å

CRÍTICA

'522. Un gato, un chino y mi padre': Ansiedad y muchas saudades

Natalia de Molina protagoniza un peculiar road-trip dirigido por Paco R. Baños, que llega a las salas este 5 de julio.

Por Clara Giménez Lorenzo 5 de Julio 2019 | 09:00

Comparte:

¡Comenta!

Todos trazamos nuestras fronteras imaginarias. Las de George, una chica andaluza de ascendencia portuguesa, se situán en los 522 pasos que la agorafobia le permite dar: solo la muerte de su gato conseguirá que sobrepase los límites físicos y mentales. Esa es la premisa de la que parte '522. Un gato, un chino y mi padre', el segundo largometraje de Paco R. Baños, quien ha vuelto a la gran pantalla seis años después de dirigir 'Ali'.

'Natalia de Molina'

Sin perder esta vez el acento andaluz, Natalia de Molina ('Elisa y Marcela', 'Quién te cantará') interpreta a una persona que debe hacer frente a un transtorno de ansiedad para poder reencontrarse con sus raíces en el sur de Portugal. Y no lo hará sola: en una destartalada furgoneta le acompañarán las cenizas de su gato, un japonés que dice ser chino (Alberto Jo Lee), y una guía de viajes elaborada por un padre ausente.

Saudades y una trama irregular

Al igual que en 'Ali', el guion se centra en describir el mundo interior del personaje principal. La road-movie que comienza en Sevilla y acaba en los confines de Portugal es, como tantas propuestas del género, un viaje interior de su protagonista, para quien Baños no busca la compasión ni la autocomplaciencia, algo que se agradece en el retrato de una persona que padece un trastorno mental. Los abundantes primeros planos de George nos remiten a su universo privado, que en un inicio solo comprende el amor por su gato y la estricta rutina que los viernes permite "relaciones personales" con un vecino (Manolo Solo).

'Natalia de Molina y Alberto Jo Lee'

El delimitado mundo de la protagonista comenzará a expandirse cuando, decidida a enterrar a su gato en tierras lusas, se monta la furgoneta de su amigo Hao, quien también debe solucionar cuentas pendientes con el pasado. El soleado y rural Algarve es el destino mágico donde todo puede cambiar: ¿cómo no resistirse a las saudades? Aunque la cinta no muestre mucho más allá de los tópicos, lo hace con un respeto y cariño que pocas veces muestra el cine español hacia nuestro vecino peninsular.

El problema es que las saudades no son suficientes para que la historia de George termine de funcionar; el filme nos deja escenas entrañables como la melancolía de una noche de fado o el filosófico encuentro con un músico itinerante, pero el ritmo del guion es irregular y el mensaje no acaba por desprender la fuerza necesaria. Aún así, el realismo mágico y el cuidado por los detalles, al más puro estilo 'Amélie', hacen que sumergirse en este pequeño y curioso microcosmos mereza la pena, especialmente para los amantes de la cultura lusa.

Nota: 7

Lo mejor: El protagonismo de Portugal y atención a los pequeños detalles.

Lo peor: Un guion que dificulta conectar del todo con los personajes.