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CRÓNICA

'La isla mínima' y Dani Rovira ganan en unos Goya 2015 en los que el aburrimiento fue el verdadero triunfador

Con diez Goyas, 'La isla mínima' se impuso como la gran triunfadora de una gala que empezó muy bien y terminó levantando demasiados ronquidos. Dani Rovira aprueba y se lleva el Goya.

Jesús Agudo
Por Jesús Agudo Más 8 de Febrero 2015 | 02:30
El redactor más veterano de esta web. Palomitero y fan de que las series estrenen un capítulo por semana.

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Alberto Rodríguez con su Goya
La cosa pintaba muy bien cuando ha aparecido Ana Belén en el escenario del Hotel Auditorium de Madrid. Una serie de actuaciones musicales con mucho gusto, y mucho playback, mezcladas con imágenes de películas de ayer y de hoy, daban comienzo a una gala de los Goya en la que parecía que se habían empeñado en aprender de sus errores. Incluso cuando salió Dani Rovira, logró dejar muy buen sabor de boca con el discurso inicial de la gala, llamando al ministro José Ignacio Wert "Nacho" y decir que el cine ha ayudado a "los orcos del Estado, uy, a las arcas, bueno, a los dos". Fue de los pocos momentos "políticos" de la noche, ya que el humor acerca del cine y del éxito del año anterior en las taquillas fueron los verdaderos protagonistas, que era lo que se esperaba.

Por Twitter se dice que Carlos Areces se quedó fuera de la gala porque se negó a firmar un papel en el que se le exigía que no se saltara el guion para nada. Quizás algo se notó, demasiado encorsetados los discursos y las apariciones en el escenario, solamente dejando a Pedro Almodóvar la puya a Wert, diciendo que no formaba parte de los "amigos del cine español", o Enrique González Macho pidiendo que bajen de una vez "el maldito IVA" a la cultura. El resto del tiempo fue un intento por hacer la ceremonia más glamurosa, más centrada en el cine y menos en las circunstancias que lo rodean. Y lo estaban consiguiendo, pero la duración ha acabado pesando hasta el punto de que la sensación final es que ha sido una de las galas más aburridas de los últimos años.

De nuevo, Dani Rovira lo ha intentado. Ha comenzado funcionando realmente bien, utilizando sus dotes como monologuista para hacer reír al personal, y lo iba consiguiendo. Sin embargo, los chistes, como la gala, han ido perdiendo fuelle, y no ha habido forma de recuperarla. La fuerza del primer número fue perdiéndose, y el humor se iba haciendo más forzado. No le podemos echar la culpa a Rovira, que tuvo que detener sus labores de presentador con la llegada del Goya al mejor actor revelación, que además se llevó, y después del beso en la boca de Clara Lago y de recoger su estatuilla, ha demostrado una gran profesionalidad, saliendo al escenario de nuevo y seguir como si nada. Pero la gala estaba ya herida de muerte.

Dani Rovira

Muchas cosas han sido las culpables de este pinchazo. Los excesivos números musicales no han ayudado nada. El conciertillo de Miguel Poveda no ha hecho más que dormir al personal. La aparición de Alex O'Dogherty ha sido demasiado rara y cutre, muy lejos de lo que nos tenía acostumbrados el showman. Los chistes de Alfonso Sánchez y Alberto López no han ayudado nada (¿Dónde están los Chanantes cuando se les necesita?). Y a pesar de haberlo avisado al principio, con una genial demostración de Dani Rovira de cómo se agradece hasta al apuntador en un minuto, los discursos han sido excesivos. Unos más que otros, claro. Pero sin ir más lejos, Antonio Banderas no ha hecho mucho por la gala. El Goya de Honor ha dado un agradecimiento larguísimo y, aunque profundo y con buenísimas palabras, fue demasiado poco espontáneo. Al ser su gran homenaje, presentado por Pedro Almodóvar por cierto, se le permite, pero es una piedra más que se ha puesto al muro que vuelve a separar a los Goya de los espectadores, que probablemente no se habrán quedado hasta las 2 de la madrugada viendo una ceremonia aburrida y con una realización totalmente pésima, cámaras volando sin saber dónde apuntar, y planos dignos de un turista con su móvil.

