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CRÍTICA

'Misión Imposible: Protocolo Fantasma', un gran divertimento

La franquicia retorna a sus orígenes cinematográficos con más acción y comedia a costa de un argumento con menor peso dramático.

Por Hugo Rosales 21 de Diciembre 2011 | 12:00

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Cuarta aventura de Ethan Hunt en la gran pantalla. Brad Bird recoge el testigo en la dirección tras las aportaciones de Brian De Palma, John Woo y J.J. Abrams, quien después de dirigir la tercera parte produce ahora esta nueva entrega. Una película que recupera parte de la esencia de la cinta de De Palma, si bien la franquicia 'Misión Imposible' ya hace tiempo que dejó de ser un producto de intriga para convertirse en acción pura y dura.

Ethan Hunt y su equipo

Ahora, el personaje de Tom Cruise ya no actúa por motivaciones personales, el peso dramático brilla por su ausencia y este simplemente necesita sentir la adrenalina de una nueva misión imposible para una vez más salvar al mundo del desastre. Una trama más ligera para un conjunto que triunfa al ofrecernos un espectáculo en toda regla que además nos regala unas cuantas sonrisas.

Fastuosas localizaciones: Moscú, Dubai y Bombay

La estructura de 'Misión Imposible: Protocolo Fantasma' no puede ser más simple: tres actos (misiones) para cada uno de los increíbles escenarios que se nos presentan. El envoltorio es un frenético prólogo y un epílogo que intenta aportar profundidad y relevancia a lo contado cuando lo único que hay es acción, muy lograda y disfrutable, pero solo acción al fin y al cabo.

La película empieza con Ethan Hunt apresado en una ruinosa prisión rusa y liberado por su equipo. Un comienzo a contrarreloj que marca la pauta de lo que veremos a continuación, una misión en el mismísimo Kremlin que no sale como estaba previsto. Así, el espía se convierte en perseguido, y además de escapar deberá atrapar a los responsables de esta conspiración.

Una premisa que recuerda a la de la primera parte, si bien aquí no existe esa tensión palpable, esa agobiante atmósfera. Las cartas ya están sobre la mesa y boca arriba, conocemos de antemano las incógnitas, no hay ningún suspense sobre el que apoyar la trama. Demasiada ligereza en los acontecimientos que les llevan a intentar sabotear un peligroso encuentro en Dubai.

Ethan Hunt en Dubai

Una misión en Dubai que probablemente sea lo mejor de la película a razón de una espectacular, y muy publicitada, escena en el edificio más alto del mundo. Tom Cruise no ha perdido su sentido de la exhibición, ahora que está más devaluado que nunca necesita sacar su vena showman, rodar él mismo las escenas de riesgo y quedarse con el personal. Y lo consigue, no hay nada como el realismo y sentir auténtica sensación de peligro, sobre todo si el anterior efecto sorpresa ha sido una explosión en el Kremlin en la que más que un festín de escombros podemos decir que lo fue de píxeles.

El equipo por encima de todo

El verdadero mensaje que se resalta a lo largo de toda la cinta es la importancia del equipo, otra reminiscencia de la primera entrega; la acción de líder se queda en nada sin el trabajo de sus subordinados. Algo que queda demostrado en su labor final en Bombay, Ethan Hunt es solo la pieza final del engranaje que maquinan sus compañeros, a su manera. Los gadgets se han actualizado, la época del "diskette" y el DVD ha pasado a la historia, ahora vivimos en la era Steve Jobs, lo que no quiere decir que los nuevos artilugios vayan a funcionar como deberían.

Un limitado equipo el de esta ocasión: una sensual y eficiente Paula Patton que conforme avanza la cinta gana en lucimiento, un divertidísimo Simon Pegg como el patoso informático u hombre para todo y la llamativa presencia de un enigmático analista encarnado por Jeremy Renner, ardid muy poco aprovechado y con un pasado bastante metido con calzador en la insignificante trama.

Ethan Hunt probando gadgets

Y el gato al agua se lo lleva totalmente el personaje de Pegg, el alma de la película y que da pie a un buen número de gags y un tono cómico que es un enorme balón de oxígeno. Si en la anterior entrega su rol no estaba bien enfocado ahora es todo lo contrario, los minutos son para él y el actor se encuentra en su salsa. Hablamos pues de la más divertida de la saga, una entrega que sabe reírse de sí mismo y homenajear a su manera el legado cinematográfico y las señas de identidad que han quedado de la serie tras las tres películas anteriores. No se toma demasiado en serio, y se agradece.

Cuarta película, ¿y ahora qué?

Pregunta imprescindible para conjeturar cuál puede ser el futuro de la franquicia. La sensación es que el personaje de Ethan Hunt ya se ha aprovechado al máximo, no hay más de donde exprimir así que lo mejor sería traer savia nueva. Argumentalmente se ha estancado, pero a nivel de espectáculo la saga sigue funcionando a las mil maravillas con lo que nuevas aventuras a partir del personaje de Renner son más que probables, siempre dependiendo del resultado en taquilla.

Brad Bird si bien no muestra las trazas de estilo e imaginería que se pueden esperar de un hombre que ha madurado dentro de la factoría Pixar sí que se muestra muy solvente, con un resultado en el que también se notan los ecos de un J.J. Abrams productor que se permite la licencia de agasajar a los fans de 'Perdidos' con el cameo de uno de los personajes principales de la serie.

Ethan Hunt y su nuevo compañero

Una entrega que remonta tras el bache de aquella mediocre segunda película y una aprobable tercera parte que marcó los cauces seguidos por esta 'Misión Imposible: Protocolo Fantasma' que aunque queda lejos de la cinta de Brian De Palma sí que se sitúa como la mejor secuela. Acción al límite, diversión y un buen entretenimiento, algo que no es poco en los tiempos que corren dentro del cine comercial.