¿Qué es la belleza? El concepto ha cambiado a lo largo de los siglos imponiéndose especialmente a la mitad de la población: las mujeres. Sobre ellas se ha cargado el deber de agradar al ojo masculino y ni con su independencia e inclusión en el mundo laboral han conseguido despojarse de esta losa que las reduce a objeto de deseo.
El cine, si bien ha servido para perpetuar esta dinámica, también ha sabido denunciarla especialmente a lo largo de los últimos años en los que el feminismo ha puesto encima de la mesa el debate sobre la tiranía de los cánones de belleza imposibles. El terror ha sido uno de los géneros que mejor ha catalizado estas voces a las que ahora se suma Emilie Blichfeldt, directora noruega con una clara vocación por el riesgo estético cuya ópera prima, 'La hermanastra fea', convierte un cuento en un grito descarnado.
En plena ola de remakes de clásicos sin cambiar ni una coma o adaptando tímidamente algunas narrativas para encajarlas mejor en nuestros tiempos, 'La hermanastra fea' coge a 'La Cenicienta' para poner en primer plano a las villanas del cuento. Pero para ello salta entre el clásico animado y el relato de los hermanos Grimm entretejiendo el esquema del primero y los elementos más oscuros del segundo que no vimos en la película de 1950.
Elvira y su metamorfosis
'La hermanastra fea' nos lleva hasta Centroeuropa de la segunda mitad del siglo XIX para presentarnos a Rebekka, una viuda arruinada con dos hijas poco agraciadas que se muda al castillo de su prometido y de su hija Agnes con la intención de alcanzar una vida acomodada y solventar todas sus deudas. Pero a la muerte de este hombre, al descubrir que su difunto nuevo marido también está arruinado, su plan pasará a ser otro: casar a Elvira, su hija mayor, con el príncipe Julian. Aunque hay dos grandes problemas: es fea y su hermanastra parece tener el mismo objetivo. ¿La solución? Someter a la protagonista a una salvaje transformación física con los primeros pasos que daba la cirugía estética en la época. Os podéis imaginar las técnicas y resultados.

'La hermanastra fea' es una de esas películas que sorprenden por su audacia y por la manera en que se atreven a subvertir un relato conocido hasta la saciedad. Blichfeldt propone aquí una relectura del mito de Cenicienta desde un ángulo tan incómodo como fascinante: el de la hermanastra relegada, esa figura siempre dibujada desde la caricatura y ahora transformada en el centro de un oscuro cuento de autodestrucción y deseo de aceptación. Además, a Agnes también la dota de más capas haciendo de ella una joven imperfecta, con carácter y secretos que la alejan de la mera bondad del personaje que todos conocemos.
La película nos sumerge en el universo de Elvira, interpretada con una intensidad contenida por Lea Myren, una joven que vive bajo la sombra de su perfecta hermanastra Agnes y de una sociedad obsesionada con la belleza. En esta revisión, la transformación mágica deja paso a una metamorfosis física y emocional que roza lo monstruoso, una alegoría sobre las exigencias del cuerpo femenino y la violencia simbólica que habita en el ideal de perfección.
Parábola y barroquismo grotesco
Desde su primer acto, 'La hermanastra fea' establece una atmósfera densa, casi teatral, en la que cada gesto y cada mirada parecen cargados de culpa y resentimiento. La dirección de Blichfeldt se apoya en una puesta en escena rigurosa, que mezcla el artificio del cuento con la textura áspera del horror corporal. No hay concesiones a la fantasía luminosa: todo está filtrado por un tono enfermizo, barroco, que convierte la belleza en una trampa.
El trabajo visual es uno de los pilares de la película. La fotografía, con su paleta de ocres y tonos apagados, parece extraída de un grabado antiguo, mientras que el diseño de vestuario combina la estética decimonónica con toques grotescos. Hay un placer evidente en la composición, en el detalle minucioso de los espacios, que recuerda por momentos a los cuadros prerrafaelitas deformados por una pesadilla.
Pero más allá del virtuosismo plástico, lo que hace que 'La hermanastra fea' destaque es su discurso. El relato se convierte en una parábola sobre los límites de la autoimagen y la mutilación simbólica que implica adaptarse a lo que otros esperan. La transformación de Elvira no es un hechizo: es un acto de sacrificio físico, un intento desesperado de ser amada en un mundo que mide el valor de las mujeres por su apariencia.

Lea Myren sostiene la película con una interpretación contenida y visceral al mismo tiempo. Su Elvira oscila entre la fragilidad y la rabia, entre la culpa y la ambición, en una espiral de emociones que resultan tan incómodas como reconocibles. En su rostro se condensan la envidia, el deseo y el dolor, y su mirada, siempre al borde del llanto o de la locura, dota al personaje de una humanidad trágica.
Fusión de géneros
La película encuentra su punto más potente en la fusión de géneros. Blichfeldt maneja con destreza los códigos del body horror —heredero de David Cronenberg o Julia Ducournau —, pero los integra en una narrativa que no pierde de vista el simbolismo del cuento de hadas. Lo que podría haber sido una mera provocación se convierte en un ejercicio de empatía invertida: entender al monstruo, no para justificarlo, sino para mostrar el precio de su deformación.
Sin embargo, no todo en 'La hermanastra fea' funciona con la misma precisión. En su tramo final, la directora cede a cierta literalidad, reintroduciendo elementos del relato original que rompen parcialmente la tensión acumulada. La secuencia del baile, por ejemplo, resulta visualmente deslumbrante pero emocionalmente predecible, como si la película necesitara reconciliarse con el mito después de haberlo desmantelado con tanta fiereza.
También hay un cierto desequilibrio tonal: momentos de sátira o de humor negro que, aunque necesarios para aliviar la densidad, a veces desentonan con el tono de tragedia íntima que domina el conjunto. No obstante, incluso en sus irregularidades, la película mantiene una coherencia estética admirable y una convicción que la alejan de cualquier ejercicio impostado.

El espejo que nos incomoda
Elvira y sus hermanas funcionan como un espejo deformante de nuestra propia cultura. Donde antes había rivalidad infantil y moralejas simplistas, Blichfeldt coloca un retrato de patologías contemporáneas: la necesidad de ser vista, la ansiedad ante el cuerpo imperfecto, la búsqueda imposible de un ideal que solo genera dolor. En ese sentido, 'La hermanastra fea' es una película que habla tanto del cuento como del espectador que lo consume.
La incomodidad que produce no es gratuita. Cada imagen parece diseñada para enfrentar al público con su propio voyeurismo, con la fascinación que despierta lo bello cuando se corrompe. Y en esa tensión entre repulsión y empatía radica el verdadero poder del filme: no se limita a mostrar la fealdad, sino que la convierte en una forma de revelación.
'La hermanastra fea' es una de las propuestas más arriesgadas y estimulantes del cine europeo reciente. Con su mezcla de horror, tragedia y crítica social, Emilie Blichfeldt firma una obra que desafía la pasividad del espectador y reescribe, desde el dolor y la carne, un mito que creíamos agotado. Una película incómoda, excesiva y profundamente humana, que confirma que, a veces, la belleza más verdadera nace precisamente de lo que el cuento quiso ocultar.
'La hermanastra fea' se estrena en cines el 17 de octubre.
- Año: 2025
- 109 min. Noruega Comedia Drama Terror
- Reparto: Lea Myren Ane Dahl Torp Thea Sofie Loch Næss Flo Fagerli Isac Calmroth