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AGENTES AMATEURS

12 espías por accidente

No todos los espías del cine son James Bond o Ethan Hunt. Muchos de ellos llegan a la profesión por accidente, y de pronto se ven envueltos en una trama que bien merece ser disfrutada.

Por Alexander Zarate Ormaeche 4 de Septiembre 2015 | 18:41

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Hay espías profesionales, resolutivos, en labores de acción de campo o en tejemanejes de despacho, y hay espías accidentales, a los que se recluta provisionalmente para realizar una determinada misión ('Clandestino y caballero', 'Nuestro hombre en la Habana', 'The Interview', 'Espía por mandato', 'Clave: Omega'), o que se ven envueltos sin comerlo ni beberlo en mitad de un fregado, o sea, conflicto entre potencias rivales, en el que, a lo tonto, su vida además peligra. Y como son agencias secretas las enfrentadas todo ocurre sin que se entere el ciudadano medio, como si de repente se fuera protagonista de una película en una realidad paralela desligada de la que viven los ciudadanos alrededor. La realidad varía en un pestañeo: te dan una tarta que correspondía a otro ('El ministerio del miedo'), haces un gesto llamando al camarero cuando este anuncia que requieren a alguien por teléfono ('Con la muerte en los talones'), o tu hermano, que no sabías que era un agente secreto, muere en tus brazos ('Marathon Man') y te encuentras en mitad de una película en la que eres un protagonista que no deseabas ser. Las figuras de los espías, o servicios secretos, han dado mucho jugo en la obra de Alfred Hitchcock. Sosteniéndose sobra una trama de peripecias de continuo movimiento en vilo, hila una agudas reflexiones sobre una trama de relaciones sostenidas sobre las apariencias, los engaños, las estrategias, el cálculo y la dificultad de percibir al otro. O qué expuestos estamos a parecer lo que no somos, y qué resbaladiza es la realidad aunque queramos definirla y controlarla cual taxidermistas. La realidad puede revelarse más bien como un incierto, y poco seguro, juego de cajas chinas, o una inestable espiral, y el otro una máscara que no sabes descifrar. Estos son doce espías accidentales, seres normales como tú y como yo, que no imaginaban vivir una serie de situaciones de peligro que nada tienen que ver con una atracción de feria. ¿Con cuál te identificas más?

1 '39 escalones'

39 escalones

La vida se puede volver del revés del modo más imprevisto. En un momento pasas de ser un espectador de la vida a un protagonista escénico. Dejas de ser un hombre anónimo para convertirte en alguien perseguido por la policía acusado de un asesinato. Esto es lo que nos narra, sin un momento de respiro, '39 escalones' (1935), de Alfred Hitchcock. Si en la representación a la que asiste, Hannay (Robert Donat) pregunta qué distancia hay entre Winnipeg y Montreal a Mr. Memory (el hombre que todo lo recuerda) pronto descubrirá la tenue distancia que separa ser inocente de parecer culpable. Además de, en su momento, ser una solapada pero encendida llamada de atención por lo que se gestaba con el auge del nazismo y la indiferencia del gobierno británico reflejada en sus tratados diplomáticos con Alemania, es la película madre de esta vertiente del género de espías del hombre perseguido, del que Hitchcock fue su más ilustre representante.

2 'El ministerio del miedo'

El ministerio del miedo

Desde que abandona el manicomio el protagonista de 'El ministerio del miedo' (1944), de Fritz Lang, tan magnífica como la novela de Graham Greene que adapta, se encuentra inmerso en otro escenario de delirio, desde luego más peligroso: en una feria con fines de beneficencia se produce un equívoco; le dan dentro de un objeto tan inofensivo como una tarta algo que debía darse a otro, lo que determina que se vea perseguido por unos agentes nazis encubiertos en una organización humanitaria. En la narración de este laberinto tenebroso nadie es lo que parece, ni siquiera los muertos, y los escrúpulos brillan por su ausencia: incluso hay quien no tiene reparos en matar a su hermana en pro de su ideario. Las sombras dominan cada fotograma, como una permanente velada amenaza, como las tijeras que balancea el sastre encarnado por el gran Dan Duryea, mientras mantiene una conversación telefónica en la que intuimos que se está diciendo entre lineas algo más inquietante para la vida del protagonista que las banales palabras pronunciadas.

