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CRÍTICA

'Toro': La tragedia de la sucia España

El director de 'Eva' firma su segundo largometraje, una historia oscura sobre un matón de la mafia malagueña que quiere reconstruir su vida.

Por Javier Pérez Martín 21 de Abril 2016 | 09:40

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"Todo el dinero es sucio". Se lo dice López (Luis Tosar) a su hermano pequeño Toro (Mario Casas), cuando este le confiesa que va a dejar de ser un delincuente y va a enderezar su vida. Este es el punto de partida del segundo largometraje de Kike Maíllo (ganó el Goya al Mejor Director Novel con 'Eva' en 2011), en el que cuenta una oscura historia sobre, sí, dinero sucio, mafiosos, venganzas y familias.

Mario Casa en 'Toro'

'Toro' es un thriller de acción al uso, que recuerda a clásicos como 'Uno de los nuestros' o 'Pulp Fiction', y también a éxitos del género más recientes como 'Drive', de Nicolas Winding Refn, a la que además también debe mucho de su estilo visual. Sin embargo, algo que estamos haciendo bien en España, y de lo que 'Toro' es buena prueba, es coger los géneros cinematográficos y hacerlos nuestros.

Esta es una historia que hemos visto repetirse una y otra vez, y no repara en usar tópicos, personajes y tramas del relato de mafiosos, historias de venganza y películas de acción. Pero a la vez no sería la misma película si no ocurriese donde ocurre (la Málaga de las tradiciones católicas, el turismo y la Costa del Sol).

Y eso que Kike Maíllo es barcelonés, y en cierta medida se nota, porque no hace suyo el entorno, no graba estas ciudades andaluzas como alguien que las conoce y las venera. Esto sí lo conseguía el sevillano Alberto Rodríguez con su ciudad natal en 'Grupo 7' y 'La isla mínima', que comparten guionista con 'Toro', Rafael Cobos, también originario de la capital andaluza (firma a cuatro manos el libreto con el granadino Fernando Navarro, guionista de 'Anacleto: Agente secreto').

No es que haya que ser nativo de una ciudad para rodar una película en ella, y si no que se lo digan a Woody Allen, pero es cierto que Maíllo se concentra más en su personal estilo visual que por explorar y plasmar las calles malagueñas y los antros que frecuentan estos mafiosos. El esfuerzo de localización (la única vía hacia la universalidad, ya se sabe) está más en el trabajo de Cobos y Navarro, que juegan con características propias de Andalucía, y de la Costa del Sol en concreto, para construir a sus personajes. Sobre todo al villano Rafael Romano, interpretado con enjundia pero sin acento por el gran José Sacristán, un señorito andaluz que respeta las tradiciones católicas, está obsesionado con los iconos religiosos, es cercano con el pueblo y supersticioso hasta dejar que una lectura de cartas guíe sus acciones.

El trabajo de localización es muy bueno, pero también es cierto que a los guionistas se les olvida alejarse un poco más de los caminos ya transitados del género. Los giros son previsibles, y para más inri, las vueltas que da la historia para llegar a ellos están llenas de agujeros y decisiones de los personajes muy cuestionables. En ese sentido, este thriller de acción no es de los mejores que se han escrito, y la dirección de Maíllo no ayuda. Su estilo personal es, sin duda, visualmente portentoso, y tiene algunas escenas ingeniosas (en concreto, cierta secuencia del tercer acto iluminada con neones de colores y en una escalera de espiral). Pero hay momentos que no funcionan tan bien, y un par de escenas a cámara lenta que deberían haberse quedado en idea descartada.

Mario Casa en 'Toro'

Una tragedia familiar

Vito Corleone ya lo decía en 'El Padrino': "Un hombre que no pasa tiempo con su familia no es un hombre de verdad". En una sencilla frase, Marlon Brando contenía varios factores que hacen que este tipo de historias nos sigan fascinando con el paso de las décadas. En 'Toro' también están: la familia, la lealtad, el honor, la masculinidad, la relación de este concepto con la violencia, con la ley, con la moral. El personaje de Mario Casas, que está aquí como pez en el agua (a la altura de su otro gran papel en 'Grupo 7', e incluso mejor), es un hombre que por una cuestión indeterminada decide abandonar su vida como delincuente y adoptar comportamientos, costumbres y roles sociales que se alejan de todo lo que ha conocido en su vida. Va a abrazar la legalidad, alejarse así del dinero sucio y rehacer su vida con Estrella (una cumplidora pero desaprovechada Ingrid García Jonsson).

Su hermano, otro grande infalible Luis Tosar, ya le avisa de que no hay dinero limpio, que eso no existe. Pero es que Toro quiere alejarse del dinero, de la ambición ciega y violenta que guía a los que le rodean, y eso le separa no solo de toda la familia que conoce (su otro hermano, Antonio, también trabaja para Romano, su cuñada le echa las cartas, el propio Romano es lo más cercano a una figura paterna que tiene), sino de toda una sociedad que, por miedo, por comodidad o por interés, participa de la violencia que generan los negocios ruines.

Es este el retrato de una Andalucía sucia, de una España sucia por extensión, un "maldito país" de malos hermanos y sin memoria, como lo llama el propio Romano (en serio, inconmensurable Sacristán, para variar). Y es a la vez una tragedia griega, que maneja tópicos como la traición, el destino inevitable y los lazos familiares.

Mario Casa en 'Toro'

La relación entre Toro y Romano no es solo el motor de la historia, sino que resulta lo más interesante de la película, gracias además al buen trabajo de Casas y Sacristán, que protagonizan juntos los mejores momentos del film, llenos de tensión y carga emocional.

"¿Qué soy yo?", se pregunta Toro en el momento más álgido de la carrera de Mario Casas. Toro representa un rayo de esperanza en este "maldito país", un renegado que se rebela contra el determinismo, contra las expectativas que los demás puedan tener sobre él, contra su figura paterna, y contra sus propios instintos. Su deseo inocente de alejarse de la maldad y de su pasado es lo que redime a la inmunda sociedad que le rodea.

Mención aparte para el personaje de Claudia Canal. Diana es el otro rayo de inocencia y bondad, no falto de valentía, de la película. No en vano es la persona con la que mejor se entiende Toro. Su presencia no solo sirve de justificación para algunos de los actos más importantes de la historia, sino que está bien interpretada por Vega y es cómplice de algunas de las escenas de acción más memorables. Recuerda también a la pequeña Natalie Portman que protagonizaba 'El profesional (Léon)'.

Nota: 7/10

Lo mejor: Las intenciones, el reparto y un puñado de momentos muy potentes

Lo peor: Cuestionables decisiones artísticas de Maíllo, la música de Joe Crepúsculo e imperdonables agujeros de guion

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