Münter y el amor de Kandinsky

Gabriele (Vanessa Loibl) llega a la Phalanx, una academia de arte en Múnich donde no admiten mujeres y que se convierte en su primer reto. Allí conoce a su amado profesor, Wassily Kandinsky (Vladimir Burlakov), once años mayor y casado, pero también un alma gemela creativa. La pasión surge al instante: paseos por parques, discusiones sobre el significado del color, risas con compañeros de vanguardia como Franz Marc y Paul Klee. Juntos compran una casa en Murnau, un refugio entre montañas y lagos que pronto se denominó el "Blaues Land" (un lugar donde todo parece pintarse con luz).

En medio de esa bocanada de aire fresco nace "Der Blaue Reiter", un colectivo artístico que sacude los pilares de la pintura tradicional. Ella, con sus pinceladas expresivas y atrevidas, y él, con su exploración espiritual del color, se convierten en protagonistas de una revolución visual . Sin embargo, mientras Kandinsky empieza a recibir elogios, reconocimientos artísticos y contratos, Gabriele permanece permanentemente en su sombra. La película no disimula eso: muestra el peso del patriarcado, incluso en el seno de lo creativo (el contraste entre su genio silenciado y su obra vibrante es punzante).

No es sólo un biopic: es una historia de amor, poder, ambición y renuncias. Rosenmüller ha usado correspondencia real, diarios, citas auténticas, para construir un relato creíble y humano. Veremos conversaciones filosóficas junto a jazz sutil, la atmósfera bohemia de Schwabing y la quietud montañosa de Baviera. Y aunque la relación se desmorone, la llama de Münter no se apaga: ella se alza como una presencia fuerte, digna de reconocimiento.