vestuario del film, que logra un toque insuperable, un impacto de dejar sin habla a un equipo completo de rugby. Esos vestidos maravillosos exponen a la vez lo que supone la moda en la vida y en el cine, y sirven de metáfora y recuerdo del papel tan importante que las apariencias desempeñan en las mentes más abiertas y en las más cerradas, en el consciente y subconsciente de todos.

Una belleza despiadada

Jocelyn Moorhouse escribe y dirige esta adaptación de la novela homónima escrita por Rosalie Ham, que camufla un pozo de sensaciones y conflictos morales, deseos y realidades, desengaños, sueños rotos y amor, debajo de una fotografía de contrastes que ensalza la esencia de Tilly en contraposición con esa envidia, ese miedo y ese desprecio que la rodean.

Jugando con el color y el vestuario presenciamos la vuelta a la vida de la madre de la oveja negra de Dungatar, Molly Dunnage, personaje al que da vida, con un cariño y un talento incomparables, la actriz Judy Davis, el segundo regalo de una película cuyas interpretaciones no se podrían mejorar. Su personificación de esa madre que se ahoga en la culpa, de esa mujer llena de pena, de rencor, de anhelo por una vida que no fue, de ganas de curar la herida que su pequeña ni pretende ocultar, es tan conmovedor como cualquiera de los duros momentos que salpican una historia directa y brutal.

 Hugo Weaving y Kate Winslet en 'La Modista'

"¿Es eso un Dior?"

El sargento Farrat, personaje maravillosamente interpretado por Hugo Weaving, merece una mención aparte, no solo porque es fabuloso a más no poder, sino porque aligera en cierta forma esa intensidad inesperada que se te enreda en el estomago nada más descubrir que lo que ves no tiene nada que ver con un cuento edulcorado.

Liam Hemsworth, en el papel del chico guapo, sorprende en cierto punto demostrando ser un complemento, sí, pero uno excepcionalmente efectivo a la hora de dar la replica a una Winslet insuperable. La actriz inglesa las tenía todas para destacar y demuestra en cada fotograma que el suyo es un don innegable, pero tiene mucho que agradecer a un elenco generoso y sólido como pocos formado por Sarah Snook, James Mackay y Julia Blake entre otros, intérpretes cuyo grano de arena aporta la entereza necesaria para que esta historia tan emotiva y complicada no se venga abajo.

Y es que 'La modista' representa al final esa lucha del individuo por reafirmarse en sí mismo mientras encuentra su hueco al lado de los demás, esa necesidad de pertenencia que ocultamos todos, ese miedo al rechazo social y esa durabilidad de ciertos sentimientos tan poderosos y peligrosos como el miedo, la envidia, el poder o el amor.

Nota: 8

Lo mejor: Las interpretaciones de Kate Winslet y Judy Davis.

Lo peor: Que no se promocione como lo que es, sino como un film ligero e intrascendente.

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