En una industria cinematográfica y televisiva que comienza a sustituir las adaptaciones de los cómics de superhéroes musculados por las de videojuegos, empieza a abrirse una brecha entre aquellas producciones que optan por seguir a rajatabla la historia o el mundo original, como 'Uncharted', y otras que aprovechan la ambivalencia propia del medio para ampliar o explorar sus universos. 'Arcane' sería el ejemplo más claro de esta segunda vía.
Sin duda, 'Fallout' es un caso especialmente lúcido dentro de ese camino alternativo. La serie no intenta volver a contar ninguna de las tramas concretas de los juegos, sino que se apropia de sus coordenadas morales, espaciales y estéticas: la ironía brutal, la coexistencia de cinismo y melancolía, la lógica de supervivencia atravesada por decisiones éticamente ambiguas y un mundo en el que el pasado estadounidense es un fantasma que se resiste a desaparecer.
Todo lo que funcionaba en la primera temporada: la violencia gore entendida desde un prisma lúdico y entretenido, los personajes contrapuestos obligados a convivir, el paraje desértico repleto de peligros, las tramas que combinan presente y pasado, así como un humor basado en ver cómo los personajes cruzan constantemente la línea de lo ético sigue presente, sin fisuras, en esta segunda entrega.
Por cómo concluía la primera, con prácticamente todos los personajes confluyendo en un enfrentamiento final, la segunda propone una suerte de reinicio que, sin abandonar la continuidad natural de la serie, reorganiza a los personajes en nuevas duplas. La narrativa se fragmenta así en distintos tiempos, algunos de ellos paralelos, siguiendo la idea que ya traía consigo anteriormente.
El Ghoul y Lucy persiguen al padre de esta última, Hank; Maximus regresa a la Hermandad de Acero en quizá la línea argumental menos interesante junto con la de Moisés (el hermano de Lucy), que intenta escapar del lugar en el que quedó atrapado, mientras se intensifica el auge del fascismo y la lucha de poder entre los Refugios 31 y 33. A esto se suman varias tramas ambientadas en el pasado que buscan cerrar heridas previas, como la del propio Maximus, además de continuar explorando los momentos previos al fin del mundo a través de una historia de espionaje protagonizada por Cooper.
Si bien la calidad de la producción es indiscutible, al igual que la apuesta por los efectos prácticos -que refuerzan esa noción desenfadada y casi festiva de la violencia-, ‘Fallout’ sufre de arritmias a la hora de conectar todas sus tramas desde un punto de vista narrativo. Todo lo que ocurre en el pasado y en las líneas paralelas sirve para avanzar la historia principal o para resolver misterios sobre cómo el mundo quedó devastado, pero su integración no siempre resulta fluida.
EL Ghoul y Lucy: la dupla de oro
En muchos momentos, el salto de una trama a otra se percibe algo abrupto, sensación que se acentúa especialmente en aquellas líneas menos sólidas o atractivas. Destacan, por contraste, la dupla formada por el Ghoul y Lucy, con diferencia lo más estimulante de la temporada por la química entre ambos y la riqueza de sus contrastes, así como la trama de espionaje protagonizada por la versión humana del Ghoul (Cooper), igualmente bien hilvanada y sostenida por un suspense notable.
Otro aspecto que vuelve a quedar claro es cómo la comedia logra amortiguar el peso del cinismo y la melancolía mencionados anteriormente, algo que ya sucedía en la primera temporada y que aquí se amplifica. El humor negro surge tanto de la violencia -por el momento y la forma en que irrumpe- con consecuencias devastadoramente hilarantes para los personajes, como del contraste entre distintas maneras de afrontar dilemas éticos, a menudo dentro de un mismo plano o escena.
Sin embargo, por lo exagerado y divertido de todo lo que ocurre -y creedme, suceden muchísimas cosas-, cuando el drama inevitablemente aterriza, lo hace algo lastrado por el ritmo frenético de la serie y con ciertas turbulencias. Nunca termina de profundizar en los conflictos que plantea más allá de su mera exposición y a veces se echa en falta una mayor pausa que permita recrearse en el fascinante paisaje moral que la serie propone.
El control mental
Sin entrar en demasiados detalles para evitar spoilers, la serie parece derivar -a la espera de comprobar hacia dónde se encamina una tercera temporada ya confirmada- hacia una trama en la que el control mental introduce un nuevo elemento especialmente interesante desde una perspectiva ética. Como todo en 'Fallout', este recurso desencadena escenas de violencia tan extremas como cómicas.
En resumen, quienes disfrutaron del cinismo, la furia y la sensación de estar permanentemente al borde del fin del mundo que propone ‘Fallout’, encabezado por unos icónicos Ella Purnell y Walton Goggins -este último responsable de una de las grandes interpretaciones de este siglo en 'Los odiosos ocho'-, encontrarán en esta segunda temporada una confirmación de sus virtudes. Más expansiva, más ruidosa y más excesiva, la serie eleva el Wasteland al cubo, aunque sacrificando parte de la pausa necesaria para que su desolación moral termine de calar. Una serie que entiende que, en su universo, sobrevivir siempre ha sido una forma retorcida de espectáculo.
Ya disponible en Prime Video desde el 17 de diciembre, con un estreno semanal hasta completar los 8 episodios.