La Fiesta del Cine cierra con los peores datos desde 2012

Dirigida por Greg Berlanti, protagonizada por un estupendo Nick Robinson y convertida en afortunado fenómeno cinematográfico, 'Con amor, Simon', adaptación de la novela escrita por Becky Albertalli, es una buena película, sin nada especialmente memorable en términos puramente artísticos, convertida en obra importante y necesaria por su contenido y la forma en la que está tratado.

Porque estamos ante una comedia romántica de esencia adolescente que presenta, por primera vez, una historia de amor homosexual alejada de tópicos, estereotipos o subrayados innecesarios, contada con naturalidad, encanto y todas las dosis de normalidad posible. En definitiva, presentada sin artificios innecesarios e injustificados. Un canto al descubrimiento, a la victoria frente a los miedos y a los primeros besos de verdad que, en su condición de cinta humilde y sencilla, ha terminado siendo grande. Afortunadamente.

Muchas veces, demasiadas, se nos olvida que el cine tiene una parte de juego imprescindible para entender su capacidad de mantenerse presente de una manera tan especial en nuestras vidas. Nos sirve una historia como un inmenso tablero en el que podemos imaginar, construir y elaborar nuestra propia película paralela, una evasión total. Y la película que mejor ha entendido esta teoría y que mejor la ha elaborado en los últimos años ha sido 'La LEGO Película'.

Una constante barra libre de cameos, gags y set pieces de acción desenfrenada amparada bajo un himno, 'Todo es fabuloso', que resume a la perfección la esencia de esta auténtica joya. Un parque de atracciones para toda la familia en el que el ritmo nunca para, que siempre tiene preparada un guiño cultural, un mensaje subliminal, un chiste apropiado, un golpe a tiempo. No falla, no se lo permite. Una película que, bajo su apabullante factura técnica, esconde un homenaje a todos aquellos que no se cansan de jugar. Y menos con el cine.

Si has pasado por una situación similar a la que vive el protagonista de 'Un monstruo viene a verme', estarás ante una película que te mirará a los ojos, te desafiará y te agarrará el corazón. Una experiencia liberadora, cómplice, que va más allá de lo estrictamente cinematográfico. Juan Antonio Bayona redondea su trilogía sobre la maternidad y la pérdida con un trabajo maravilloso, un logro en toda regla que no tiene suficiente con completar y aumentar el valor de su delicado origen literario y decide ir más allá, captando y expandiendo a la perfección su espíritu y naturaleza catártica. Emoción honesta, lágrimas justificadas. Un aprendizaje tan doloroso como imprescindible.

Laika, productora imprescindible para entender la enésima edad dorara del cine de animación, ya cuenta con un notable ('Los Boxtrolls'), un sobresaliente ('El alucinante mundo de Norman') y dos matrículas de honor, la inolvidable 'Los mundos de Coraline' y su última propuesta hasta la fecha, 'Kubo y las dos cuerdas mágicas', su trabajo más redondo hasta el momento.

Una historia de historias, un cuento emocionante hasta la lágrima capaz de mezclar a Hayao Miyazaki y Akira Kurosawa en cuestión de segundos, un prodigio visual y narrativo repleto de escenas y personajes inolvidables y uno de esos clímax finales que solamente se pueden ver con la mandíbula desencajada.

La última joya del estudio de animación, infinitamente superior a 'Los Increíbles 2', nos trasladaba al Día de los Muertos, la festividad más importante de México, para hablarnos del poder de la música, los recuerdos, la muerte y la familia. Cuatro elementos que se combinaban a la perfección a lo largo de una película en la que podíamos encontrar todos y cada uno de los sellos de calidad característicos de Pixar; es decir, una preciosa historia escrita con infinitas toneladas de talento, personajes memorables, ritmo endiablado y, por supuesto, un buen puñado de escenas que nos dejan bañados en un mar de lágrimas.

No había nada nuevo bajo el sol, y el libro de estilo del estudio era evidente en cada uno de sus minutos, pero 'Coco' mostraba tal cantidad de (brillantes) ideas visuales y una capacidad tan perfecta para encogernos el corazón que, claro, uno no puede terminar haciendo otra cosa que no sea aplaudir. En el cine, en el colegio y en cualquier lugar.

