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CRÍTICA

'El árbol de la sangre': España una, grande, salvaje y trágica

Julio Medem vuelve en plena forma con un reparto de leyendas del cine español liderado por unos magníficos Úrsula Corberó y Álvaro Cervantes.

Por Javier Pérez Martín 26 de Octubre 2018 | 19:32

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Julio Medem utilizó la historia de dos familias entrelazadas en 'Vacas' para hablar del País Vasco. Desde aquel debut en 1992 han pasado 26 años y una decena de películas, pero 'El árbol de la sangre' sigue teniendo la mayoría de los elementos que han hecho a Medem uno de los autores más reconocibles y celebrados de nuestro cine. En su noveno largometraje de ficción, el donostiarra vuelve en plena forma para hablar de dos familias cuyos destinos están unidos, para bien y para mal, aunque esta vez el foco se abre para enseñarnos a la gran familia española.

'El árbol de la sangre'

Dos jóvenes llegan a un caserío vasco con una misión: escribir juntos la historia de sus antepasados para que no haya ningún secreto entre ellos. Rebeca (Úrsula Corberó) y Marc (Álvaro Cervantes) están enamorados, pero la compleja relación entre los padres de ambos, y más aún, sus abuelos, podría ser un obstáculo a largo plazo. Por ello quieren, a la sombra de un árbol que ha presenciado la historia de los dos linajes, poner en común todo lo que saben y salir del proceso limpios.

Ver a Marc y Rebeca reconstruir la historia de sus antepasados, como una sinuosa carretera que lleva hasta su propio idilio, recuerda a ese momento de toda pareja de enamorados en el que quieren saberlo absolutamente todo el uno del otro. Hay una energía inocente, ilusionada, que Medem imprime en esas primeras escenas en las que la pareja se pone reglas como evitar la política en su relato. Por algo este es el autor que hizo enamorarse a toda una generación con 'Los amantes del círculo polar'.

'El árbol de la sangre'

Unos magníficos Corberó y Cervantes, los más jóvenes de un reparto lleno de leyendas de nuestro cine, actúan más de narradores en la primera mitad para convertirse en protagonistas de su propia historia en el tercer acto. Están a la altura del conjunto, y eso que se miden con las alturas de Najwa Nimri, una callada Ángela Molina, José María Pou, Luisa Gavasa y Emilio Gutiérrez Caba.

Todos ellos ayudan a Medem a montar esta telaraña de destinos concentrados en dos familias en las que caben muchas realidades. Vascos, catalanes, andaluces, todos con sus distintas tradiciones de diversa forma y mismo fondo; emigrantes, inmigrantes, niños adoptados, parejas del mismo sexo. Una España diversa pero destinada a encontrarse, e incluso a colisionar en ese fortuito clímax final, una de las escenas más emocionantes y mejor rodadas del año.

'El árbol de la sangre' es un melodrama trágico pero también muy luminoso en su conclusión, y salvaje en su esencia. Personajes unidos por la naturaleza, abrazos que rodean un árbol familiar, el mar en el que se juntan los cuerpos a lo largo de los años en un baile sexual cíclico y casi colectivo. Personas que llegan a comportarse como animales, como el Olmo interpretado por el argentino Joaquín Furriel, que tiene mucho de toro, semental, cabrío, y su escena final no hace más que reforzarlo. O esa niña que no puede resistir sus impulsos más instintivos, en una parte de la historia en la que muchos verán un deje misógino, pero que se entiende como algo inevitable dentro del universo emocional y visceral de Medem, uno que sin duda dividirá al público.

'El árbol de la sangre'

Si hay algo que une a Marc y Rebeca es que ambos son víctimas de las mentiras y los pecados de sus padres y abuelos, a los que no pueden evitar idealizar, exagerar lo romántico de sus historias. Medem muestra una España joven que hereda ciertas deudas morales de sus antepasados, que no puede escapar de ellas, pero su mensaje es inequívoco: hay que indagar para después perdonar.

Más Najwa, por favor

Destacar solo a una mujer de todo el reparto es injusto. Además de los jóvenes protagonistas, Patricia López Arnaiz, Maria Molins, Daniel Grao, el ya citado Furriel y los incontestables Gutiérrez Cava, Gavasa, Molina y Pou, todos ellos se entregan al Medem trágico, salvaje, el del culebrón épico en el mejor sentido de las palabras (ayudado por una preciosa partitura de Lucas Vidal).

'El árbol de la sangre'

Pero hay que celebrar que Najwa Nimri vuelva al cine después de haberse alejado de él y haberse divertido durante unos años con 'Vis a vis'. Su papel en 'Quién te cantará', también recién estrenada, probablemente le valga una nominación en los Goya; pero este personaje, la Maca, otra vieja gloria del pop español que lucha con la locura y una crisis de inspiración, es un paso más en una carrera tan imprevisible como la propia mujer detrás de la máscara. Junto al director que le dio algunos de sus papeles más memorables, Nimri explora la maternidad y la vulnerabilidad, dos características a las que no la teníamos asociada. Ojalá este ciclo de dos películas, estrenadas casi a la vez, el díptico de Najwa Nimri, sea solo el principio de una segunda edad dorada de la actriz en la pantalla grande.

Nota: 8

Lo mejor: El lado salvaje de Medem

Lo peor: Cierta mirada de las mujeres algo acartonada