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PRECRITICA

'¡El soplón!', Damon, mentiras y cintas de cassette

Tras dirigir su particular biopic sobre el Che, Soderbergh regresa a nuestras pantallas con una más que digna comedia de espionaje corporativo que reenfoca la novela de Kurt Eichenwald en la que se inspira.

Por Óscar Martínez 23 de Septiembre 2009 | 19:00

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Que la filmografía de Steven Soderbergh poco o nada tiene que ver ya con aquella sorprendente ópera prima titulada 'Sexo, mentiras y cintas de video' es un hecho tan consumado como aceptado por todos. Por contra, a lo largo de su ajetreada carrera el cineasta norteamericano ha tratado de reinventarse en todo momento, probando suerte con todo tipo de géneros. Así pues, Soderbergh ha frecuentado desde la comedia de pillos (la saga 'Oceans') a la biopic en todas sus variantes (desde el díptico formado por 'Che' y 'Guerrilla' a 'Erin Brokovich'), la ciencia-ficción (el remake de 'Solaris'), el cine de espías ('El buen alemán') o el drama ('Traffic'), ofreciéndonos un catálogo que, a pesar de no llegar -casi- nunca a satisfacer enteramente a público y crítica, sí nos han ofrecido, cada cual a su manera, pequeños conatos de talento dignos de mención.

'¡El soplón!', Damon, mentiras y cintas de cassette

Era lógico, pues, que más temprano que tarde Soderbergh optara por recauchutar las mejores cualidades de sus diferentes filmes, y el resultado final es, cómo no, '¡El soplón!', una suma de biopic, comedia y cine de espías a la que habría que añadirle una abierta apropiación estética que tampoco resulta ajena al cineasta, pues, al fin y al cabo, ya realizó un ejercicio similar en 'El buen alemán'. En esta ocasión, empero, Soderbergh reviste a su nueva película con una estética propia del cine de los sesenta, obteniendo con ello un curioso anacronismo al tratarse de un film ubicado a principios de los noventa, enfatizando así la atemporalidad del personaje que pretende retratarnos.

Con un excelso Matt Damon a la cabeza del reparto, Soderbergh nos brinda una comedia de enredo que no puede dejar de recordarnos, en cierta medida, a las de Wilder y Edwards, en un soliloquio protagónico del que, en ocasiones, el film de Soderbergh termina resintiéndose. Y es que, a pesar de sus no pocas cualidades, '¡El soplón!' parece dilatarse en demasía, sobretodo como consecuencia de un guión ingenioso aunque algo reincidente en su apuesta, que termina por convertirse en una constante permutación a cada paso más hilarante.

'¡El soplón!', Damon, mentiras y cintas de cassette

Todo hay que decirlo, dicha reincidencia en los recursos argumentales apenas sí desmerece a un film brillante en buena parte de sus aspectos, tanto en el interpretativo, como en el guionístico, como en el estético, todos ellos cuidados al detalle y auspiciados por una banda sonora simplemente maravillosa. La creciente bipolaridad del personaje interpretado por Matt Damon -con esa voice over que puede sermonearnos, indiferentemente, acerca de las corbatas que nunca están de oferta en los outlets o los paralelismos de su vida con las novelas de Crichton o Grisham- aporta al personaje real de Mark Whitacre una verosimilitud y afinidad sin igual para con el espectador, que puede compadecerlo o admirarlo, pero jamás recriminarlo por sus actos.

En definitiva, Soderbergh nos brinda con '¡El soplón!' una película sumamente entretenida e ingeniosa, rocambolesca y mordaz, cuyo único defecto radica en esa falsa sensación de dilatación que ofrece el ritmo de su metraje, y que hará mirar la hora a más de uno desde su butraca. Eso sí, sin borrar la sonrisa de su rostro.

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