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CRÍTICA

'Una historia de locos': Las heridas que no cierran

Robert Guédiguian dirige 'Una historia de locos', mostrada en la Sección Oficial de la Seminci de Valladolid. Basada en el libro 'La bomba', del periodista español José Antonio Gurriarán. Inspirada en hechos reales.

Miguel Ángel Pizarro
Por Miguel Ángel Pizarro Más 24 de Marzo 2017 | 17:00
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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El cine de Robert Guédiguian siempre ha estado relacionado con su Marsella natal, su juventud o sus orígenes. Fiel a ese espíritu pero con mayor épica llega 'Una historia de locos', inspirada en el libro 'La bomba', escrito por el periodista español José Antonio Gurriarán, protagonizado por Ariane Ascaride, Simon Abkarian, Grégoire Leprince-Ringuet y Syrus Shahidi. Presentada en la Sección Oficial de la Seminci de Valladolid 2015.

Una historia de locos

Aram es un joven francés de origen armenio que vive en Marsella con sus padres, que regenta una frutería. El joven está cansado de la inacción de su pueblo frente al gobierno turco, que sigue sin reconocer el Genocidio Armenio, sucedido entre 1915 y 1923 bajo el Imperio Otomano. Para él, la gente ha olvidado las ansias de lucha de Soghomon Tehlirian. Pese a tener en contra la opinión de su padre, Aram decide dejar de lado la protesta pacifista y entrar en un grupo terrorista que planea asesinar al embajador turco en París. Por ello, Aram hará explotar una bomba cuando el coche oficial del embajador salga. Sin embargo, en la explosión sale herido de gravedad un ciclista que pasaba justo por ahí. En ese momento, las vidas de Gilles, el ciclista, y Aram, el terrorista, quedarán unidas para siempre.

¿El fin justifica los medios?

Guédiguian divide su relato en tres partes, prólogo, narración y epílogo, como si de una novela se tratase. El prólogo es una magnífica introducción en el relato, al narrar el atentado que propició Soghomon Tehlirian, armenio que padeció el genocidio, contra el gran visir del Imperio Otomano, Talaat Pacha, responsable de la matanza. Rodado en blanco y negro, explica el inicio de una venganza que lleva gestándose desde el final de la masacre y que marcó no sólo a un generación sino a todo un pueblo.

Una historia de locos

Con un prólogo fascinante, en el que la que se puede evidenciar cierto mensaje sobre "el fin justicia los medios", el director trae a los 70 esas ansias de venganza, en una generación joven con el mayo francés recién acabado y que deciden romper con los deseos de sus padres de intentar olvidar lo ocurrido. Es aquí cuando ese dilema, ¿realmente es legítimo el uso de la violencia cuando una matanza como la que padeció el pueblo armenio no ha sido reconocida?, se extiende y es cuando entran de llenos los otros personajes.

Guédiguian falla en lo que se refiere a hablar sobre la legitimidad de la violencia y la lucha armada, no logra que se transmita empatía por el dubitativo protagonista, pero sí acierta en el lado humano y familiar, gracias al personaje de Anouch, la madre del terrorista, magnífica Ariane Ascaride, que sí logra transmitir parte de ese rencor, de esa herida que no cura y que está causando odio y tristeza. Es cuando entra en acción el personaje de Gilles, estupendamente defendido por Grégoire Leprince-Ringuet, la víctima del atentado, cuando la cinta cobra mayor fuerza. No es de extrañar, puesto que está inspirado en lo que le ocurrió al periodista español José Antonio Gurriarán en el atentado provocado por el Ejército Secreto Armenio para la Liberación de Armenia (ESALA) en la Gran Vía madrileña en 1980.

Magníficos Ariane Ascaride y Grégoire Leprince-Ringuet

Es esa fase de comprensión y perdón cuando la película crece y, realmente, muestra su punto fuerte. Es en el personaje de Gilles, ayudado por el de Anouch, cuando se ve la fuerza conciliadora, la comprensión, la ayuda mutua y es cuando el público puede entender el odio y el rencor de ese pueblo que, a día de hoy, aún espera las disculpas del gobierno turco, que sigue sin reconocer la masacre de más de 1,8 millones de personas como un genocidio.

Una historia de locos

Con un epílogo que rezuma cierta amargura, pese que Armenia se convierte en un estado soberano las heridas siguen estando sin cerrar del todo, 'Una historia de locos' hace honor a su nombre con una película cuyo mensaje final es a favor de la protesta pacífica, el entendimiento, la redención y la conciliación, valores fuertes que son los únicos que pueden provocar la comprensión del dolor hacia el otro. En ese sentido, y gracias a las estupendas interpretaciones de Ariane Ascaride, Grégoire Leprince-Ringuet y Simon Abkarian, el filme se convierte un alegato pacifista memorable.

Nota: 8

Lo mejor: Los personajes de Ariane Ascaride y Grégoire Leprince-Ringuet

Lo peor: Cuando se intenta comprender la lucha armada.