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CRÍTICA

'Proyecto Lázaro': Carrusel de recuerdos

El habitual colaborador de Amenábar estrena su tercer título como director. En esta ocasión se atreve con la ciencia ficción y la resurrección artificial en 'Proyecto Lázaro'.

Por Alejandro Rodera Herrero 13 de Enero 2017 | 10:05

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¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos? La obra maestra de Paul Gauguin nos plantea las tres cuestiones más importantes de la vida. El pintor parisino afrontaba los trágicos años finales de su vida cuando este enorme lienzo vio la luz. Aquel que se atreva a contestar esas preguntas con respuestas absolutas se encontrará en un inevitable cul-de-sac. En cambio, la invitación a la reflexión inherente al arte tiene una valía inestimable, ya que todo creador que se precie manifiesta sus inquietudes espirituales y filosóficas en sus obras; y el cine no es una excepción de esos testamentos metafísicos. Con 'Proyecto Lázaro', Mateo Gil se sumerge de lleno en esas cuestiones, recurriendo a la ciencia ficción como vehículo ideal para plantear el dilema humano de la caducidad de la vida.

Fotograma de 'Proyecto Lázaro'

Sus colaboraciones con Alejandro Amenábar como guionista han llevado a Gil a firmar algunas de las mejores películas de la filmografía nacional, como 'Mar adentro' y 'Tesis'. En los últimos años se está centrando en su carrera como director, relanzada con 'Blackthorn' en 2011. Ahora regresa con 'Proyecto Lázaro' cinco años después. Ciencia ficción española sin complejo de inferioridad, pero a la que le falta una mayor coordinación entre sus diferenciadas partes. La cinta está protagonizada por Marc, un joven y exitoso artista que recibe la noticia de que le quedan escasos meses de vida. Entonces decide recurrir al proceso de criogenización, por el cual se plantea básicamente congelar su cadáver para ser resucitado en un futuro, cuando la ciencia lo permita. Gil no expone los hechos de esa forma tan lineal, sino que ejecuta saltos temporales constantemente. Hace chocar el pasado con el presente en el futuro. La nueva vida de un hombre fuera de su tiempo. En este puzzle los recuerdos son el elemento cohesionador, tan abundantes que construyen a un personaje tremendamente rico en reflexiones, pero al que le pesa que unas etapas de su vida generen mayor interés que otras.

Un realista nacimiento inaugura el metraje, que alterna las imágenes de la infancia de Marc con su periplo por el futuro y sus últimos meses en el mundo contemporáneo. Los tres tiempos tienen cabida a lo largo de la película, siendo el del futuro el que más se va degenerando con el paso de los minutos. Gil no aborda ese tiempo desconocido de forma superficial, ya que plantea sus cábalas acerca de las variaciones en las dinámicas sexuales, los avances tecnológicos o la deshumanización extrema de una sociedad encerrada en sus recuerdos; pero la frialdad del futuro en comparación con la calidez lograda en esos meses de muerte anunciada le resta ritmo al film. Las palabras de Marc marcan el camino de la narración, al desplegar su reflexión personal acerca de sus motivaciones para querer volver a vivir en el futuro y su reacción una vez que se encuentra en esa época supuestamente más avanzada. Mateo Gil desprende personalidad a lo largo de la obra, que reafirma su madurez como cineasta, pero que no parece alcanzar todo su potencial.

Fotograma de 'Proyecto Lázaro'

Cristales rotos

Tom Hughes es este Lázaro, el primer hombre resucitado, en un futuro no extremadamente lejano. Aunque es su compañera de vida en el pasado, Oona Chaplin, la que capta las miradas con más naturalidad, con un espontáneo descaro que otorga credibilidad a la relación intermitente que se establece entre ambos personajes; esa pareja, con sus idas y venidas y sus conflictos ante el traumático evento que se avecina, es el corazón de la película. Mientras que en el futuro es Charlotte Le Bon, que ya amaestró la ciencia ficción con la reivindicable 'Orígenes', la que acompaña a Marc, con un comportamiento más impostado y que no llega combustionar a partir de las emociones que caracterizaron el otro vínculo amoroso.

El antecedente más evidente e inmediato de 'Proyecto Lázaro' es sin duda 'Black Mirror'. En concreto, hay dos episodios que se pueden relacionar, a nivel temático, con la producción de Mateo Gil: 'San Junipero' y, sobre todo, 'The Entire History of You'. En ese segundo capítulo indicado, escrito magistralmente por Jesse Armstrong, se presenta una invención que permite acceder a los recuerdos, y que conduce a la gente a vivir marcada por ese pasado que persigue con insistencia obsesiva. En cuestión de tono, 'Proyecto Lázaro' ni necesita ni cuenta con el tono más mordaz y oscuro de 'Black Mirror', pero su planteamiento entra en la esfera de la reflexión acerca de los efectos de la tecnología en la sociedad. Si realmente avanzamos con los innovadores inventos, o si vamos perdiendo átomos de humanidad con cada uno de ellos. ¿Es la resurrección una estrategia de marketing o un avance verdadero?

En general 'Proyecto Lázaro' entretiene e impacta por momentos, pero deja la sensación de no haber materializado plenamente la ambición conceptual de Mateo Gil. Queda a medio camino entre lo comercial y lo íntimo; con aquella tríada de preguntas trascendentales recordadas al público de nuevo, sin llegar a descubrirnos nada nuevo de ellas.

Nota: 6

Lo mejor: La profundidad alcanzada en el personaje de Marc a través de las diversas etapas de su vida, sobre todo en lo relativo a su relación con Oona Chaplin.

Lo peor: Las alteraciones en el ritmo en algunos saltos temporales, aunque no impiden seguir la película con atención e interés.