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CRÍTICA

'Zama': Sin noticias de la civilización

Se estrena la esperada última película de Lucrecia Martel, seleccionada por Argentina a los Oscar y nominada al Goya a mejor película iberoamericana.

Por Antonio Miguel Arenas Gamarra 19 de Enero 2018 | 10:45

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Difícil saber hasta qué punto ha jugado a su favor la condición de acontecimiento cinéfilo que despertó 'Zama', calificada de obra maestra prácticamente desde el anuncio de su rodaje, una complicada coproducción entre (atención) Argentina, Brasil, España, Estados Unidos, Francia, Holanda, México y Portugal, cuya expectación es probable que se vea refrendada en pantalla de forma particular y más sugerente si cabe. La adaptación de la novela existencialista de Antonio Di Benedetto, seleccionada por Argentina para los Oscar y nominada al Goya a la Mejor Película Iberoamericana, no sigue precisamente las pautas de una película de época, aunque su reconstrucción de la Sudamérica del siglo XVII no pueda estar más cuidada, sino que propone una inmersión en el territorio de la locura que rodea a su protagonista.

Zama

El de 'Zama' fue un rodaje marcado por su ambición y complejidad, de traicioneras localizaciones en exteriores, pero especialmente por la detección de una enfermedad a su directora, la cineasta argentina Lucrecia Martel, que obligó a retrasar la postproducción. El estreno de la película estaba previsto para 2016 en el Festival de Cannes, pero tuvo que aguardar hasta el Festival de Venecia de 2017, evitando precisamente participar el año pasado en Cannes debido a que se trataba de una producción de El Deseo y Almodóvar era presidente del jurado.

Además, en el festival italiano se vio fuera de concurso, lo que aumentaba la sensación de encontrarnos ante una película maldita, injustamente postergada por las inclemencias y maltratada por las injerencias burocráticas. Precisamente esas palabras y no otras servirían para describir el periplo de Don Diego de Zama por su metraje, interpretado con sumo convencimiento por Daniel Giménez Cacho. Una espera, abandono y fatalismo que resulta muy acorde con el tono anti-épico de la película, que nos sitúa en una colonia española en Asunción, donde un corregidor se encuentra atrapado por el peso de las instituciones y de sus propios excesos sexuales. Como en toda película de Lucrecia Martel, la trama es una excusa, si acaso un estado de ánimo, la narración se suspende en el tiempo para que la descripción de ambientes, la suciedad que transmite la puesta en escena, el uso del sonido y el retrato de convulsos personajes nos distancien poco a poco de la realidad y del relato histórico, plasmando una estimulante y desmitificadora visión del colonialismo.

Zama

Tras el rastro de Vicuña

Fragmentada en dos partes claramente diferenciadas, si en su primera mitad se detiene con cruel ironía, excentricidad y también algo de complacencia en la espera burocrática que sufre su protagonista, imposible no recordar 'Las doce pruebas de Asterix' en determinados pasajes, en su segunda mitad, Zama (nuestro antihéroe y la propia película) emprende una ruta suicida que eleva la propuesta y la convierte en la experiencia plástica, sensorial y existencial en plena naturaleza que estábamos esperando, próxima a 'Jauja' de Lisandro Alonso. Será la creación del mito en torno a Vicuña, un rebelde y asesino que junto a su banda atemoriza a los lugareños, cuya presencia transforme la narración para acercarla al territorio de un western despiadado en este viaje sin retorno a los confines de la humanidad que confirma a Lucrecia Martel como la cineasta de lo inexplorado.

Nota: 7

Lo mejor: Vicuña.

Lo peor: La expectación que se generó a su alrededor y su prematura calificación de obra maestra pueden ser contraproducentes.

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