å

CRÍTICA

'Lo que arde': Un canto ardiente al cine más esencial

El viernes 11 de octubre llega a las salas españolas 'O que arde', el tercer filme del director gallego Oliver Laxe.

Por Clara Giménez Lorenzo 11 de Octubre 2019 | 09:46

Comparte:

¡Comenta!

Cuando el espectador abandona la sala oscura en la que se proyecta 'Lo que arde', el ruido de la ciudad resulta más molesto que nunca. El tercer filme de Oliver Laxe es un regalo para los sentidos, una sinfonía donde la naturaleza, en concreto los montes de su Galicia natal, son los principales instrumentos. Porque el papel de músicos lo ejercen virtuosamente los dos protagonistas, interpretados por actores no profesionales: Amador Arias (Amador) y Benedicta Sánchez (Benedicta).

'Lo que arde'

"¿Teñes fame?", son las primeras palabras que dice Benedicta a su hijo tras largo tiempo sin separados. Amador acaba de regresar de la cárcel, ya ha cumplido condena por quemar un monte cercano a la aldea lucense que lo vio crecer. La vida de ambos se reanuda al ritmo de sus vacas, los árboles, la lluvia y el sol: son dos ganaderos formando parte de una rutina que está en consonancia con el entorno, que pervive en la memoria familiar por generaciones. Pese al recelo de varios vecinos, la vida de Amador vuelve poco a poco su cauce, e incluso conoce quien no tiene tan en cuenta su pasado. Se suceden las estaciones, las lluvias torrenciales dan paso a los días soleados, madre e hijo continúan cuidando de sus animales. Entonces, llega el fuego, y destruye cualquier certeza.

Cine sin imposturas

'O que arde' es la constatación de la maestría de Oliver Laxe: el cineasta gallego consigue realizar un cine esencial, alejado de cualquier artificio. Para sus dos anteriores filmes (premiados en Cannes al igual que 'O que arde'), el experimental 'Todos vós sodes capitáns' y el hiptnótico western 'Mimosas', no contó con actores profesionales. Y no podía ser de otra manera en una película rodada mayormente en su tierra, Os Ancares (Lugo). Las imágenes se sienten verdaderas porque lo son, al igual que llamas: el director esperó los graves incendios que tuvieron lugar tras el verano de 2018 en Galicia para rodar el espectacular fuego que carboniza el tramo final de la cinta. Casi podemos tocar las llamas, sentir cómo la película de 16 mm está a punto de arder, una sensación acentuada por la magistral fotografía de Mauro Herce y una banda sonora muy bien escogida: Vivaldi y Haendel amplifican con mucha exactitud la agonía de la naturaleza.

No hay nada morboso ni impostado en la brutal destrucción del fuego. Laxe consigue calibrar perfectamente la intensidad narrativa, que se concentra en un arrebatador prólogo donde varios bulldozers talan eucaliptos en la oscuridad de la noche, y en el esperado y doloroso incendio final. Todo parece perfectamente calculado, lo que no resta a la película un ápice de humanidad: la sentimos en los ojos de los animales, en las conversaciones cotidianas de Benedicta y Amador, en las secuencias que nos muestran con esmero los montes. 'O que arde' es pura genealogía, un homenaje casi documental a la memoria del mundo rural. Y también, una estilizada denuncia: reivindica aquellos lugares que estamos abandonando o que ya hemos olvidado, documenta el sufrimiento de una tierra arrasada, y con ella la forma de vida de sus habitantes.

'Lo que arde'

Sin comprender la letra

Lo más bello de 'O que arde' es su aparente sencillez, cargada con bellísimos matices. Más allá del canto a la Galicia rural, hay un complejo trasfondo que nos interpela como espectadores: ¿Es culpable Amador? ¿Hasta qué punto nos importa que lo sea? ¿Elección o fatalidad? ¿Por qué destruir aquello que se ama? Son preguntas que perviven días después de la proyección, y que probablemente permanezcan abiertas. Laxe deja a nuestra elección la posibilidad de juzgar, porque ofrecer respuestas sobre la complejidad del ser humano no es el objetivo de 'O que arde'. Lo constata Amador en una escena del filme: "Para que te guste la canción, no hace falta entender la letra"

Nota: 9

Lo mejor: Que este tipo de cine tenga cabida en el panorama español.

Lo peor: Que pase desapercibida en salas.

Películas
Rostros