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CRÍTICA

'Vitoria, 3 de marzo': Entre el compromiso social, la reconstrucción histórica y el documental

El debutante Víctor Cabaco reconstruye con efectividad y fuerza social los trágicos hechos acontecidos en Vitoria el 3 de marzo de 1976, aunque siempre en conflcito entre su mezcla documental y de ficción.

Por José Asensio Vizcaíno 1 de Mayo 2019 | 19:13

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Proyectada en el Festival de San Sebastián del pasado año y más recientemente en el BCN Film Fest, festival de la capital catalana centrado en las adaptaciones literarias y reconstrucciones históricas, 'Vitoria, 3 de marzo' reconstruye, desde un fuerte compromiso social, la trágica revuelta por parte de la policía y las fuerzas del Estado en el desalojo de una asamblea en la iglesia del barrio de Zaramaga, en el contexto de una larga huelga en 1976 por parte de los trabajadores y la pequeña empresa que dejó 5 trabajadores muertos y uno de los negros episodios de la llamada por algunos en la actualidad "transición modélica".

Vitoria 3 de marzo

Un episodio de los continuos altercados y luchas por los derechos laborales en la recién proclamada democracia española que el debutante en la dirección Víctor Cabaco construye con compromiso y con la intención de agitar conciencias y que estos actos no queden en el olvido. Para ello, ofrece un filme que mezcla el documento de archivo, la reconstrucción y el melodrama de ficción. Se centra en un núcleo familiar desestructurado a causa de los celos y el control de la hija adolescente del matrimonio, que será nuestra protagonista y guía en estos trágicos eventos al ser novia de uno de los jóvenes líderes de la huelga y la protesta.

Conflicto entre melodrama y documento político-histórico

La situación del filme es que al querer abordar su mezcla de documento político y reconstrucción de los hechos para tejer un discurso concienciado y reivindicativo y el melodrama ficcional, no termina de ser equilibrado y de cuajar con efectividad a causa especialmente de que el relato melodramático de los personajes protagonistas resulta bastante rutinario y más constreñido en su efectividad.

En este aspecto sí es cierto que hay que destacar el trabajo de sus dos actrices principales; la joven Amaia Aberasturi y Ruth Díaz; hija y madre en la ficción. Ofreciendo desde ellas una mirada feminista o al menos que sirve de claro retrato del rol de la mujer en la España de los setenta, anclada aún dentro de los poderes sociales a los roles que les marcó el Franquismo.

 Vitoria 3 de marzo Amaia Aberasturi

Que el hecho no caiga en el olvido

Si algo alza esta propuesta es su efectivo compromiso y fuerza del mensaje social y político, exponiendo un oscuro episodio de la Transición que pone el foco principal en la fuerza de la lucha obrera y en que la infatigable lucha de las clases trabajadoras siempre estarán en guardia frente a las crisis e injusticias de los políticos y los empresarios. A destacar, su efectivo tramo final en el que Cabaco deja una notable mano para la tragedia sin caer en subrayados y los ecos que sabe que esta lucha injusta sigue siendo muy vigente en nuestra era.

Su valor de retratar una tragedia que pudo caer en el olvido (y del que no surgió ninguna condena ni disculpa por parte de los poderosos) y exponer un negro episodio de los primeros años de democracia, que muchos ahora buscan enaltecer en exceso, le otorgan una fuerza y relevancia a este estimable film; que en parte, maquilla su rutinaria y televisiva parte de melodrama con su fuerza discursiva en lo político y social.

Nota: 6

Lo mejor: Su fuerza discursiva a la hora de retratar unas protestas y abusos de poder que siguen muy vigentes hoy en día; ofreciendo el lado más oscuro de la ahora tan admirada Transición democrática.

Lo peor: Su melodrama es muy rutinario al igual que sus personajes; encontrándose en continua batalla perdida con su parte más documental y de reconstrucción histórica.