Clara Lago besa a Dani Rovira

No todo ha sido malo. Que se lo digan a Alberto Rodríguez. Como se esperaba, 'La isla mínima' ha sido la gran triunfadora de la noche. Nada menos de diez Goyas se ha llevado la película, incluidos los cabezones al mejor director, mejor actor protagonista y mejor actriz revelación. Javier Gutiérrez y una emocionadísima Nerea Barros han sido también protagonistas gracias a este thriller, el primero lo tendría muy estudiado, ha arrasado en cada entrega de premios, pero la gallega ha demostrado que no se lo esperaba, y ha dado un discurso de lo más tierno.

'Ocho apellidos vascos', la triunfadora inesperada

'El Niño' ha sido la siguiente en la lista, con cuatro Goyas, pero al final ha acabado con mucho mejor sabor de boca 'Ocho apellidos vascos', que ha acabado con tres Goyas, y de los importantes. Cuando se esperaba que fuera ninguneada, por esto de que crítica y público suelen ir por caminos diferentes, la cinta más taquillera de la historia del cine español se cuela por la puerta grande y reconoce el gran trabajo de su reparto y suma un triunfo más de la comedia, olvidada en estas ceremonias normalmente. Dani Rovira ha sorprendido llevándose el premio al mejor actor revelación, y Karra Elejalde y Carmen Machi se han hecho con las mejores interpretaciones de reparto. Machi, que se ha llevado el Goya "por hacer reír", ha emocionado recordando a la gran Amparo Baró, la más aplaudida en el In Memoriam que ha aparecido por sorpresa en medio de la ceremonia. Bárbara Lennie se ha llevado el Goya a la mejor actriz protagonista por 'Magical Girl', película que se creía que podía haber dado la sorpresa, pero no se ha llevado más que el cantado. '10.000 Km' ha acabado solamente con el Goya al mejor director novel para Carlos Marqués-Marcet.

Macarena Gómez

Además de los premiados, que tienen por delante unos cuantos días de vivir en una nube, los momentos destacables de la gala han pasado por las palabras de Enrique González Macho hacia Asunción Balaguer, una mujer todoterreno a sus casi 90 años, que ha presentado un Goya y aparecido en el número inicial. Otro ha sido el momento en el que Adrián Lastra admitió que el número musical del año pasado fue lamentable, con la aparición de Dafne Fernández para poner más toque de humor. Primero, Lastra derrochó talento bailando claqué, algo muy nuestro como admitió con ironía después. También ha sido divertido ver cómo Dani Rovira le sacaba los colores a Penélope Cruz, aunque luego terminó regalándole su coche viejo, que llevaba toda la gala intentando colocar. Y el beso, no nos olvidemos del beso de Clara Lago y Dani Rovira, el momento más bonito de la noche. Dani Rovira puede irse con la cabeza alta, y si puede ahorrarse ciertos chistes de relleno, es un maestro de ceremonias muy resultón.

Aunque en muchas cosas hemos conseguido avanzar, olvidando la política y centrándonos en el cine español, que es mucho, muy buen y merece ser celebrado, todavía queda mucho trabajo que hacer para conseguir que la gala de los Goya consiga convencer a sus espectadores. Si moverla al sábado ha sido para poder alargarla hasta la madrugada porque nadie tiene que madrugar mañana, craso error, porque es difícil aguantar lo que hemos visto en esta ceremonia. La música está bien, pero en su justa medida, y el humor también, pero en pequeñas dosis. El ritmo sigue siendo el gran enemigo de los Goya, y sigue ganando batalla tras batalla. Han ganado en glamour, han encontrado un objetivo claro para la gran fiesta del cine español, ahora tienen por delante un año para darse cuenta de que lo bueno, si breve, dos veces bueno.