3 'Nuestro hombre en La Habana'

Nuestro hombre en La Habana

'Nuestro hombre en La Habana' (1959) es la tercera colaboración entre Carol Reed y Graham Greene. Una mirada irónica sobre las inconsistencias e inconsecuencias de las tramas geopolíticas (en concreto, una cáustica mirada por la entonces candente Guerra fría): el factor humano es accesorio (piezas en un tablero de pulsos de estrategias de poder). Greene y Reed logran suscitar la sonrisa, para después congelarla. Wormold (Alec Guinness) es un vendedor de aspiradoras en La Habana, durante el régimen de Fulgencio Batista, que es escogido por un agente del servicio británico para ejercer de espía. Wormold acepta por una mera necesidad monetaria. Para salir del paso hace uso de la imaginación: Se inventa unos agentes colaboradores (algunos son personas que conoce, aunque sólo de vista), y envía dibujos de partes de aspiradoras que hace pasar como armas de una inventada base militar secreta en montañas que no existen. Lo que no prevee es que se lo tomarán muy en serio,

4 'The Interview'

The Interview

'The Interview' (2015), de Seth Rogen y Evan Goldberg pretende ser una comedia, pero no supera el nivel del humor anal: Dícese del que practica aquel que tiene ciertos conflictos con su masculinidad, no ha superado aún la adolescencia mental, se siente fascinado por la escatología, y las mutilaciones, y sufre una incontenible regresión al periodo infantil o al mero vacío primigenio. El presentador y el guionista de un programa de televisión se verán involucrados en una operación gubernamental para atentar contra el presidente norcoreano, pero el horror parece centrarse sobre todo en el ano: el horror a que introduzcan algo por el ano y horror a que se te derrame mierda en público. Lo que sí se derrama es la insustancialidad. Su apoteosis: el guionista tiene que introducirse por el ano un aparato de notorio grosor en forma fálica, enviado por la CIA, que contiene un arma con la que asesinar al presidente norcoreano.

5 'Clave: Omega'

Clave: Omega

En 'Clave: Omega' (1983), la última obra de Sam Peckinpah, un agente de la CIA (John Hurt) revela a un presentador de televisión (Rutger Hauer) que sus tres amigos son agentes rusos, por lo que le propone que, durante el fin de semana que pasarán en su casa, convenza a alguno para que se convierta en doble agente. Realmente, le está manipulando, y todo no es sino una puesta en escena del agente cuya finalidad es dejar en evidencia al director de la CIA, quien provocó en el pasado la muerte de la mujer que amaba. "La verdad es tan solo una mentira que aún no ha sido descubierta", se dice. El mordaz desarrollo narrativo no es sino una sucesión de mentiras, manipulaciones, equívocos, relaciones degradadas y confianzas infectadas. La realidad es un montaje cual programa de televisón. Como evidencia el plano final, prevalece la imagen de una realidad manipulada y distorsionada por intereses y conveniencias. El vacío de una mentira.

6 'Espía por mandato'

espía por mandato

Para un empresario nato su patria es su negocio. Se dice a sí mismo que es neutral pero lucha en favor de su beneficio. En 'Espía por mandato' (1961), de George Seaton, Erikson (William Holden), nacionalizado sueco pero nacido estadounidense, se ve obligado a servir de espía para los aliados si quiere que sus negocios no sean puestos en la lista negra. Su negocio es además crucial para la evolución de la guerra, la importación de petróleo. Según con quien lo haga está apostando por un posible ganador aunque esté apostando por sí mismo. Su conciencia dejará de ser volátil para arraigarse en sus acciones gracias a una mujer, Marianne (Lili Palmer), que arriesga su vida como espía por convicción de principios éticos. Por eso, la secuencia más memorable es aquella en la que un impotente y desesperado Erikson es testigo, desde su celda, del fusilamiento de la mujer que ama, la mujer que ha despertado en él al hombre que ve seres humanos y no cifras o mercancías.

7 'Encadenados'

Encadenados

Alicia (Ingrid Bergman) cruza el espejo para convertirse en una infiltrada entre agentes nazis, e incluso dejarse amar por uno de ellos, pero lo hace porque el hombre que ama, Devlin (Cary Grant), el agente estadounidense que la recluta, no le dice que no acepte, y este no dice nada porque no sabe ver que ella no se niega porque está esperando que él muestre su disconformidad. Uno por otro, la casa sin barrer. Por eso, 'Encadenados' (1946), de Alfred Hitchcock, es una incisiva mirada sobre la maraña de las inseguridades, dudas, miedos y pulsos en una relación (atracción) amorosa, sobre la dificultad o incapacidad para sabe ver al que se ama. Para los desorientados que han reprochado cierta misoginia a Hitchcock, sólo hay que considerar el implacable retrato del orgullo mal entendido del personaje más antipático que ha encarnado Cary Grant. Por eso, cuando al fin Devlin logra 'ver' a su amada, hasta entonces emborronada por su susceptible desconfianza, la rescatará cual Orfeo a Euridice del otro lado del espejo.

