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CRÍTICA

'Noé': De la fe al fanatismo

Darren Aronofsky mezcla con mucho éxito la espectacularidad y el entretenimiento del blockbuster con la profundidad y originalidad del cine de autor. No dejará a nadie indiferente.

Jesús Agudo
Por Jesús Agudo Más 4 de Abril 2014 | 09:16
El redactor más veterano de esta web. Palomitero y fan de que las series estrenen un capítulo por semana.

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Un nuevo director se lanza al abismo del blockbuster. Darren Aronofsky consigue, tras romper las pocas barreras que le quedaban gracias a 'Cisne negro', la confianza de un gigante de Hollwyood como Paramount y da comienzo al renacer del género bíblico con 'Noé', una historia aparentemente conocida por todos, y que sin embargo parece otra cuando la narra alguien con la visión del cineasta. Pero, ¿se habrá ahogado esa visión en su travesía por las aguas del cine de estudio, demasiadas veces encorsetado?

Noé

Un director con el poder de crear películas tan personales como 'Réquiem por un sueño' no iba a dejar que eso ocurriera, y por eso su inmersión en las páginas del Antiguo Testamento nos ofrece una película casi redonda: es capaz de presentarnos una superproducción con una factura visual arrolladora, a la vez que abre el debate y logra lo mejor que le podría pasar a un largometraje, que es no dejar indiferente a nadie. Se nota durante toda la película que el neoyorquino le ha dado muchas vueltas al relato del elegido por Dios para "reiniciar" a la humanidad, y gracias a ello nos permite abarcar mucho más que la simple historia del arca y el Diluvio.

'Noé' comienza con el particular "homenaje" de Aronofsky a 'El árbol de la vida' de Malick, mostrando cómo llegamos de Adán y Eva a Noé, cómo se pasa del Jardín del Edén a enfadar tanto a Dios para que termine decidiendo erradicar a toda la humanidad. Ya desde el principio, el director utiliza una particular puesta en escena y una fotografía impactante y llena de simbolismo, capaz de condensar pasajes enteros del Antiguo Testamento en simples fotografías, a la vez que parece querer remarcarnos que nos encontramos ante una alegoría y no una historia "basada en hechos reales". Al igual que en sus anteriores trabajos, la narrativa convencional se mezcla con montajes más experimentales o espectaculares para marcar, por ejemplo, el paso del tiempo.

Una vez llegamos al Noé que interpreta Russell Crowe, se nos presentará a su familia, compuesta por su mujer y tres hijos. Ellos viven tranquilamente como nómadas, lejos de cualquier núcleo de población. Cuando Noé recibe la llamada de Dios, se ponen manos a la obra sin dudarlo, como un núcleo familiar unido y casi perfecto. Todo parece muy idílico y propagandístico, pero a medida que avanza la película veremos cómo el sermón se convierte en un estudio de la personalidad del hombre, sobre todo dónde termina la fe y dónde comienza el fanatismo. De ahí que no podamos considerarla una película religiosa, su origen está claro pero lo que la hace interesante es que no se queda en lo sabido, amplía el espectro de personalidad del protagonista, aunque sea cruzando terrenos peligrosos.

Noé
Mucho tendrá que ver en el segundo segmento de la película el personaje de Emma Watson, una niña que encuentran abandonada y herida, y que se convertirá en la novia del hijo mayor de Noé. El destino de esta familia como los nuevos pobladores de la Tierra va cobrando poco a poco más importancia en el relato, y es ahí donde comienza a alejarse de la historia mundialmente conocida. Aronofsky logra ir un gran paso más allá, abriendo el debate y mostrándonos por primera vez a Noé como un hombre lleno de sombras, tan imperfecto como cualquier ser humano. Él es lo más trabajado de la película, y serán su evolución y sus matices lo que más consigue destacar. Russell Crowe ofrece una grandísima interpretación cuando pasa del héroe que tantas veces ha interpretado al loco que hará lo imposible para cumplir los supuestos deseos de Dios. El actor nos da uno de sus personajes más interesantes, y lleva con eficacia el hecho de que toda la película gire en torno a él. Porque por muy buen reparto que haya congregado, 'Noé' es la historia de un solo hombre. El resto de personajes (salvando quizás a Watson, con bastante protagonismo pero todavía con mucho que aprender) danzan a la sombra de Noé, algunos con demasiado poco peso (Jennifer Connelly) o una aparición anecdótica y casi prescindible (Anthony Hopkins). De los hijos, Douglas Booth se ve eclipsado por Logan Lerman, al que le dan poco espacio pero sí bastante importancia, sobre todo a la hora de analizar las acciones de su padre.

