El guiño oculto al Joker en 'Charlie y la fábrica de chocolate' y otras curiosidades

Si os proponemos adivinar la película de Tim Burton a la que el propio director rindió homenaje en 'Charlie y la fábrica de chocolate', estamos seguros de que pocos adivinaríais que se trata de 'Batman'. En cualquier caso, conviene admitir que el guiño incluido no es precisamente fácil de detectar.

Por eso, para encontrar el detalle, hay que estar especialmente atentos en la escena en la que descubrimos la fábrica en la que trabaja el padre de Charlie, dedicada a la fabricación de una pasta de dientes llamada 'Smilex'. Efectivamente, se trata del mismo nombre que tenía el producto inventado por el Joker de Jack Nicholson y cuyos efectos no eran demasiado positivos. Todo lo contrario.

Una de las escenas más memorables de 'Charlie y la fábrica de chocolate' tiene como protagonista a un inmenso río de chocolate, capaz de hacer que los espectadores se mueran de hambre en el mismo instante en el que lo ven por primera vez en pantalla. Un escenario para el que Tim Burton y su equipo necesitaron un suministro continuo de, atención, 740.000 litros de chocolate en movimiento, de los cuales 120.000 fueron destinados a la elaboración de la cascada y 630.000 para el río propiamente dicho, que medía cerca de 54 metros de largo y entre 8 y 12 de ancho. En la historia resultaba peligroso. Desde la butaca resultaba totalmente apetecible.

Cuando se anunció el proyecto de esta segunda adaptación cinematográfica de 'Charlie y la fábrica de chocolate', medio Hollywood decidió que quería ser Willy Wonka. La productora detrás de la película elaboró entonces una primera clasificación de posibles candidatos para interpretar a uno de los personajes más complejos y memorables de la literatura "infantil", con ración extra de comillas.

Una lista en la que se barajaron actores como Adam Sandler, Will Smith, Michael Keaton, Nicolas Cage, Jim Carrey o el mismísimo Brad Pitt. Un baile de nombres que acabó en el momento en el que Tim Burton se puso al frente. Ya sabéis, sin Johnny Depp no hay fiesta.

Una vez elegido a Johnny Depp como el perfecto Willy Wonka de Tim Burton, tocaba encontrar a Charlie, el auténtico protagonista de la historia. Un proceso que el director finalizó pronto, exactamente en el momento en el que el propio Depp y Kate Winslet le recomendaran a Freddie Highmore, con el que acababan de trabajar en la estupenda 'Descubriendo nunca jamás'. Burton hizo caso y le contrató casi de inmediato. La química entre Highmore y Depp volvió a funcionar en esta fábrica de chocolate.

Aunque siempre se mencione a Johnny Depp como el colaborador favorito y esencial de Tim Burton, lo cierto es que se trata de un honor compartido con el compositor Danny Elfman, figura clave y característica del cine del director.

En el caso de 'Charlie y la fábrica de chocolate', una adaptación en la que se jugaba constantemente con el género musical, Elfman no solamente entregó una banda sonora notable y divertida, repleta de grandes melodías, sino que se encargó también de poner voz a todos y cada uno de los Oompa-Lompas, los inolvidables ayudantes de Willy Wonka.

Cada persona puede tener su marca de chocolate favorita, ya se sabe que para gustos no hay nada escrito, pero está claro que entre todos ellas siempre ha brillado con especial intensidad Nestlé. Al menos en lo que respecta en la memoria colectiva. Una marca que, además, tuvo un papel esencial durante la elaboración de 'Charlie y la fábrica de chocolate', película a la que le ofreció casi 2.000 barras de chocolate real para que fueran usadas en el rodaje. No es complicado imaginar a todos los responsables aplaudiendo con entusiasmo este gesto de generosidad.

En 2005, Tim Burton iba a por todas. No contento con ponerse al frente de un proyecto tan apasionante como esta nueva adaptación de 'Charlie y la fábrica de chocolate', el cineasta decidió compaginar este rodaje con el de 'La novia cadáver', su maravillosa película llevada a cabo con la técnica del stop-motion.

Dos trabajos simultáneos que el director confesó haber terminado satisfecho, principalmente, porque "lo bueno es que la animación es un proceso diferente, más lento, así que pude mantener ambos proyectos separados. Jamás hubiera podido rodar dos películas de acción real a la vez, especialmente una como 'Charlie y la fábrica de chocolate'. Pero estuvo bien".

En una de las, aproximadamente, doscientas cenas que deben compartir al año Tim Burton y Johnny Depp, el director le ofreció al actor la posibilidad de liderar su adaptación cinematográfica de 'Charlie y la fábrica de chocolate'. ¿El papel? Willy Wonka, por supuesto. Depp no dudó ni un segundo en aceptar. Literal. Lo confesó el propio actor durante la promoción de la película: "Estábamos cenando y me dijo: "Quiero hablarte de algo. ¿Conoces esa historia, 'Charlie y la fábrica de chocolate'? Pues bien, voy a hacerla y me pregunto si te gustaría interpretar..." y ni siquiera pude esperar a que acabase la frase. Le dije, "Acepto. Por supuesto. Cuenta conmigo". Sin ninguna duda".

Una de las colaboradoras más ilustres con la que tuvo la suerte de contar Tim Burton durante la elaboración de 'Charlie y la fábrica de chocolate' fue, nada más y nada menos, que Felicity Dahl, la viuda de Roal Dahl, el escritor de la novela original. Se trataba de su segundo trabajo conjunto después de 'James y el melocotón gigante', la espléndida película dirigida por Henry Selick y producida por el propio Burton.

En el caso de 'Charlie y la fábrica de chocolate', Felicity se mostró especialmente impresionada por la entrega y la pasión que desprendía el director durante todo el proceso, tanto que no dudó en afirmar que su marido habría hecho una pareja creativa perfecta con Burton. Y no podemos estar más de acuerdo.

Tim Burton tenía claro que si se trataba de trasladar a la gran pantalla el universo alucinado y alucinante de Roal Dahl, la entrega debía ser máxima. Y los recursos, también. Por eso, el director tuvo claro que los estudios ingleses Pinewood eran el lugar adecuado para el rodaje de 'Charlie y la fábrica de chocolate', ocupando siete platós inmensos, todos ellos decorados y pintados a mano. Un trabajo tradicional y artesanal que, por otro lado, también tuvo consecuencias directas con un equipo técnico que solamente podía recurrir a los ordenadores cuando fuera realmente imprescindible.