Hacer bien una parodia

Las parodias siempre han sido un terreno espinoso. Nos han dado cosas muy buenas pero también han conseguido sacar lo peorcito del cine: Casi 300 o todas las películas de Jason Friedberg y Aaron Seltzer son productos de bajo presupuesto que intentan sacar tajada de otras producciones de éxito haciendo chistes que básicamente consisten en meter muchos nombres y hacer muchas referencias en una misma película, sin demasiado sentido del humor.

Wet Hot American Summer hace que su película importe. Durante sus primer cuarto de hora, bastante más ligero en risas que el resto de la película, se encarga de presentar los personajes con un buen hacer envidiable. La locura entra poco a poco, el sentido del ritmo es impecable, no quiere abusar de los extremos porque en ese caso los extremos dejarían de serlo.

Algo juega muy a su favor: ni siquiera hace referencias directas a otras películas, solo utilizan los estereotipos del cine de campamento y de incomprendidos a su favor. Es una película con mucha identidad propia pero muy sumergida en la cultura y el tipo de cintas de los 80.

Se le acusa a menudo de ser irregular, pero en mi caso una vez entró en faena no pude parar de reír. Es una película de parodias grabada por gente que sabe grabar cine: la realización y el montaje importan, el guion es la risa y los actores son todos fantásticos. Es muy curioso ver el pedazo de plantel que la película se marcó en 2001, con nombres tan sonados hoy día como Paul Rudd, Amy Poehler, Bradley Cooper y Elizabeth Banks.

En España siempre ha sido difícil de encontrar pero ahora la tenéis en Netflix, junto a su serie precuela de este mismo año.