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CRÍTICA

'La dama de hierro', Meryl Streep sola ante el peligro

La actriz estadounidense ofrece un recital interpretativo en la piel de Margaret Thatcher, en un film lastrado por su pobre guion.

Por Jorge R. Tadeo 7 de Enero 2012 | 13:30

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Ha llegado a las pantallas españolas el esperado biopic de Margaret Thatcher, protagonizado por una Meryl Streep que camina firme hacia su tercer Oscar. Lo hace a las órdenes de la directora Phyllida Lloyd con la que ya colaboró con éxito en la adaptación cinematográfica del musical 'Mamma Mia!'. El principal atractivo del proyecto, además de ver a Streep dando vida a la Primera Ministra del Reino Unido, reside en repasar los acontecimientos sociopolíticos a los que se enfrentó el personaje durante su mandato, de especial relevancia en la política británica e internacional. Sin embargo, en un lamentable error de enfoque, el film opta por priorizar los aspectos privados y emocionales del personaje frente a la trayectoria profesional y el contexto histórico de su mandato.

Comencemos con lo obvio: Meryl Streep ofrece una interpretación arrolladora. Su gestualidad, su lenguaje corporal, su expresividad y los matices que le otorga al personaje en las diferentes etapas vitales, alcanzan una fuerza que trasciende la mera imitación. Streep se convierte en Thatcher y a pesar de las infinitas capas de maquillaje, el espectador puede creerse en todo momento que en pantalla hay algo más que una actriz mimetizando a una figura política, hay una intérprete dando alma a un personaje. Su sola presencia en pantalla hipnotiza y merece el precio de la entrada.

 Streep como Margareth Thatcher

Las malas noticias vienen del guion. La británica Abi Morgan, con una trayectoria eminentemente televisiva, entrega un libreto erróneamente centrado en el aspecto íntimo del personaje y anclado en el vejez y años de retiro de una Margareth Thatcher en estado senil, atrapada por el recuerdo de su marido y los fantasmas de su pasado político. El film comienza con una escena de cierta gracia, con la Thatcher anciana escapando de su domicilio para comprar leche burlando la vigilancia, pero lo que podría ser una agradecible anécdota sobre el frágil devenir de tan temida figura pública, se convierte en el armazón principal del film, cuando pocos dudan que lo fascinante de Margaret Thatcher no es precisamente su retiro y vida privada, sino su notorio y controvertido legado político en el Reino Unido.

Sin embargo, lo que se ofrece al espectador es un eje central basado en la tercera edad de Thatcher, a partir del cual se van desgrananando flashbacks sobre los puntos de inflexión de su trayectoria personal y profesional, a modo de recuerdos del personaje. Los acontecimientos sociopolíticos son relatados de forma excesivamente somera, pasando casi de puntillas sobre las gravísimas consecuencias de la huelga minera y con cierta frivolidad en el conflicto de las Malvinas, reflejado como rotundo éxito político, sin detenerse a matizar en el drama de las víctimas y en la gran controversia que causó su postura beligerante desde el exterior. Esto sumado a la presentación burlona y grotesca de los opositores laboristas, parecería responder a una maniobra de elogio sin concesiones a la labor política de Thatcher, pero la evolución del film hace sospechar que es la consecuencia de una visión superficial de los acontecimientos, en un guion cuyas fuentes históricas no dan la impresión de ir mucho más allá de la Wikipedia.

Ascenso y caída

Un poco más acertados, aunque ajustados a la fórmula rutinaria del biopic, resultan dos episodios concretos de la vida de Thatcher. En primer lugar, el del difícil ascenso en el Partido Conservador en su juventud, debido a sus orígenes humildes y su condición de mujer en un mundo de la política, en aquel momento, reservado a los hombres. Aquí hay que destacar a Alexandra Roach, actriz que da vida con mucho acierto a la joven Margareth Thatcher. Y en segundo lugar, el episodio de 'caída' de la Primera Ministra, apartada del poder por la presión de sus propios compañeros de partido debido a sus excesos de autoridad, su polémica política de impuestos y su posición escéptica respecto a la Unión Europea (lo cual resulta una gran ironía en tiempos de David Cameron).

 Streep y Broadbent en 'La dama de hierro'

A pesar de la predilección de la guionista por los aspectos íntimos del personaje, la relación con su marido, Dennis Thatcher, resulta desaprovechada. El personaje al que da vida Jim Broadbent, es convertido durante la mayor parte del metraje en una especie de bufón espectral, cuyas apariciones son fruto de la demencia de la protagonista, pues lleva muerto varios años. Pero mientras este vive, es prácticamente un mueble en el film, la guionista renuncia a indagar en la psicología de un hombre de negocios relegado a ser la sombra de su esposa, esbozando únicamente el sacrificio de Thatcher al renunciar parcialmente a su marido y sus hijos para dedicarse a la política (llego a pensar que puede ser un problema de metraje ajustado y que el formato más adecuado para narrar esta historia hubiese sido una mini-serie televisiva de varios episodios).

También hay una molesta tendencia a reflejar la historia del auge y mantenimiento de Thatcher en la cumbre como una batalla de autoafirmación feminista. Cierto que Thatcher fue la primera mujer en alcanzar el liderazgo en occidente de manera democrática en el siglo XX, pero hay un exceso de metraje ocupado en subrayar esta peculiaridad. Así lo muestra una escena, previa al episodio de derrota política, en la que discute acaloradamente con los miembros de su gabinete mientras una ayudante le remeda la indumentaria. Igualmente prescindible resulta el momento del lavado de cara protocolario a Thatcher por parte de sus asesores, que parece un guiño un tanto forzado a 'El discurso del rey'.

 Thatcher, rodeada de parlamentarios en 'La dama de hierro'

En cuanto a la dirección de Lloyd, tampoco nos reporta demasiadas alegrías. Correcta, sin excesivo riesgo y, eso sí, con unos innecesarios adornos de cámara lenta y planos oblicuos. Con problemas de ritmo achacables más bien al guion (la película pierde interés cada vez que vuelve al presente de Thatcher en su vejez) y cierta pobreza en el inserto de imágenes de archivo para ilustrar los eventos sociales que contextualizan la historia de Thatcher, Lloyd no puede hacer demasiado para levantar el film de un nivel funcional, pero lejos del potencial que le otorgaba el gran interés que suscita Margaret Thatcher, pues sin la extraordinaria labor de Streep, la cinta caería directamente en el olvido.

En definitiva, 'La dama de hierro' es una película correcta, sustentada en una gran interpretación de Streep que debería llevarla directa al Oscar, pero que adolece de un guion mal enfocado y superficial, que desaprovecha la enorme enjundia del personaje al que quiere retratar. Para saber algo más de la huelga minera británica, conviene revisar 'Billy Elliot'; para conocer los estragos que causó el IRA en los ochenta, repasar la filmografía de Jim Sheridam; y para acudir a una crónica histórica contemporánea sutil, inteligente y certera optar por 'The Queen'. Sin embargo, 'La dama de hierro' se queda en la película en la que Meryl Streep se convirtió en Margaret Thatcher. Y muy poco más.

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