Es muy curioso observar cómo todos aquellos que se han mostrado (muy) entusiastas con 'Stranger Things' son los mismos que atacaron sin piedad esta maravillosa carta de amor al espíritu Amblin llamada 'Super 8' con la que comparte un importante número de coincidencias. J.J. Abrams, que sigue siendo uno de los alumnos más avanzados de la escuela Spielberg, compuso una sinfonía de entretenimiento perfectamente medido, de ritmo impecable, con un estupendo conjunto de actores infantiles y con detalles técnicos deslumbrantes.

Sin embargo, la verdadera clave del éxito de la película sigue siendo esa sensación de gratitud de Abrams a Spielberg que recorre cada una de sus escenas, otorgando un valor extra a sus numerosos guiños cinéfilos y referencias. Un homenaje en toda regla a una manera de entender el cine y de contar historias que marcó para siempre la vida miles de cineastas y espectadores.

Esta amistad, tan improbable como absolutamente memorable, entre un cuarentón solitario de Nueva York y una pequeña niña que vive en los suburbios de Melbourne, continúa siendo uno de los grandes tesoros desconocidos de la historia del cine de animación. Y una de las mejores películas de la pasada década.

Delicada, preciosa en su acabado visual, repleta de ternura y melancolía, de ideas brillantes y escenas memorables, esta excelsa pieza de orfebrería hará derramar millones de lágrimas a los más pequeños, y a los más mayores, a base de cine inmenso, de la grandeza que solamente puede surgir de lo sencillo. Una obra maestra repleta de emoción.

Confirmado ya entonces como uno de los cineastas más originales, personales e imprescindibles de las últimas décadas, Wes Anderson dejó a todos atónitos al anunciar que adaptaría 'Fantástico Sr. Fox', una novela de Roal Dahl protagonizada por una familia de zorros en permanente crisis familiar y existencial usando la técnica del stop-motion.

Las alarmas saltaron ante el que se podía identificar claramente como el mayor salto al vacío de Anderson hasta ese momento, pero tras el estreno de la película, la sensación pasó a ser puro entusiasmo. Todo funcionaba en otra joya maravillosa del cineasta, una de esas películas/milagro en la que todo fluye con la naturalidad excepcional de los clásicos que parecen creados pasado mañana. Un trabajo destacado dentro de una trayectoria impecable que, entre sus múltiples virtudes, destaca por su maravillosa reflexión sobre las relaciones entre padres e hijos.

El siempre interesante, y la mayor parte del tiempo inspiradísimo, Spike Jonze, entregó su particular visión del cine "infantil" con esta adaptación sobresaliente del maravilloso libro 'Donde viven los muestros', firmado por Maurice Sendak y que nos acompañó a muchos durante esos instantes previos al sueño profundo. Por supuesto, el director de 'Her' no se relajó y apostó por el camino fácil y convirtió su origen literario, insisto, fascinante, en un relato reflexivo, pausado, arriesgado y profundamente emocionante sobre ese paso tan delicado entre la infancia y el mundo adulto. Su sensibilidad es tan extrema, tan transparente, que los más pequeños del colegio podrán identificarse sin problema con el pequeño protagonista. Unas lágrimas que, sin saberlo, les conectarán directamente con su siguiente paso vital.

¿Observáis el rostro de satisfacción que tienen Harry, Ron y Hermione en la foto que ilustra este texto? Pues un gesto similar fue el que se nos quedó a millones de espectadores tras acudir en masa a los cines para comprobar si el maravilloso universo de Harry Potter mantenía todo su poder saltando de las páginas de sus novelas a la gran pantalla. Y la respuesta superó nuestras expectativas. Una sensación que llegó acompañada, además, de la calma y tranquilidad de saber que nuestros personajes favoritos estaban en buenas manos.

Hablamos de una saga, literaria y cinematográfica, que marcó a toda una generación y que continúa siendo una fuente de recuerdos emocionantes inagotable. En definitiva, no se nos ocurren muchos planes mejores para el colegio que disfrutar de un buen Maratón Potter.