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CRÍTICA

'El cocinero de los últimos deseos': Un banquete imperial

Crítica de 'El cocinero de los últimos deseos', dirigida por Yôjirô Takita. Basada en la novela 'The Last Recipe' de Keiichi Tanaka. Protagonizada por Kazunari Ninomiya y Hidetoshi Nishijima.

Miguel Ángel Pizarro
Por Miguel Ángel Pizarro Más 23 de Agosto 2019 | 10:50
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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Muchas veces, tanto la gastronomía como el cine, el arte y la magia entran por una buena presentación. Sin embargo, es el trasfondo, el sabor, la textura, los aromas en el caso de uno y el guion, la fotografía, las interpretaciones o el mensaje en el otro,lo que convierten un plato o una película en una experiencia fascinante. Es el caso de la deliciosa 'El cocinero de los últimos deseos', dirigida por Yôjirô Takita, ganador del Oscar a la mejor película de habla no inglesa por 'Despedidas'.

El cocinero de los últimos deseos

Mitsuru Sasaki fue un chef de fama internacional, su restaurante era uno de los más aclamados del mundo. Sin embargo, su soberbia y egocentrismo le hizo caer en desgracia. Endeudado por muchos años, el joven paga lo que debe mediante un trabajo singular: cocina platos que provocan recuerdos. No le es difícil, puesto que tiene la habilidad de recordar sabores con solo probarlos. Un día, Sasaki recibe un encargo muy extraño: recuperar las recetas de un antiguo banquete imperial que no llegó a celebrarse. Esto hará que el cocinero haga un auténtico viaje por el pasado, descubriendo una verdad incómoda.

Un elegante drama histórico y familiar

Basada en la novela 'The Last Recipe' de Keiichi Tanaka. Takita sabe envolver al público en un ambiente feel-good, amable, lleno de carisma y de aparente ligereza, como si de un elegante restaurante de aire victoriano se tratase. El cineasta conforma dos películas entrelazadas, pasado y presente, con las que invita al público a un misterio. Su local puede que esté decorado con estética añeja, pero sus platos son una auténtica fusión de sabores y nacionalidades que sorprenderá gratamente al público.

El cocinero de los últimos deseos

'El cocinero de los últimos deseos', como sucedió recientemente con la estupenda 'La biblioteca de los libros rechazados', reviste de amable cinta feel-good un drama, en este caso de memoria histórica, recalcando la importancia del legado de aquellos que ya no están. Y, como sucedía con el filme de Rémi Bezançon, hay una parte de intriga, de thriller, inesperada que causará expectación en el público.

Todo ello pasado por la mirada de un protagonista poco carismático (aplauso para Kazunari Ninomiya, que pasa de ser el cándido hijo de la protagonista de 'Nagasaki: Recuerdos de mi hijo' a ser un arrogante y creído chef), que conforma muy bien a una generación que mira demasiado al futuro, olvidando el pasado y con cierto complejo adanista. Una mirada acertada por el proceso de redención y cura de humildad que va teniendo a lo largo de la trama.

Auténtica pasión culinaria

La parte del pasado, con un magnífico Hidetoshi Nishijima (que tiene aire de antiguo galán de cine clásico) y estupenda Aoi Miyazaki (colaboradora habitual de Takita), que sirve de perfecto contrapunto, evoca al espíritu de la majestuosa 'La casa del tejado rojo', sobre aquellos secretos del pasado que repercuten en el futuro. Por otro lado, en la parte del presente, tiene ese encanto que ya contenía 'Despedidas'. A ello hay que añadirle una parte culinaria exquisita, propia del cine de Hirokazu Kore-eda, en la que los platos y su preparación son un protagonista más.

El cocinero de los últimos deseos

Con una cuidada ambientación, una fotografía preciosa, un cuidado por el detalle único y, por supuesto, unos platos que logran llevar sus deliciosos aromas y sabores a los paladares de los espectadores, 'El cocinero de los últimos deseos' es un estupendo ejercicio culinario, de esos que dejan satisfecho a un comensal exigente.

Nota: 8

Lo mejor: Su parte culinaria y su mirada hacia el pasado bélico japonés.

Lo peor: Tiene cierto aire de culebrón.