Al otro lado tenemos a Tubal-Caín (Ray Winstone) y su pueblo, algunos de esos pecadores por los que el mundo está condenado. Se trata posiblemente de lo más flojo de la película, retratándolos de una forma tan exagerada que acaba pareciendo demasiado ridícula, hasta nosotros pensaríamos que seres humanos así no merecen la misericordia de Dios. Además, Aronofsky parece utilizarlos (contraponiéndolos con el estilo de vida de Noé) como panfleto ecologista, ahí se notan un poco más los intereses del director más allá del mensaje bíblico (y, aunque no hay nada de malo en ello, tampoco llega a encontrar la forma de encajarlos del todo en el resto de la película). Volviendo al debate filosófico principal, pocas manzanas se salvan de la podredumbre que es la sociedad capitaneada por Tubal-Caín, pero gracias a ellas se nos muestran muchos más matices del protagonista, con algunas escenas excesivamente manipuladoras, pero que servirán para echar leña al fuego de la discusión. Aronofsky siempre ha sido un director para el que los límites no suelen existir, y aunque algunas situaciones resulten demasiado destinadas a pulsar botones en nuestro cerebro y corazón, en general logran una historia que logra entretener en todo momento y que abrirá preguntas deseosas de ser dialogadas al salir del cine. Y eso lo consiguen pocas superproducciones.

El Diluvio que estábamos esperando

Porque 'Noé' tiene alma de blockbuster, y le sienta muy bien. El apartado visual es totalmente impactante, la imaginería de Aronofsky se mezcla perfectamente con los efectos especiales al uso. El impresionante Diluvio es la punta del iceberg de este mastodonte cargado de símbolos y elementos fantásticos, todos sacados de la Biblia o de la tradición, según ha explicado el propio cineasta. Los tráilers no han mostrado casi nada de eso, y hay que decir que ha sido una suerte. La aparición de los Vigilantes nos ayuda a situarla como la fábula que es, y sirven como punto fuerte para la mitología que Aronofsky ha diseñado alrededor del relato del arca, alejándola del género bíblico dirigido a contentar a un sector muy concreto. También los animales superan con creces la calidad esperada para un trabajo tan difícil como es llenar la estructura de una pareja de cada especie. La banda sonora, compuesta por Clint Mansell, es tan cautivadora como la fotografía de la película, ambas funcionan perfectamente juntas, dotando a la historia de un consecuente toque épico. Hemos tardado mucho en ver el Diluvio Universal en la gran pantalla, pero la espera ha merecido la pena.

Noé

Darren Aronofsky mantiene, a pesar de su salto a las grandes ligas, todo su talento para despertar nuestra mente, tanto en lo artístico como en lo filosófico. 'Noé' llega con lo mejor de una superproducción (entretenimiento y magnitud visual) y del cine de autor (firma característica y un guión inteligente y trabajado). Con este largometraje, el cineasta demuestra que sigue lleno de ambición y fuerza, y que sabe todavía crear personajes increíbles, como el de Russell Crowe. Pocos podrían haber logrado que un relato bíblico como éste fuera mucho más allá de lo ya conocido, levantando todas las ampollas necesarias y actuando con contundencia en nuestra conciencia. El director ha sido muy valiente mostrándonos a Noé como seguidor del Dios más cruel e implacable, a pesar de que haya quienes se vean insultados por esta presentación del famoso personaje. Pero consigue llevar esta historia a un plano terrenal, haciendo partícipes a creyentes (de mente abierta) y no creyentes, proponiéndoles una versión más profundizada de este pasaje e invitándoles a dialogar sobre ella, sobre el límite de la fe y la dualidad entre el bien y el mal, o "el fin justifica los medios". Y todo sin escatimar en las posibilidades que le dan los billetes de Hollywood. La Meca del Cine debería invertir mucho más en este tipo de cineastas, porque el poder visual no debería estar reñido con la calidad de una historia. Y hasta en las muy conocidas, todavía hay mucho que contar.