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FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

Zinemaldia 2014 día 1: Ozon y Dolan, "enfants terribles" domesticados

Dos cineastas con muchos puntos en común como Xavier Dolan y François Ozon, han presentado sus dos últimos trabajos, 'Mommy' y 'Una nueva amiga', con resultados parecidos.

Por Adrián Peña 20 de Septiembre 2014 | 17:30

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Las primeras proyecciones de esta 62 edición del Zinemaldia empezaban fuertes. Después de abrir boca con la inauguración de 'The Equalizer (El protector)', dos de los más pasionales y transgresores autores de la cinematografía actual se daban cita en las salas del certamen: Xavier Dolan y François Ozon. Por una parte, el canadiense de 25 años venía de Cannes con el premio del Jurado bajo el brazo y una avalancha de buenas críticas que aseguraban que se trataba del mejor filme del cineasta quebequés. Por otra parte, Ozon se presentaba un año más a la Sección Oficial de un festival que ya lo premió con la Concha de Oro a la mejor película en el 2012 por 'En la casa'.

Mommy

Ambos cineastas se han caracterizado por abordar ciertas temáticas similares aportando, cada uno, su singular toque transgresor. La homosexualidad, el travestismo, la identidad sexual y las relaciones paterno-filiales son los temas que, película tras película, han ido vertebrado sus filmografías pero, mientras Dolan los explora desde el histerismo actoral y desde una opulencia formal claramente posmoderna, Ozon los explora desde la perversión morbosa y la fábula onírica. Sus últimos trabajos presentados ayer en el festival, han supuesto la convalidación de un estilo propio (en el caso de Ozon) y una pequeña decepción (en el caso de Dolan).

'Mommy', de Dolan, se trata de la vuelta a una historia personal y casi autobiográfica que ya explicó en su ópera prima, 'Yo maté a mi madre'. La historia de la lucha diaria entre una madre y un hijo incapaces de convivir juntos pese al amor profundo que sienten el uno por el otro. Si en 'Yo maté a mi madre' el conflicto venía dado por una incipiente homosexualidad que el hijo empezaba a aceptar, en 'Mommy' el conflicto viene dado por un trastorno por déficit de atención con hiperactividad que sufre el chaval causado por la traumática experiencia de haber perdido a su padre siendo adolescente.

La insalvable sensación a medida que avanzaba el filme era de nula implicación emocional. Una visceral impresión que me obligaba a analizar el por qué de dicha desconexión con una historia que sí consiguió conmoverme profundamente cuando me la explicó cinco años atrás, llegando a la conclusión de que es una cuestión puramente formal. Dolan empieza el filme con un prólogo escrito en el que avisa al espectador de que se trata de la historia de una madre y la lucha por la educación de su hijo, con lo cual, nos avisa de que el filme va a estar narrado desde el punto de vista de la madre. Acto seguido, vemos como el formato en el que ha rodado la cinta es un formato vertical, es decir, un asfixiante y opresivo plano rectangular con bordes negros a cada lado en el que prácticamente sólo cabe un personaje. Una decisión que en un primer momento encontré totalmente acertada al estar narrando la relación asfixiante de una madre con su hijo problemático pero que, hacia la mitad del filme, pierde por completo su justificación en el momento en que, en un alarde de virguería visual, el hijo abre el plano con sus propias manos mientras susurra "me siento libre". Es en ese preciso instante (y más adelante cuando el chico lo vuelve a cerrar) donde Dolan traiciona el punto de vista del filme y reduce el formato usado a un puro formalismo que cambia a su antojo cuando le apetece.

François Ozon, Anis Demoustier y Romain Duris
Es a partir de ese momento y, sobre todo, con la incursión en la historia del tercer personaje de la vecina, cuando Dolan parece perder el rumbo de la narración sin saber qué camino tomar. En ocasiones parece explicar la historia de cómo una madre lidia con un hijo conflictivo, en otras la superación de las desavenencias entre ambos, a ratos da la sensación de que únicamente quiere mostrar el errático comportamiento de un chaval perdido por la muerte de su padre y, finalmente, en el tramo final se confirma que Dolan no ha sabido encontrar el punto de vista adecuado con el que implicarte en el trayecto de unos personajes en constante dispersión e interpretados por unos actores que están fuera de tono en la mayoría de sus intervenciones. Y no es un tema de histerismo, de hecho, el histerismo es lo que ha convertido a los personajes de Dolan en pequeños seres adorablemente odiosos con los que empatizar, sino que se trata de un problema de sobreactuación que encuentra su mayor representación en lo perdida que está su musa Suzanne Clément en el papel de vecina de la familia.

De esta manera, confía todo nexo de comunión sentimental a sus ya famosas secuencias melódicas a cámara lenta a ritmo de temas pop conocidos como 'Wonderwall' de Oasis. Un puro posmodernismo que supo combinar a la perfección en 'Laurence Anyways' (su gran obra) pero que aquí resultan meras piezas accesorias de un puzle en el que no encajan las partes.

Ozon en su salsa, otra vez

Entrando ya de lleno en el filme de François Ozon, 'Una nueva amiga' se trata de un filme 100% del director francés. Con esto quiero decir que estamos ante una cinta que vuelve a hablar de los mismos temas que lleva a hablando toda su filmografía y, encima, de la misma manera, lo cual no es del todo malo ya que, pese a su prolífica carrera, Ozon es un cineasta solvente capaz de sacar adelante cada año una película con notables resultados. El problema es que uno ya empieza a no saber distinguir una de otra.

'Una nueva amiga' es una especie de revisitación de 'Vértigo (De entre los muertos)' hecha por Pedro Almodóvar en clave de fábula tragicómica con altas dosis de morbo y puntuales cuotas de perversión idiosincrásicas de Ozon. Pese a que el filme divaga entre la comedia y el drama hasta dejar la cinta en punto muerto y, sobre todo, aborda una temática tan compleja de representar en pantalla como el travestismo desde la más absoluta superficialidad, un final de fuerte empaque emocional salvan lo que podría haber sido uno de los grandes naufragios del cineasta parisino en su carrera.

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