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CRÍTICA

'Navidad sangrienta': Mancillando los clásicos

'Navidad sangrienta' es el segundo remake del clásico de 1974. En cines desde el 13 de diciembre.

Por Javier Parra González 14 de Diciembre 2019 | 16:45

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No hay peor ciego que el que no quiere ver. Esa sería la expresión con la que podría definirse a la perfección a Sophia Takal, la creadora de esta nueva versión de 'Navidades negras' (la segunda ya), el título seminal con el que Bob Clark se avanzaba al slasher en 1974 y que, a día de hoy, sigue siendo un claro ejemplo de absoluta modernidad: en la cinematográfica y en la de contenido, pues hace 45 años que aquella película ya era una propuesta abanderada de la igualdad y que se escapó de los cánones de la época. Es por eso que, de todos los slashers ¿era este el que tenía que revisarse en clave feminista? Seguramente, no.

Navidad sangrienta

Aquí, es donde todo se resume a dos cuestiones: o la directora (y guionista) no ha visto la película, o lo suyo es solo parte de la campaña de promoción que ha acompañado a lo nuevo de Blumhouse, estrenado de tapadillo (sin pases para la prensa, ni siquiera en Estados Unidos) y viniendo a decir que "solo podrá gustar a las feministas". Pues bien, quien esto escribe (hombre blanco homosexual, feminista y amante del terror), se siente profundamente indignado con 'Navidad sangrienta', la película que únicamente toma de la original su título (por aquello de tener tirón comercial), y con la que tan solo comparte el hecho de tratarse de un slasher ambientado en Navidad sobre una figura que acosará a las miembros de una hermandad.

Como suele pasar con la mayoría del cine de los setenta, y teniendo en cuenta que estamos hablando de una propuesta que está cerca de cumplir el medio siglo de vida, es bastante arriesgado plantear la "versión empoderada" de aquél con una serie de personajes secundarios mucho más estúpidos que los que figurarían en cualquier slasher, y en el que entre diálogos totalmente impostados acerca del dominio del patriarcado, el empoderamiento y las copas menstruales, nos veamos afligidos por la vergüenza ajena al escuchar algo al nivel de "la Navidad es para estar sexy".

Navidad sangrienta

Del mismo modo en el que Takal anuncia que la película solo podrá gustar a feministas, puede decirse que la 'Black Christmas' de 2019 solo gustará a quien no le guste el terror, y no solo por su calificación PG-13 (otros títulos de Blumhouse la han tenido y no por ello han sido menos dignos), sino porque la única sensación que transmite el film es el haber querido subirse al carro de 'Nación salvaje', la cual hizo una brutal sátira contra la doble moral y se alzó en pro de la revolución y la igualdad. La diferencia es que, mientras aquella lo hizo bien, aquí el mensaje se acaba diluyendo por un problema de contenido y que tiene un único y verdadero culpable: sus diálogos.

Tan forzados como repetitivos, acaban siendo incongruentes con la tesis de la película. Tanto, que no acaba de quedar claro si deberíamos reírnos de que algunas de las protagonistas (universitarias) sigan siendo menos inteligentes que las de la película de 1974, o quizá se trate de una formulación totalmente perversa de los tópicos del género, algo que (¡oh, sorpresa!) ya hicieron Amy Holden Jones y Rita Mae Brown en 1982 con 'The Slumber Party Massacre'. Y (spoiler) les salió mucho mejor que a Takal y April Wolfe (co-guionista de esta).

Navidad sangrienta

Pero no todo van a ser cosas malas en esto, pues su existencia no solo sirve para ensalzar (todavía más) al film de Clark e incluso al remake de 2006 (el cual mantenía la esencia de sororidad de la original y que merece más reconocimiento que el que tiene), sino que se le pueden agraceder ciertos tributos que realiza para con otras películas de terror, desde cierto gusto por lo estético en su primera muerte, hasta ese homenaje a 'El exorcista III' y la icónica secuencia del jumpscare en el hospital. Incluso se puede atisbar cierto entusiasmo por parte de sus creadoras a la hora de meterse sin remilgos en el giro de guion, el cual no solo constata la premisa de la que parte el film, pues en esta ocasión, dejamos a un lado la figura del acosador telefónico para convertir a este en algo mucho más terrorífico y realista: el enemigo es el patriarcado.

Porque con las mismas metáforas y con cierto trabajo en su guion, puede que la película fuese mucho más contundente, pero al llegar a su climax, todo ha ido resultando tan obvio y forzado que, ni siquiera por su similitud con una de las obras de Ira Levin (no diré cual por no querer hacer spoiler), puede el amante del terror quedarse satisfecho. Ni siquiera el amante del cine en general. Y dudo que el resto de feministas sí que lo hagan, ya que en esta hija del #MeToo sin mensaje subliminal, lo que más parece importar es el poder estar sexy en Navidad. Luego, lo del feminismo ya tal.

Nota: 3

Lo mejor: Sus intenciones son buenas e Imogen Poots consigue aguantar casi todo el peso de la película sin sonrojarse.

Lo peor: Su mensaje es absolutamente impostado, forzado y poco natural, llegando a rozar la parodia involuntaria.