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CRÍTICA

'Tierra prometida': el debate entre la ética y el poder

El Van Sant de la década pasada ni está, ni se le espera, pero eso no quita que 'Tierra Prometida' sea una notable película que funciona gracias a un muy académico 'aunque solvente' guión.

Por Guillermo Álvarez 20 de Abril 2013 | 09:00

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En 2010, Gus Van Sant fue elegido el cineasta de la década por la edición española de la prestigiosa revista francesa sobre crítica cinematográfica, Cahiers du Cinema. Muchos le consideramos como uno de los verdaderos cineastas independientes norteamericanos que están en activo pese a que su cine ha estado en constante transformación desde que empezó y pese a haber alcanzado la fama a nivel mundial con películas comerciales como 'El indomable Will Hunting'.

'Tierra Prometida'

Después de hacerse un hueco en el cine indie norteamericano con películas como 'Mala noche' o 'Drugstore Cobwoy', todas ellas influenciadas por la literatura Beatnik (poesía recitada a gran velocidad, el consumo de drogas como aislamiento, homosexualidad...), era cuestión de tiempo que se viera tentado por las grandes majors de Hollywood para dar el salto al cine comercial. Fue en 1997 cuando empezó una etapa en la que dejó de escribir los guiones de sus filmes y que dio títulos como 'El indomable Will Hunting' o 'Descubriendo a Forrester' pero, la razón por la que encabezó la lista de Cahiers, fue el tremendo giro de 360º que dio su carrera en 2001 al descubrir el cine del húngaro Béla Tarr, un director con un estilo radical y totalmente opuesto a los cánones visuales y narrativos que impone la Industria cinematográfica.

Van Sant quedó fascinado por la manera en que Tarr utilizaba el lenguaje fílmico (largos planos secuencia de cuatro o cinco minutos, lentos movimientos de cámara, varios encuadres fijos...) y decidió reinventarse e iniciar una revolución fílmica llamada "la tetralogía de la muerte", que llevó, al cine independiente USA, hasta cotas que nunca antes había alcanzado.

Como si quisiera despojarse de todo convencionalismo existente en su cine, Van Sant filmó, en Gerry, a unos jóvenes Matt Damon y Casey Affleck deambulando por un desierto sin decirse prácticamente nada durante 103 minutos. Una película que impactó por su atrevido planteamiento y que inició un periodo creativo absolutamente coherente y revulsivo, que completó con 'Elephant', 'Last days' y la excelente 'Paranoid Park', donde, Van Sant, vivió su etapa de mayor crecimiento como director y donde experimentó con el sonido, la imagen, la narrativa y el montaje para reanimar al cine independiente norteamericano y originar que su nombre fuera indisolublemente ligado al de calidad.

Un giro de 360 grados

He considerado oportuno realizar esta introducción para remarcar lo lejos que está, Van Sant, de esa época de lucidez creativa que tuvo en la década pasada limitándose, en los últimos seis años, a ser un simple intermediario de los grandes estudios encargado de traducir en imágenes guiones que han sido escritos por terceras personas. Una labor que, por otra parte, lleva a cabo con pericia, dada su habilidad tras las cámaras, pero que no deja rastro alguno de aquél Van Sant capaz de narrar el estado de desorientación de un chaval disociando la imagen del sonido sin utilizar ni una frase de guión.

'Tierra Prometida'

'Tierra prometida', su última película, a pesar de tener una estética "independiente", está más cerca de su antigua etapa de Hollywood que de su "tetralogía de la muerte" porque, al fin y al cabo, no deja de ser una producción respaldada por Universal Pictures, al servicio de una gran estrella como Matt Damon y con un reparto conocido.

La historia nos sitúa en un pequeño pueblo de la Norteamérica profunda, donde todos sus habitantes son ganaderos y se dedican a cultivar sus tierras. El personaje interpretado por Matt Damon, un vendedor de una gran compañía de gas natural, acude, junto a su compañera de trabajo interpretada por Frances McDormand, a la pequeña localidad para convencer a los lugareños de que, la mejor opción que tienen para su futuro es vender sus tierras a la compañía para, así, salir de la crisis económica que están atravesando. Obviamente, no lo tendrán tan fácil cuando un vecino y un activista ecológico hagan dudar al pueblo de que esa decisión sea la mejor que puedan tomar.

La película es una especie de mezcla entre el panorama paisajístico de 'Una historia verdadera', la lucha personal de 'Erin Brockovich' y los tejemanejes de las grandes corporaciones de 'Michael Clayton' pero, pese a que el filme apunta de refilón temas como los efectos de la crisis económica actual en las regiones más pobres de Norteamérica o el impacto medioambiental que tienen las técnicas de trabajo (en concreto, el llamado 'fracking') de las compañías de gas natural, lo cierto es que el guión, escrito por el actor John Krasinski y el propio Matt Damon, hace uso de esas cuestiones para hablar de la lucha interna de un hombre consigo mismo, algo que entronca directamente con el primer guión que Damon escribió para Van Sant, 'El indomable Will Hunting'.

'Tierra Prometida'

Tanto Will Hunting como Steve Butler (ambos interpretados por Damon) son, en el fondo, personajes rodeados de un entorno tendente a la manipulación que están en constante debate personal entre lo que deben hacer y los dictados de su corazón. La diferencia está en que, mientras el guión de la cinta de 1997 daba profundidad a cada uno de los personajes, creando diferentes conflictos emocionales entre ellos, el guión de Tierra Prometida parece focalizarse únicamente en la disputa particular del protagonista consigo mismo a partir de una estructura muy básica, casi de manual, en el que Krasinski y Damon hacen colisionar dos posturas totalmente opuestas (a favor o en contra del "fracking"), sin matizarlas (excepto la del maestro y la del propio Damon), con un giro de guión estratégicamente colocado para sorprender al espectador y un desenlace un tanto almibarado pero coherente con la historia.

El Van Sant de la década pasada ni está, ni se le espera, pero eso no quita que 'Tierra Prometida' sea una notable película que funciona gracias a un muy académico 'aunque solvente' guión, llevado a la pantalla por Van Sant con la corrección que últimamente le caracteriza, unas convincentes interpretaciones de la mano de unos actores de acreditada calidad y una historia que pone sobre la mesa temas de rabiosa actualidad como es la crisis económica, la falta de ética del capitalismo de hoy en día y, en especial, cómo afecta esa acuciante falta de moralidad en las decisiones de las personas que tienen poder para cambiar las cosas.

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