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CRÍTICA

'Rock of ages': aquellos ¿maravillosos? ochenta

El director de 'Hairspray' reune a un reparto de primera clase en un (descuidado pero simpático) musical que versiona grandes éxitos del rock ochentero norteamericano.

Por Jorge R. Tadeo 12 de Agosto 2012 | 12:30

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En una semana en la que se estrena lo nuevo de Pixar y una de las comedias revelación de la temporada ('Ted'), 'Rock of ages' llega a España como la hermanastra fea de la cartelera tras haber obtenido críticas mediocres y unas cifras de taquilla muy decepcionantes en Estados Unidos y allá por donde se ha estrenado. Saliéndonos un tanto de la marca, vamos a intentar reivindicarla, pues pese a sus notables limitaciones, el film, un musical que utiliza éxitos del glam rock ochentero para hacer avanzar su trama, tiene también sus alicientes.

'Rock of Ages' es una nueva muestra de los musicales 'jukebox', es decir, no utiliza canciones compuestas 'ad hoc', sino que se nutre de grandes éxitos previos para desarrollar su historia. Un subgénero dentro del musical, que ha dejado éxitos tan notables y distintos como 'Mamma Mia!', 'Moulin Rouge', 'Todos dicen I love you' o la española 'El otro lado de la cama'.

 Bonneta y Hough

El film adapta un espectáculo homónimo de Broadway estrenado en 2006 y que gracias a su extraordinario éxito (incluyendo cinco nominaciones a los premios Tony), continuó representándose por diversas localidades norteamericanas hasta 2011. Parecía una apuesta segura para adaptar al cine y así el proyecto cayó en manos de Adam Shankman, responsable de 'Hairspray', el remake del musical de John Waters que supuso una grata sorpresa (y todo un taquillazo) hace cinco años.

No es de extrañar por tanto, que la producción lograra atraer a estrellas de la talla de Tom Cruise, Alec Baldwin o Catherine Zeta Jones, para papeles que, si bien no son protagonistas, acaban apoderándose de la función. Y es que la principal limitación de 'Rock of ages', digámoslo ya, es que sus jóvenes protagonistas (Diego Boneta y Julianne Hough) están a la altura vocalmente, pero la subtrama romántica y de 'lucha-por-el-éxito' que protagonizan (y que es el 'leit motiv' del film) es tan blanda y está tan vista que sencillamente no funciona y supone un lastre para la película.

Boneta interpreta a un aspirante a rockero y Hough a una chica de pueblo que llega a Los Ángeles con el sueño de triunfar en la música (¿recordamos 'El bar coyote' o 'Burlesque'? Pues desgraciadamente no andamos tan lejos...) Ambos trabajan como camareros en un emblemático club que alberga conciertos de rock y que se encuentra bajo amenaza de cierre. Y el resto de su historia puede adivinarse fácilmente sin necesidad de spoilers... Sin embargo, son las pequeñas subtramas (y por supuesto las canciones) las que van dando vida a una premisa con olor a cadáver.

 Baldwin y Brand

Así conocemos a los dueños del 'Bourbon Room' y sus esfuerzos por mantener vivo el espíritu rockero entre las paredes de su local (unos divertidísimos Alec Baldwin y Russell Brand), a Stacee Jaxx (al que interpreta un Tom Cruise desmelenado), una leyenda del rock en decadencia claramente inspirada en Axl Rose, a su agente sin escrúpulos (un Paul Giamatti en un cómico y breve papel), o a una activista ultracatólica con el objetivo de acabar con los 'sucios efectos' del rock en general y de Jaxx en particular (una Catherine Zeta Jones que merecía más momentos musicales donde lucirse). Todo mientras interpretan éxitos de Guns n Roses, Journey o Bon Jovi.

Y es con estas subtramas, con las que el film se eleva de la mediocridad, convirtiéndose en un producto tan descuidado (en el montaje), caótico (en una narración excesivamente fragmentada) e irregular, como simpático. Es en definitiva una película agradable de ver, con un humor blanco, entre lo entrañable y lo bobalicón, y una total ausencia de pretensiones, que se guarda en la manga el as del perpetuo guiño musical para el espectador nostálgico de los éxitos del rock anglosajón de los ochenta.

Secundarios de lujo

Como hemos dicho ya, los momentos más brillantes están en manos de los secundarios. Por ejemplo un Alec Baldwin muy divertido y con una excelente e inesperada química humorística con Russell Brand (el 'Can't fight this feeling' que cantan juntos es sencillamente descacharrante), destapándose este último como notable cantante. También es destacable una Catherine Zeta Jones que está deliciosamente sobreactuada como villana de la función y aprovecha al máximo el poco espacio musical que le dejan, protagonizando una potente versión del 'Hit me with your best shot' de Pat Benatar, en un número que supone la única coreografía de cierta entidad de todo el show.

 Cruise como Stacee Jaxx

En cuanto a Tom Cruise, merece un análisis individual. Pues dentro de las dos horas de espectáculo, a veces dan ganas de darle el Oscar y otras el Razzie por su interpretación de Stacee Jaxx. Y quizá merezca ambos a la vez. El actor salta al vacío con un papel que es un espejo paródico y grotesco del líder de los Guns n Roses y solo el riesgo ya merece el elogio. Cruise hace un elaborado ejercicio de sobreactuación (con voz de rockero afectado incluída), que a veces convence y divierte y otras resulta excesivo. Pero se agradece que el consagrado Cruise busque un cambio de registro cómico del que sale casi siempre airoso, también (¡sorpresa!) cuando le toca cantar. No solo salva con nota su 'Paradise City', sino que tiene un momentazo cómico-sexual-musical en el 'I wanna know what love is' que interpreta junto a Malin Akerman (una periodista de la revista 'Rolling Stone' con la que Cruise protagoniza sus mejores escenas).

Y así, entre canciones pegadizas, gags protagonizados por monos, grotescos guiños gay-friendly, una Mary J. Blidge metida con calzador para lucirse como cantante y un Cruise pasado de vueltas y envuelto un vestuario imposible, transcurre un film que sería un auténtico despropósito si se tomara en serio, pero al que su tono desenfadado y alegre lo convierte en un divertimento sin pretensiones, con la innegable gracia de un chiste malo que te hace reír inevitablemente. Resumiendo, 'Rock of ages' es una propuesta un tanto descuidada, pero fresca y muy agradable para una tarde tonta de verano, con un plus de atractivo para los fans (sin purismos) del glam ochentero.