8 'Cortina rasgada'

Cortina rasgada

Hitchcock también fue acusado por la ceguera progre de la crítica sesentera de ser un adalid del imperio estadounidense frente a las huestes revolucionarias de izquierdas (o sea, el comunismo soviético o cubano). Absurdo si se considera que en 'Topaz' (1969) reparte mandobles a todos los servicios secretos sean franceses, estadounidenses, rusos o cubanos. Lo que le importa remarcar es que todos engañan, sea en el escenario político o en el de las relaciones afectivas. En 'Cortina rasgada' (1966), un científico estadounidense (Paul Newman) decide pasarse al lado soviético para perplejidad de su pareja (Julie Andrews). O eso parece, porque la realidad tiene sus capas y las miradas sus desenfoques. A Hitchcock, una vez más, le interesa cuestionar de qué manera sabemos ver a quien amamos. No difiere una relación sentimental de una relación de espías: ¿qué piensa, qué siente, quién es? Miramos desde un ángulo que puede ser ciego, y se emborrona nuestra percepción del otro, a veces por las ambiguas apariencias, por lo que se omite, por equívocos, por suspicacia. Varía el enfoque, y el escenario es otro, tal es el baile de máscaras en que parecen constituirse las relaciones.

9 'El premio'

El premio

Como buen premio Nobel de Literatura, el escritor estadounidense encarnado por Paul Newman, da muestras de su preclara capacidad de observación y su atención al detalle cuando sospecha que el Nobel de Física (Edward G. Robinson) no es el mismo que había conocido el día anterior, aunque su apariencia física sea la misma. Efectivamente, ha sido suplantado para ser trasladado al otro lado del Telón de acero y así servir a los intereses del rival comunista. 'El premio' (1963), de Mark Robson es un ejemplo de aquellas obras que adoptaron los mecanismos superficiales del cine de Hitchcock, sin particular complejidad reflexiva. Un aplicado e impersonal juego con los vaivenes de las trama, aderezado con alguna sorpresa y alguna secuencia espectacular, todo aliñado con cierto toque de comedia que hace sentir que uno está mullido en su hogar. Además, en este caso, sí con partidista filiación a uno de los contendientes en la Guerra fría.

10 'Arabesco'

Arabesco

A Stanley Donen le irritaba sobremanera que mencionaran a Hitchcock como influencia en alguna de sus obras. Cierto que 'Charada' (1963) se desmarca del molde con un toque singular, una sombría levedad, que ya se apreciaba en otras notables comedias de Donen como 'Indiscreta' (1958) o 'Página en blanco'. Pero en 'Arabesco' (1966), con un profesor experto en Historia antigua (Gregory Peck) secuestrado por un servicio secreto de Oriente medio para descifrar un jeroglífico hitita, la aplicación de una parecida ecuación se resiente de ciertos efectismos formales acordes a la moda, reminiscentes del Op art. Distorsiones de imagen o encuadres rebuscados que más bien distraen, y devalúan en cierto grado los atractivos aspectos siniestros de la narración, por mucho que en algún caso intenten ser reflejo del estado alucinado del protagonista como cuando torea drogado a los coches en mitad de una autopista.

11 'Marathon Man'

Marathon Man

En 'Marathon Man' (1976), de John Schlesinger, Levy (Dustin Hoffman), en su formación como Historiador, investiga el pasado con el mismo enfoque de su padre, quien se suicidó al ser acusado de comunista y perseguido por la Caza de brujas. El pasado reaparece en su vida para perseguirle pero en forma de supervivientes nazis que siguen enriqueciéndose con el tráfico de diamantes de judíos, lo que establece una muy mordaz asociación entre ambas persecuciones o amenazas. Levy se ve involucrado en una maraña que pone en peligro su vida porque ignoraba que su hermano era un agente secreto infiltrado en esa red de tráfico de diamantes. Laurence Olivier, que a punto estuvo de no hacer el papel por su delicada salud, compuso una memorable interpretación del siniestro villano, seguramente el personaje que más ha influido en convertir en pánico el rechazo a ir al dentista.

12 'Con la muerte en los talones'

Con la muerte en los talones

Cary Grant era el actor que tenía en mente Ian Fleming cuando creó su personaje de James Bond, pero rechazó la oferta de Albert R Broccoli cuando le propuso que lo interpretara en 'Agente 007 contra el doctor No' (1961), de Terence Young. No quería comprometerse para más de una película. Y de alguna manera ya había interpretado una variante amateur en 'Con la muerte en los talones' (1959), de Alfred Hitchcock. Thornhill es un publicista que se dedica a vender apariencias para que la gente consuma y, por un equívoco, se convierte en una apariencia con la que no sólo no tiene que ver, sino que ni siquiera existe, porque aquel que creen que es, y por lo que le persiguen, Kaplan, es una agente imaginario creado por la CIA. Vende realidades prefabricadas, y él se convierte en una, el anuncio publicitario de un fantasma que hace pensar que es real. 'North by Northwest', el título original, alude a una dirección que no existe en la brújula. Y en la realidad parece ya no haber dirección cierta ni sentido, que más bien parece haberse puesto a subasta. Por eso, se puede ser perseguido por una avioneta fumigadora en una zona deshabitada, o cómo complicarse la vida para asesinar alguien. Pero ¿quién dijo brújula?