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CRÍTICA

'Aprendiendo a conducir': El lado cuqui de Coixet

Tras su paso por el Festival de Málaga la directora catalana vuelve a nuestras pantallas con una propuesta destinada a que un nuevo público conozca su obra.

Por Daniel Lobato Fraile 2 de Julio 2015 | 22:01

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Después de su paso por el Festival de Málaga, donde además de presentar 'Aprendiendo a conducir' llevó un par de cortos como productora, Isabel Coixet llega a nuestras carteleras dispuesta a conquistar los corazones del público con una historia más optimista y luminosa de lo que nos viene acostumbrando en los últimos años.

'Aprendiendo a conducir': El lado cuqui de Coixet

En 'Aprendiendo a conducir' la directora nos traslada a Manhattan, donde conocemos a una crítica literaria de éxito cuya vida da un vuelco de 180º al descubrir que su marido la está engañando y que ha decidido dejarla. Sola, vulnerable y con su mundo hecho pedazos, nuestra protagonista debe aprender a levantarse y tomar las riendas de su propia vida. Como terapia para ello decide aprender a conducir, y es ahí donde arranca nuestro viaje.

La película utiliza el hecho de tomar el volante y sacarse el carnet de coche como vehículo (nunca mejor dicho) para explorar las nuevas oportunidades y la fortaleza de sus protagonistas (la transformación de los mismos) para encarar las dificultades con buena actitud y confiantes. En este sentido, Coixet abandona (más o menos) el discurso habitual de su cine, más oscuro y trágico si se quiere, a favor de otro más vitalista, aunque sin olvidarse del drama. Y es algo que no solo se percibe en el tratamiento de los personajes o el desarrollo de la trama principal en sí, sino que el mismo trabajo de iluminación y fotografía, apostando por la luz natural y la vida de la calle (de hecho, parte del film transcurre durante las clases de conducir), va en esa dirección.

Sin renuncias

Esta Isabel Coixet más cuqui no renuncia, sin embargo, a su carácter comprometido, y 'Aprendiendo a conducir' no es ajena a los conflictos sociales. Un aspecto que en este caso viene personalizado en el personaje de Darwan (interpretado por Ben Kingsley), un refugiado Sikh que al llegar a EEUU ha debido reconvertirse en taxista y profesor de autoescuela para poder salir adelante. A través de él se nos dan algunas pinceladas de la problemática que envuelve a su religión, tanto en su India natal como de la ignorante intolerancia occidental. Este segundo aspecto entroncando además con la situación de la inmigración (siempre mal llamada) ilegal.

'Aprendiendo a conducir': El lado cuqui de Coixet

Así mismo se nos plantea un interesante debate acerca de las diferencias culturales y la lucha de las mujeres por su libertad en unas sociedades muy patriarcales mediante un tema que no nos resulta tan lejano, como es el de los matrimonios concertados. Tradiciones en algunos sitios, falta de libertades en otros. 'Aprendiendo a conducir' va ahondando en estos diferentes temas desde una óptica más o menos objetiva, tomando partido, cuando lo toma, por la parte más vulnerable. Y siempre sin distraerse de la trama principal. La directora tiene muy claro cuál es el tema que aborda la película y el resto de aspectos tratados tienen un carácter secundario, están de fondo para enriquecer el contexto de los personajes. Un acierto.

Y no podemos olvidar a su pareja protagonista, el ya citado sir Ben Kingsley y Patricia Clarkson, otra veterana que rara vez pincha en alguna de sus interpretaciones. Ambos actores ya coincidieron con la directora española en el film 'Elegy', lo que ha ayudado sin duda a la forma de encarar este nuevo proyecto. Los dos tienen muy interiorizado el universo de Isabel Coixet y logran darle a sus personajes una naturalidad y muestran una encomiable capacidad para que el espectador pueda empatizar con ellos y sus diferentes circunstancias. Tanto en sus errore como aciertos estamos siempre con ellos. Y es que, a fin de cuentas, esta es una película de personajes y si estos no funcionan, la cinta naufraga. Por suerte este no es el caso y al ser un film que, entrecomillas, se aleja de lo que viene haciendo Coixet en los últimos tiempos, da la oportunidad a nuevos espectadores (desconocedores o recelosos de su obra) a acercarse a su personal imaginario.