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GOLDEN GRAHAMS

Festival de Rotterdam 2018, Día 5: Annette Bening no puede salvar el biopic de Gloria Grahame

Inspirándose en la autobiografía de su último amante, 'Las estrellas de cine no mueren en Liverpool' se adentra en los últimos años de vida de la actriz Gloria Grahame.

Por Antonio Miguel Arenas Gamarra 2 de Febrero 2018 | 17:11

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Más allá de rastrear los últimos descubrimientos del panorama, los festivales tienen una responsabilidad con la historia del cine. Y el de Rotterdam lo demuestra integrando clásicos dentro de sus distintas secciones, normalizando su presencia junto a títulos actuales. Una forma muy acertada de establecer un diálogo que vaya más allá de las imposiciones del cine contemporáneo, que en cualquier caso siempre estará conectado al largo siglo de historia que le precede. Entre esos rescoldos cabe destacar la presencia de 'El desencanto' de Jaime Chávarri, 'House Party' de Reginald Hudlin, 'El sol siempre brilla en Kentucky' de John Ford o 'A mosca cieca' de Romano Scavolini, una suerte de respuesta a 'Al final de la escapada' que fue censurada y cuyo montaje original se dio por perdido durante años, de la que se proyectó la restauración de la Cineteca Nazionale italiana.

Las estrellas de cine no mueren en Hollywood

En la presente crónica nos centramos en dos aproximaciones radicalmente opuestas a la historia del cine, que demuestran la heterogénea programación del festival. 'Las estrellas de cine no mueren en Liverpool', biopic que se adentra en los últimos años de vida de la actriz Gloria Grahame, y 'La película infinita', un proyecto tan insólito como fascinante, que aúna conservación cinematográfica y remezcla experimental a partir de fragmentos de películas argentinas inacabadas.

Durante los títulos de crédito iniciales de 'Las estrellas de cine no mueren en Liverpool' se nos permite acceder al interior del neceser de Gloria Grahame, en el que guarda, entre productos cosméticos de todo tipo, preciados recuerdos de su pasado en Hollywood. Objetos de enorme valor emocional, capaces de evocar mejor a la protagonista de 'En un lugar solitario' que el resto de la película, que naufraga al centrarse en su última y tormentosa relación romántica, repleta de lugares comunes.

Las estrellas de cine no mueren en Hollywood

Uno llega rápidamente a la conclusión de que el problema de esta adaptación de la autobiografía de Peter Turner es su director, el británico Paul McGuigan, que ha perdido el pulso creativo y acepta cualquier encargo o episodio de serie de televisión que pase por sus manos. Consciente de que se encuentra ante una oportunidad con la que lucirse de cara a los Oscars, lo vemos más pendiente de ejecutar plúmbeos movimientos de cámara que de abordar el material con un mínimo de personalidad. El realizador de 'Sherlock' recurre a convencionales montajes con música de los 70, confunde la ambientación de época con recargar cada plano con pantallas verdes y planifica horteras transiciones temporales en plano secuencia, pero luego resulta que es incapaz de filmar una conversación sin recurrir al plano-contraplano. ¿Dónde queda el estilo entonces? ¿Tiene sentido todavía esta palabra en gran parte del cine actual?

No tardaremos en descubrir que el guion tampoco tiene remedio alguno. Repleto de esa clase de diálogos que verbalizan quién es Gloria Grahame y su trayectoria, por si queda algún despistado en la sala, confundiendo además la cinefilia con los cotilleos de prensa rosa, el libreto de Matt Greenhalgh ('Control') renuncia a profundizar en la relación de sus protagonistas, interrumpida por caprichosos saltos temporales, llegando hasta el punto de repetir la misma situación desde diferentes puntos de vista, con el único fin de recrearse dramáticamente en la enfermedad terminal de Gloria Grahame. Da lástima que el proyecto no esté a la altura de su recuerdo ni de una Annette Bening que expone sus arrugas en todo esplendor, aportando fragilidad y dulzura a su interpretación, aunque la incontinencia lacrimal de Jamie Bell como su pusilánime compañero acabe contagiándola, protagonizando una lectura de Romeo y Julieta que cae sin rubor en el bochorno. Un biopic para olvidar.

'La película infinita'

Cuando el cine cobra una nueva vida

Con 'La película infinita nos encontramos ante un subyugante collage que recupera fragmentos de películas inacabadas de la historia reciente del cine argentino, en un ejercicio simultáneo de conservación y exploración formal sin precedentes. Aunque en el cine de vanguardia hay múltiples casos de autores que han hecho uso del found footage y se han apropiado de celuloide ajeno para sus intereses artistícos, como por ejemplo el austríaco Peter Tscherkassky, cuesta pensar en un proyecto con semejante ambición.

Como de intentar leer Rayuela sin indicaciones, dejándonos llevar por el azar, se encandenan secuencias sin aparente conexión narrativa entre sí (obvio, pertenecen a distintos cineastas y épocas, hay incluso una pieza de animación), pero poco a poco surgen elementos comunes, incluso una actriz, nuestra imposible protagonista, a partir de los que el montaje dota de sentido al conjunto. No diremos que le otorgue linealidad, sería absurdo intentarlo, pero sí genera evocadoras conexiones que podrían haber dado a múltiples películas, de ahí su título. Esta solo es una de las infinitas películas que podríamos ver partiendo del material existente. Y además, el hecho de que no estén finalizadas les confiere esta entidad atemporal.

La película infinita

La clave por la que el cineasta y conservador Leandro Listorti consigue que el experimento funcione reside en la reconstrucción parcial del diseño sonoro, que trata de dotar de extrañamiento a las imágenes, doblando únicamente algunos diálogos o acentuando determinados sonidos, recordándonos su condición de película inacabada. En ese sentido, Listorti integra los saltos de rollo entre plano y plano, muestra los fallos del rodaje o utiliza escenas a priori desechables. En definitiva, asume la imperfección del rodaje en celuloide, incluyendo la presencia de claquetas y otros elementos que rompen la ilusión del cine, pero que en esta ocasión lo mantienen con vida.

Películas como 'El ocio' de Mariano Llinás y obras de directores tan relevantes y alejados de la sensibilidad predominante como Hugo Gil, Alejandro Agresti o Martin Rejtman cobran una nueva dimensión, son rescatadas del olvido y el abandono para conversar entre ellas. Porque como su autor confesó en el coloquio, en las filmotecas no hay un espacio destinado a las películas inacabadas, por lo que hubo que buscarlas en las casas de los cineastas. Un material en 16mm y 35mm que tuvieron que digitalizar y preservar, cumpliendo una doble función que convierte 'La película infinita' en una experiencia narrativa y en un tesoro del cine argentino.